#OPINIÓN Vida y sacrificio del General Pedro León Torres #6Jun

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Prólogo a la tercera edición de la Biblioteca Ayacucho de la obra Vida y sacrificio del General Pedro León Torres,

del escritor Luis Oropeza Vásquez.

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“Cuantos sacrificios por esta causa de nuestro corazón. Con la muerte de Pedro León Torres hemos perdido un compañero digno de nuestro amor; el Ejército un soldado de gran mérito y la República, uno de sus hijos de esperanzas para el día de la paz”

Simón Bolívar, 1822.

Las rediciones de un libro hablan de su éxito y aceptación. Cuando esto acontece, lo que no es común ni frecuente, nos planteamos preguntas tales como las que se hace el historiador estadounidense Robert Darnton: ¿Qué sucede cuando un libro se vuelve un clásico?  ¿Por medio de qué proceso un texto se aparta de todos los demás clamando atención? ¿Cómo sobrevive la temporada literaria, se metamorfosea de edición en edición, reaparece en ediciones rústicas y en tiendas de segunda mano, y se acomoda por fin en los anaqueles reservados para los libros que llegaron para quedarse? Son algunas interrogantes que trataremos de responder, en la medida de lo posible, en el presente prólogo. 

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Un libro sobre un héroe venezolano y suramericano

En el caso del libro de nuestro coterráneo caroreño Luis Oropeza Vásquez, adelantado discípulo del Maestro de juventudes Don  Chío Zubillaga, estamos en presencia de una verdadera joya de la historiografía venezolana sobre el tema de nuestra Gesta Independentista, centrado en la figura legendaria de un joven, quien con apenas 34 años de edad ofrenda su vida por la libertad de Suramérica: el General de División Pedro León Torres, quien es la figura más destacada de lo que el merideño don Tulio Febres Cordero llama los Siete Hermanos Macabeos de la Independencia , una familia entera de raíz insular canaria, los Torres Arriechi,  que se entrega por completo y fallece en la terrible vorágine de nuestro proceso emancipador, una guerra social y de colores, muy distinta a las del resto del continente suramericano. Una fascinante anécdota de resonancias bíblicas que debe ser conocida por su singularidad por nuestra cultura hispanoamericana. 

Un autodidacta caroreño

Este extraordinario escritor y periodista caroreño, que usaba el seudónimo de Lor-Vas, tiene además un mérito pocas veces tomado en cuenta: su formación autodidacta de historiador. Sin tener relación con nuestras escuelas de historia venezolanas, hilvana y traza una muy bien documentada interpretación de la historia del héroe de la Batalla de Bomboná que ahora estamos reditando por tercera vez, que plantea el viejo dilema del individuo en la historia, complejidad que tanto llama la atención del marxista ruso Jorge Plejánov y del historiador británico Edward H. Carr.

 Esta destacable y de ninguna manera despreciable condición autodidacta de Don Luis Oropeza Vásquez, nos recuerda a la de los inmensos escritores caroreños Cecilio “Chío” Zubillaga (1887-1948) y Rafael Domingo Silva Uzcátegui (1887-1980), quienes realizan una gigantesca obra literaria que nos llega, influenciándonos, hasta el presente. Es que la naturaleza del idioma (español) favorece el nacimiento de talentos extremados, solitarios y excéntricos”, escribe el Nobel de Literatura mexicano Octavio Paz. Se trata de dos exponentes magníficos de lo que hemos llamado tentativamente “genio de los pueblos del semiárido larense venezolano.”, al que debemos agregar sin titubeos de ninguna especie el caso emblemático de Don Luis Oropeza Vásquez, que bien se lo merece por el alcance de su obra. 

El periodista.

Don Luis Oropeza Vásquez fue columnista destacado del diario El Impulso, fundado como sabemos en Carora en 1904, de El  Diario de Carora, de Cantaclaro, periódico que merece una edición facsimilar, del diario caraqueño El Universal,  fue corresponsal del diario El Nacional de Miguel Otero Silva, su columna Mirador de Argos era lectura obligada de caroreños y larenses entonces, se ocupó del hogaño difícil y amargo tema de la inmigración, de la figura excepcional del literato barquisimetano Antonio Arráiz, creador de los arquetipos venezolanos de Tío Tigre y Tío Conejo. De manera magistral nos da a conocer de igual modo esa evocación que habita nuestra emotiva y fértil imaginación con la popular y siempre recontada Maldición del Fraile, una imprecación solo posible en el ámbito del catolicismo raigal de nuestros pueblos. En 1973 fue condecorado por el presidente de Venezuela Dr. Rafael Caldera, este gentil caballero que fue miembro de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. 

Historia contrafactual

En un ejercicio de lo que se llama historia contrafactual, una gimnasia de abstracción, nos preguntamos ¿Cuál sería el destino del General Pedro León Torres si obedece sumisamente al Libertador cuando el caraqueño lo degrada de su rango de General momentos antes de la Batalla de Bomboná, el 7 de abril de 1822? ¿qué hubiese sucedido de no haber encontrado la muerte el General Pedro León Torres en aquella terrible carnicería que fue la Batalla de Bomboná en 1822? ¿Cuál habría sido su papel en la liberación de Ecuador y del virreinal Perú? Y una pregunta más insidiosa aun ¿Cuál habría sido su posición en el espinoso asunto de la disolución de la Gran Colombia, inmensa aspiración abortada, salida del genio portentoso de Bolívar? ¿Hubiese retornado el General Torres desde el Sur a su patria venezolana una vez terminada la guerra emancipadora, tal como lo hizo el General Jacinto Lara? ¿A cuál de los bandos de la Guerra Federal se incorporaría Pedro León Torres ya anciano?  ¿Hubiese fallecido a provecta edad y retirado apaciblemente de las armas en su Carora natal?

 Este es un ejercicio de imaginación histórica que cautiva por lo novedoso y sorprendente. Con todo, sería para los venezolanos una gimnasia de pensamiento necesaria y vital para darle forma y consistencia al sentido crítico, en un país que, como sabemos, carece cruelmente de memoria histórica, tal como se lamentaba nuestro insigne Maestro trujillano Mario Briceño Iragorry (Mensaje sin destino, Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo, 1951).

Las tres ediciones del libro de Luis Oropeza Vásquez

Primera edición (1974)

La primera impresión de esta obra de Luis Oropeza Vásquez es del año 1974, momento cuando gana meritoriamente el concurso literario Juan Jacinto Lara, el otro epónimo caroreño, promovido por el Instituto Universitario Politécnico de Barquisimeto, veredicto que emite un jurado calificadísimo: el humanista y poeta barquisimetano Pascual Venegas Filardo, el historiador tocuyano Carlos Felice Cardot, Luis Acosta Rodríguez y Monseñor Críspulo Benítez Fontúrvel, máximo jerarca de la Iglesia Católica en el Estado Lara. La edición la realiza la Oficina Central de Información.

 La primera edición está estructurada en tres partes: I. La familia procera. II. La Campaña en Venezuela, III. Comandante en Jefe en el Sur. En 241 páginas, de las cuales la vida militar y en campaña ocupa, no podía ser de otra manera, la mayor parte del libro, unas 190 páginas. Se trata, en consecuencia, de una biografía de un hombre a caballo y en permanentes desplazamientos y encuentros armados. Los partes y órdenes de guerra, informes de tácticas de combate y la relación de Pedro León Torres con los jefes patriotas serán de la atención permanente del autor: Bolívar, Sucre, Urdaneta, Páez, Mc Gregor, Santander. Se trata, en atinadas palabras de Luis Oropeza Vásquez, de un Caballero de la guerra.

Tres momentos desgraciados en el desarrollo del conflicto anticolonial merecen la atención de Oropeza Vásquez: la insubordinación y el posterior fusilamiento del General curazoeño Manuel Carlos Piar, doloroso suceso acontecido el 16 de octubre de 1817. El General Torres aprueba el paso por las armas del héroe de la Batalla de San Félix por desconocer el mando supremo del Libertador, pero se opone obstinadamente a que fuese degradado “en respeto y homenaje final a los laureles conquistados en la lucha por la Independencia.”.

 El otro momento difícil vivido por el General Torres tiene que ver con un malentendido con una orden dictada por Bolívar, quien atribuye a cobardía del General Torres la detención de su marcha, quien le quitó en el acto el mando de la División. “Torres echó pie a tierra, y con los ojos que parecían dos rayos, le dijo: No, estas divisas que quiere Vuestra Excelencia empañar las debo a mi valor y no son de V. E. sino de la patria, que es el objeto de mis sacrificios: la sangre de mi familia derramada casi toda en esta gloriosa guerra, me reclama en este momento la vindicación del ultraje que en mi persona quiere hacérsele. Sino sirvo como General, serviré como soldado y nadie podía impedirme este servicio más a mi patria, y al proferir estas palabras lo hizo arrebatando el fusil a un soldado. Y más adelante agrega Oropeza Vásquez que “El Libertador, no sé si admirado de aquella gentileza, o complacido por la idea de que en aquella exaltación era seguro que encontraría el sepulcro ese mismo día un republicano tan temido como Torres le escuchó lleno de asombro y como procurando satisfacerle le dijo: “Bien, General, vuelva usted al mando y marche usted al enemigo.”

El desgraciado tercer momento no es otro que el terrible y doloroso sacrificio del General Torres en la fatídica y en extremo costosa Batalla de Bomboná, el 7 de abril de 1822: “Bolívar lamentó la preciosa sangre que había costado.” En esa muy difícil batalla es herido mortalmente el General Torres, quien es conducido a un hospital militar del enemigo, y tras 167 días de terrible agonía fallece el héroe caroreño el día 22 de agosto de 1822:  La muerte y gloria en Yacuanquer.

La segunda edición (1988)

En ocasión del Bicentenario del Nacimiento del héroe caroreño, es decir en 1988, saldrá a la luz la segunda edición de Vida y sacrificio del General Pedro León Torres, una bien cuidada edición, promovida por la Municipalidad de Carora, Municipio Autónomo Torres y la Junta del Bicentenario del Natalicio del General Pedro León Torres que presidió el mismo Don Luis Oropeza Vásquez, con prólogo de Gerardo Pérez González. Su portada rescata el óleo del epónimo que pintara en 1922 Tito Salas, y que hogaño se haya en lamentable condición de deterioro. Como verdadero “lugar de la memoria” (Pierre Nora), esta inestimable y valiosísima pintura merece de toda nuestra atención y respeto. Es patrimonio cultural de la nación venezolana, semejante al Miranda en la Carraca.

 Este extraordinario óleo refleja admirablemente el momento en que Simón Bolívar degrada y quita el mando al General Torres, momentos antes de la dificilísima y fatídica Batalla de Bomboná, en la que encontrará las heridas que le ocasionarán la muerte cinco meses después en Yacuanquer, al sur de Colombia. En un gesto un tanto histriónico, Tito Salas retrata al héroe caroreño desafiando la autoridad suprema del Libertador Simón Bolívar, quien no aparece en la pintura sino como reflejo de su sombra en el piso del afamado óleo.

 La segunda edición conserva la estructura y el contenido de la primera impresión del libro de Oropeza Vásquez, solo que se le agregaron interesantes anexos que reflejan la opinión de los críticos sobre la obra. Allí están las opiniones de Pascual Venegas Filardo, Adolfo Salvi, L. Pérez Jil,  Antonio Crespo Meléndez, Guillermo Morón, Augusto Mijares, Hermann González Oropeza S. J., Carlos Gil Yépez, el propio Oropeza Vásquez. Ojalá la venidera edición conserve tan interesantes anexos. 

La tercera edición (2022)

Treinta y cuatro años después, en 2022, hará su rutilante advenimiento la tercera edición de la obra sobre el epónimo de nuestro Municipio, quien fallece bajo las órdenes del Libertador Simón Bolívar en la Campaña del Sur en Nueva Granada. Será excelente edición que correrá a cargo del Gobierno Nacional del Presidente Nicolás Maduro Moros y de la incomparable Biblioteca Ayacucho, en ocasión de conmemorarse el próximo 22 de agosto de 2022 el Bicentenario de la Muerte y Paso a la Inmortalidad del General Pedro León Torres, una auténtica y necesaria reafirmación de lo nacional venezolano y suramericano en tiempos de agresiva y disolvente globalización neoliberal. Será a no dudar una edición de lujo que tratará de enmendar el olvido histórico que ha sufrido el héroe de Bomboná, cuyas cenizas esperan ser repatriadas a su país luego de larguísimas dos centurias de espera. 

La repatriación del héroe de Bomboná

Ha ordenado Nicolás Maduro, primer mandatario nacional, se hagan las gestiones necesarias para repatriar desde Yacuanquer, en Colombia, los restos mortales de nuestro héroe y paladín de la Independencia Suramericana, para que, tras las pruebas de ADN de rigor, reposen con la dignidad que se merecen en el Panteón Nacional en Caracas, una deuda histórica que se ha prolongado inexplicablemente por larguísimos 200 años. Este magno evento de reafirmación de lo nacional venezolano contribuirá, no cabe duda, a la concordia y al entendimiento entre las repúblicas de Colombia y Venezuela, dos naciones forzadas por la geografía y por la historia a ser hermanas para siempre, pues ambas son hijas del genio y sacrificio del Precursor Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Francisco de Paula Santander, Urdaneta, Jacinto Lara y Pedro León Torres.

Hace un siglo, en 1922, durante la retrógrada dictadura del General Juan Vicente Gómez, notables caroreños intentaron, sin lograrlo, repatriar las cenizas del héroe de las batallas de San Félix y Bomboná. Allí estaban las significativas figuras de Cecilio “Chío” Zubillaga, Rafael Lozada y el médico colombiano José Luis Andrade. Ellos, es cierto, no lograron la repatriación del General Torres, pero dejaron una hermosa estela a seguir que nosotros, hombres del tercer milenio, habremos de continuar.

 Como nota curiosa, debemos destacar que el busto de bronce del General Pedro León Torres ocupaba en ese año de 1922 el lugar que le correspondía al Libertador Simón Bolívar en la antigua Plaza Mayor, situación anómala que llega a su término en el año Centenario de la Muerte del Padre de la Patria, es decir, en 1930, cuando se habilita una plaza en honor del héroe caroreño al oeste de la ciudad. Fue una manifestación simbólica del enorme fervor y admiración que sienten los caroreños por el malogrado héroe de Bomboná. 

Con todo el fervor patriótico que nos anima e impulsa, esperamos que esta tercera edición de Vida y sacrificio del General Pedro León Torres tenga repercusiones continentales, pues es sabido de la enorme y eficaz cobertura de la Biblioteca Ayacucho, editorial del Estado venezolano, pero que con afanes mucho más amplios, tiene ávidos lectores en la Gran Casa Americana y más allá, allende al océano. Tenemos la firme y alentadora certeza que la obra de Luis Oropeza Vásquez se convierta a la postre en un auténtico libro de culto entre los amantes del estudio y admiración de la que fue la grandiosa epopeya libertadora de Suramérica, un proceso que tiene firme anclaje en nuestra psicología colectiva, y que no ha concluido aún hoy, en los albores del tercer milenio.  

Luis Eduardo Cortés Riera

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