#OPINIÓN Red de Instituciones Larenses: ¿Libertad incongruente? #26Ene

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“La búsqueda de la libertad te permite dejar el miedo atrás y enfrentar tu destino…”

 “La Constitución sirve para todo.”

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Esta frase se le atribuye a José Tadeo Monagas, cabeza de un sombrío, lúgubre y beligerante período de la historia venezolana. Solo por el hecho de haber intervenido y estrangulado financieramente a la universidad, y al sistema del saber del país, ya merece la condena de la historia.

Su régimen militarista y nepótico, encubierto bajo banderas ideológicas “sui generis”, pareciese ser coincidencia con lo que a los venezolanos nos ha tocado padecer.

Una carta constitucional es un texto jurídico-político que define los principios o fundamentos legítimos y legales, reales y racionales en virtud de los cuales se rigen las determinaciones (das bestimmungen) del Estado. Formalmente, se define como la ley de las leyes, por medio de la cual se gobierna sobre todos los órganos y procedimientos que conforman el Estado. Materialmente, contiene el conjunto de reglas que se adecúan al ejercicio del poder. Su letra sintetiza el Espíritu de un pueblo.

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Fuente: @jrherreraucv

Ahora se habla de una ley de comunas que, se presume, tiende a ser una gran cantidad de recursos para seguirnos empobreciendo. Y el problema no es el nombre, pues comunas se llaman los municipios en varios países democráticos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, vivimos un auge gracias a las exportaciones de productos primarios, luego se estableció un modelo económico centralizador, “desarrollista” y estatocéntrico. Presuntamente el subdesarrollo era consecuencia de exportar, cambures, café o petróleo, y de la perversidad de los capitales nacionales e internacionales. Se necesitaba que el gobierno controlara la economía, la “ciudad al campo”, algunas ideologías pregonaron que: “Los capitales privados son anti-desarrollo y el Estado debe asumir sus funciones.”

La crisis era en todo el mundo, y como el gobierno es mal inversionista y peor administrador, nuestros países se pudrieron de “villas miserias”, “favelas”, barrios insalubres, híper-inflaciones, híper-devaluaciones, desempleo, pobreza, crisis económicas y políticas. El tercermundismo hizo que países petroleros odiaran las empresas petroleras, los bananeros, las frutícolas, y los cafeteros a las torrefactoras. Cincuenta años después se intenta retornar a la exportación primaria. Hubo profundos debates y rectificaciones para el gran cambio, pero hábilmente la izquierda, sin reconocer su fracaso universal, inventó el “neoliberalismo”.

Los destrozos eran culpa, no del incendio populista, sino de los bomberos del Fondo Monetario Internacional (FMI) que lo apagaron. En 1989 ocurrió en Venezuela el viraje. Por primera vez se emprendió la descentralización, transferir la toma de decisiones políticas y administrativas desde el gobierno central hacia las gobernaciones, de éstas a los municipios y del aparato de Estado hacia la sociedad civil. Surgieron la elección directa de gobernadores y alcaldes, la reforma del Estado, del régimen municipal, y estímulo a las juntas parroquiales.

Para corregir los errores, en vez de populismo y corrupción, se requiere coordinar planes de inversión en infraestructura y educación. Después de 2000, el gobierno arrebató facultades a las comunidades para concentrarlas en las cúpulas. Hoy los puentes se caen porque mantenimiento y supervisión dependen de un funcionario en Caracas para quien Cúpira y Urica no son más que pequeños nombres en un mapa olvidado y bajo una ruma de papeles amarillentos. Igual las carreteras y las escuelas Descentralización territorial, modernización del Estado y apertura a las inversiones nacionales e internacionales, produjeron el “milagro” latinoamericano, devolver la economía al sentido común. El mundo comunista se hundió y renació China.

Pero el pensamiento incongruente reverdeció en 1998, volvió el pasado, la lucha de clases, se desató la “lucha contra el neoliberalismo”, y se pagó caro. Se entronizó “la constituyente” para centralizar y concentrar el poder, y retumbó la desdichada frase, “¡exprópiese!”. Venezuela, una sociedad que había saltado del atraso en 1958 a ser la más dinámica del continente, con las mayores reservas petroleras del planeta, se hundió en el cuarto mundo, fuente fundamental de la pobreza, corrupción, y desgracia de los grupos más débiles que dependen de los servicios que presta el Estado.

Necesario es que el gobierno asuma la responsabilidad conferida por la autoridad aceptada y ejecutada, para lograr accesar a servicios públicos decentes, a la generación de empleos y a remuneraciones dignas y suficientes para mejorar la calidad de vida; a la construcción masiva de carreteras, electrificación, acueductos, cloacas; a la seguridad jurídica y personal, al respeto de los Derechos Humanos; al ornato público, caminos vecinales, puertos, aeropuertos, terminales, trenes, autopistas. en el contexto de poderosos mecanismos de contraloría sobre los recursos.

Es imprescindible respetar las leyes económicas para hacer más eficiente la economía y poner fin a la discrecionalidad para malbaratar. 

Fuente: @carlosraulhe

“Tal vez el problema está en que piensan de una forma, sienten otra, y terminan haciendo lo que no piensan ni sienten…”

Maximiliano Pérez Apóstol

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