#OPINIÓN ¡Tun Tun! #15Sep

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El título de este tema no se refiere al siniestro “Tun Tun” del cual nos ha hablado desde un canal de todos los venezolanos Diosdado Cabello a través de su programa “con el mazo dando”, cuando le pone la lupa a cualquier adversario que desea ver tras las rejas.

Es el ¡Tun Tun! navideño que invita a abrir las puertas de los hogares venezolanos porque “ya es navidad”, aunque aquí no lo parece, decretada por Nicolás Maduro a partir del primero de octubre.

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A 3 meses de ella suena esa sinfonía, clásico villancico venezolano que nos invitaba a esa festividad religiosa en la que los cristianos conmemoramos el nacimiento de Jesucristo, pero esta vez enfrentándonos a la más triste nochebuena de toda la historia moderna del país sudamericano.

La crisis económica y humanitaria ha significado que muchas familias no podrán comprar regalos, ni compartir su cena navideña y en muchos más casos la tristeza de estar separados de sus familiares, ahora en el autoexilio escapando de la debacle económica.

Se repite la misma historia de los años anteriores para esta época cuando las alocuciones de Maduro se convierten en una comedia burlesca, discursos con una obscenidad descarada en la que demuestra poca o ninguna inteligencia emocional.

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Ya son 4 las navidades que adelanta el mandatario quien se hizo tendencia en el país cuando el pasado miércoles 3 de agosto anunció que este 2022 la navidad será anticipada 3 meses. 

“Prepárense, que desde el primero de octubre arrancan las fiestas navideñas en Venezuela. Toda esa actividad bella de compartir, de solidaridad, de rumba, de comercio, de regalos y que culmina en esa semana maravillosa del 24, 30 y 31 de diciembre y el primero de enero, tan bonitas fechas; cómo disfruta la familia”, señaló, sin adelantar si vendrán los perniles anunciados en fechas anteriores que nunca han llegado.

Las navidades ni la felicidad se decretan. Maduro se burla del venezolano con el falso discurso de amor, mientras mata al ciudadano de hambre. No hay vergüenza ni decoro cuando se miente o justifican hechos que claramente deben ser condenados y sancionados.

La hipocresía es uno de los valores que posee el régimen, porque la forma de dirigirse al ciudadano es burlista, irónica y sarcástica. 

¿Cómo puede disfrutar la familia si cuando se abren las puertas de sus casas después de aquel alegre ¡Tun Tun! de “Los Tucusitos”, no entra el aire pascual sino la tristeza y el llanto de tener parte de su familia cruzando por el Darién, de haber perdido alguno de ellos en el intento de lograr el sueño americano, o de tenerlos en otro territorio huyendo de la pobreza extrema de nuestro país?    

¿Cómo puede ser una actividad bella de compartir cuando el miserable salario de los venezolanos es pulverizado por el dólar oficial y paralelo?

El politólogo Orlando Viera-Blanco ha dicho en un artículo que se ha intentado sembrar la idea que el país se arregló, la economía se dolarizó, el dolor pasó y lo peor se superó. La divina comedia. 

Seguimos en el bosque oscuro, con la ruta extraviada, a la espera que el poeta Virgilio al igual que ayudó a Dante, nos lleve a las puertas del paraíso, acentúa.

“Pero seguimos en los 9 círculos del infierno: Limbo, lujuria, gula, avaricia, ira, pereza; herejía, violencia, fraude y traición. Sin duda el más perverso y dañino pecado capital contra el pueblo es el octavo: El fraude. El manejo deshonesto de la cosa pública, porque pecaron por desperdiciar oportunidades económicas y espirituales, porque corrompieron una parte importante de la buena gobernanza, pues no cuidaron el bienestar de la comunidad…”, dice en una parte de su escrito titulado “Mirad el Darién, mirad atrás”.

Aquellos gratos recuerdos de niño, cuando los arbolitos adornaban las salas de cada hogar, el olor del guiso de las hallacas se colaba en el olfato, cuando se ordenaba el amarre de las mismas y las gaitas sonaban en cada rincón de aquella Venezuela. Así eran las Navidades venezolanas, una época calificada como gratos momentos de la unión familiar.

Las ciudades se llenaban de luces y las noches parecían diluirse entre la algarabía de un tiempo de felicidad. Pero en los últimos años, con la crisis económica y social que padece la población, además de la alta migración que sobrepasa los 7 millones de venezolanos, la época no es igual, y con el paso del tiempo la emoción ha desaparecido. 

Ese ¡Tun Tun! que recordamos los venezolanos viene ahora mojado con lágrimas añorando los abrazos familiares de quienes están en el extranjero mirando el rostro de sus seres queridos a través de las pantallas de celulares, necesitando mucho espacio para refugiar la nostalgia.

¿Qué decirle a un pueblo que no huya a pie de su Patria, cuando observa palidecido el crimen del hambre, sabiendo que lo que viene es más desesperanza?

No es momento de seguir con las mentiras piadosas. Cualquier cosa que se diga sobre el tema de cómo vamos a estar el año 2023, tal vez nos quedemos cortos por lo terrible que anuncia el horizonte.

Una gran sonrisa se asoma a mi rostro, y me pregunto: ¿“Tendremos remedio para salir de esta tragedia”? 

Todavía creo que la reserva moral que se resiste abandonar a esta tierra de gracia es muy grande. 

Debemos situarnos todos al lado de la vida y que Dios tenga piedad para que, acontecimientos imborrables en nuestros ojos y aquellos que, menos aparentes constituyen la realidad cotidiana de tantos y tantos seres humanos en nuestro país se terminen definitivamente.

Mateo 5:4-6: “Dichosos los que sufren, porque serán consolados. Dichosos los humildes porque heredarán la tierra prometida. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia porque serán satisfechos”.

Orlando Peñaloza

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