#OPINIÓN Red de Instituciones Larenses: ¿Objetivo táctico? #28Sep

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Apelando a vuestro poder de análisis y de reflexión voy a transcribir un trabajo recibido
cuyo autor, presuntamente, es el reconocido técnico petrolero, José Toro Hardy, editor
adjunto de Analítica. Cito:

“Ni siquiera en un ejercicio desbocado de la imaginación se entiende la destrucción masiva
a que ha sido sometida nuestra industria petrolera. Hoy en día sólo quedan las cenizas de lo que fue PDVSA, la empresa petrolera de mayor crecimiento en el planeta y que, en menos de 25 años había llegado a transformarse en la segunda mayor empresa petrolera del mundo».

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Al observar las inexplicables colas en las estaciones de servicio de todo el país para surtir
gasolina, uno no puede menos que experimentar una profunda sensación de tristeza.
Para 1998, PDVSA tenía un potencial de producción petrolera del orden de tres millones,
setecientos mil, (3,7 millones) de barriles diarios y Venezuela se aprestaba a aumentar su
producción por encima de los cinco millones, quinientos mil (5,5 millones) de barriles por
día, gracias a la Apertura Petrolera que se hallaba en pleno desarrollo. Las ventas de nuestra casa matriz petrolera eran del orden de los treinta y cinco mil millones (35.000 millones) de dólares (a pesar de que el precio del barril era de unos doce dólares, $ 12). La capacidad de nuestras refinerías, aquí o en otros países, se acercaba a los tres (3) millones de barriles diarios. La producción petroquímica de Pequiven (filial de PDVSA) era de cuatro millones cien mil (4,1 millones) toneladas por año. La producción de carbón alcanzaba a cinco millones, cien mil toneladas (5,1 millones) de toneladas por año y estábamos produciendo casi cinco (5) millones de toneladas año de Orimulsión (hoy abandonada).

Después de varias horas haciendo cola en estaciones de servicio para surtir combustible,
nos viene a la memoria que en 1998 Venezuela era propietaria, total o parcialmente, de más de veinte (20) refinerías en el mundo. Sólo en Venezuela contábamos con seis (6):  El
Complejo Refinador de Paraguaná, en su momento el mayor del mundo, integrados por las
refinerías de Amuay, Cardón y Bajo Grande. En Carabobo teníamos El Palito y en oriente
teníamos las refinerías de Puerto La Cruz y la de San Roque. La capacidad interna de
refinación de PDVSA alcanzaba a un millón, trecientos mil (1,3 millones) de barriles
diarios y abastecíamos no sólo el mercado interno, sino que exportábamos a todo el Caribe.

En los EEUU éramos dueños total o parcialmente de 8 grandes refinerías: Corpus Christi
(100% propiedad de Citgo), Chalmette (50%), Lake Charles (100%), Paulsboro (100%),
Lemont (100%), Swenny (100%), Savannah (100%) y Lyondell (42%). Teníamos
participación en oleoductos que atravesaban ese país de sur a norte; controlábamos en un
diez por ciento (10%) del mercado interno de gasolina de esa nación y éramos capaces de
llevar nuestro petróleo desde nuestros yacimientos hasta el tanque de gasolina de los
automovilistas estadounidenses a través de una red de diecisiete mil quinientas (17.500)
estaciones de servicio abanderadas con nuestra marca CITGO, pasando todo el tiempo por
instalaciones venezolanas: pozos, refinerías, terminales, tanqueros y súper tanqueros,
oleoductos y estaciones de servicio. Contábamos con una integración vertical perfecta.

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En el Caribe teníamos refinerías en Curazao y en las Islas Vírgenes, la de Saint Croix
(50%) en asociación con Hess. El Caribe era una suerte de “mare nostrum” para el petróleo
de Venezuela.

En Europa contábamos con: cuatro (4) refinerías en Alemania (50%) en asociación con
Ruhr Oel y varias refinerías ubicadas en Suecia, Bélgica y el Reino Unido en asociación
con Nynas.

Nuestra capacidad de refinación, en Venezuela y en el exterior, se acercaba a los tres (3)
millones de barriles diarios (1,3 millones de b/d en Venezuela, 950.000 b/d en los EEUU,
265.000 b/d en Europa, y casi 600.000 b/d en el Caribe).

Hoy somos nada más que un productor marginal de petróleo y un exportador
insignificante. Ya no somos capaces de abastecer ni siquiera nuestro deprimido mercado
interno de gasolina y dependemos de que unos pocos buques cisternas extranjeros lleguen
subrepticiamente al país.

De ser cierta la autoría de este análisis y cierta la situación descrita, en la cual cayó nuestra principal industria, causa principal de muchos males que destrozan a los venezolanos, los autores, y por ende culpables, de un desastre incalculable que ha erosionado los cimientos económicos de la Patria, como dice el refrán popular:
“No tendrían perdón de Dios”.

Maximiliano Pérez Apóstol

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