#COLUMNA El rincón de los miércoles #23Mar

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El tiempo es un viajero inexorable cuya principal motivación es la de poner las cosas en su sitio en la vida de los seres humanos. Nadie se escapa de lo bueno o lo malo de sus beneficios y tampoco de las maldades de la muerte su compañera más fiel cuando se trata de premiar, no lo que hacemos en el transcurso de nuestro pírico paso por este mundo. Si hemos cumplido con los preceptos más elementales en el transcurso de los años, a lo mejor podemos avanzar sin temor a rendir cuentas ante el Creador y dejar una herencia de buen vivir a los que quedan como reemplazantes con derechos y deberes cumplidos a la era como el Padre Tiempo lo hubiera deseado. Opino que querer ser bueno, es ya ser bueno y eso se encuentra por encima de los errores, no basta ser rico, para millones de personas, y en ese lote me incluyo me conformo con ser feliz. Si lo he logrado hasta ahora se lo debo a mis hijos, responsables de mis alegrías y de mis pesares, más de lo primero que de lo segundo, y espero que tambien ellos puedan gozar en vida lo que les depara el tiempo cuando se es fiel al buen comportamiento donde suelen descansar finalmente los hombres y mujeres de buena voluntad. Por que digo esto, pues en memoria de tantos amigos que nos han adelantado en el viaje final y no tuvimos la oportunidad de decirles lo tanto que llegué a apreciarlos.

II

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Muchas veces me he preguntado si son felices los funcionarios públicos que dejan de hacer los deberes como lo reclaman sus votantes. Me parece que no, porque si lo hicieran pensando en los sufridos ciudadanos de nuestros países no solamente le agradecerían el gesto, sino también tendrían buenos recuerdos para su descedencia y ningun mal pensamiento para ellos, como suele pasar. Hoy, cuando miramos a los políticos responsables de las anomalías de la cuales forman parte activa de las ciudades se debe tomar en cuenta su paso por los cargos que vienen mal desempeñando para esperarlos en la bajadita, como decía mi señor abuelo que descansa hoy en paz. 

III

Las grandes capitales suelen ser admiradas por lo que ofrecen a quien o quienes la visitan. París, por ejemplo, no sería París sin la Torre, ni Roma sin el Coliseo, para solamente nombrar a lugares que las identifican. Aquí entre nos, y guardando las instancias, Barquisimeto tiene en el Obelisco un simbolo monumental para ser entrañable, acogedora, hospitalaria, fenomenal, de singularísima personalidad fisica, especialmente cuando en las próximas semanas abra de nuevo sus puertas y lugares de estar la Hostería, que fuera en el pasado un sitio preferido para los nativos y los viajeros. Gracias a la tenacidad de Emanuel Brazao, la Hosteria regresa a reconquistar las prefrencias de las nuevas generaciones que contarán con un verdadero palacio, de esos que estamos acotumbrados a ver en las películas. No creo que en Venezula se haya construido un establecimiento turístico que pueda competir en belleza y armonía con una instalación que reuna tanto atractivo físico, porque sin exagerar el concepto, la nueva hostería no tiene nada que envidiarle a los palacios europeos que tanto admiramos en los viajes. Emanuel Brazao, no ha escatimado ningun esfuerzo para añadirle a Barquisimeto un nuevo atractivo que va desde lo visual hasta su practicidad operatividad con la idea del que visitante pueda disfrutar de una ciudad que tiene mucho que ofrecer a los que futuros visitantes y a esos guaros que tanto recuerdan los grandes e inolvidables momentos que hemos pasado en sus salones. 

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