#OPINIÓN Miguelito Valdés, el showman y babalú de la música afrocaribeña #30Sep

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Su largo nombre de pila  nos ofrece una pista del espíritu de su época  y   su procedencia de un hogar católica fiel a las efemérides religiosas: Ángel Eugenio Lázaro Zacarías Izquierdo Valdés Hernández. Hábitos y costumbres propios de una sociedad tradicional con predominio de lo bucólico donde los cambios son muy lentos. Pero su nombre artístico consta de apenas dos palabras con un diminutivo: Miguelito Valdés, cantante, compositor, bailarín y músico cubano. 

Se levanta en un ambiente propicio a lo que  en el futuro sería: un talentoso músico inclinado por los ritmos africanos y vehemente santero que exhibía algunas veces en sus presentaciones  en el escenario. De niño presencia e involucra en ambas prácticas culturales que lo demarcan para el resto de su vida hasta definir su oficio de talentoso artista.

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Cuba es una potencia musical dada su variedad de géneros. El son le permitió equipararse con el jazz norteamericano, al decir de Nicolás Guillén. Por ese amplísimo paisaje rítmico se desplaza Miguelito Valdez acogiendo y difundiendo  la diversidad de la música de la isla  caribeña. Ese es el entorno en que se levanta Valdés.

Es junto a Dámaso Pérez Prado, Cascarita, Benny More e Ismael Rivera el más relevante antecedente  de la música salsa. Tiene la particularidad de hacerlo desde los géneros africanos que han proliferado sobre todo en Cuba y Haití. En ese sentido creemos que creó una vertiente  de la música cubana con sus congas y rumbas. Junto a Daniel Santos  se convierte en uno de los difusores del folclor haitiano con su danzón francés y la conga proveniente de África. Por ello sus temas son una especie de borrachera lirica con vocablos originarios del continente negro. La palabra del negro esclavizado lo acompañaba siempre en sus presentaciones con lo cual marcaba  la diferencia de su estilo único en un contexto dominado principalmente por la comunicación radiofónica. 

Valdés se enmarca en la etapa tradicional y prístina de la música cubana en que no obstante no faltaban las experimentaciones y búsquedas de lo nuevo.  Entre estos tenemos los cimientos de la salsa que tuvieron su primer asiento en la isla caribeña. Su trabajo junto  a Machito y Chano Cano, los precursores del jazz latino,  es una evidencia de ello. Su tema “Bruca Manigua”, a nuestro parecer, tiene una similitud rítmica con el boogaloo que, en la primera mitad de la década de 1960, surgiría en Nueva York.  

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En la faceta de compositor se pasea con mucha imaginación y soltura por el prolifero  panorama de la música cubana. Es el creador de numerosas congas carnavalescas para comparsas, rumbas, guarachas, boleros, mambos y sones. 

A su favor juegan su potente voz de tenor, carisma, expresividad para lograr  la empatía con el público, la condición de multifacético, capacidad para la buena  improvisación que lo emparenta con el sonero de la salsa. Era  dueño de una facilidad para la mímica con la que divertía a la gente sobre todo con el movimiento de los ojos. Un versátil bailarín  único en el escenario. Esas cualidades le permitían desplazarse raudamente en sus presentaciones. Pues a veces apenas  movía la cabeza y el tronco permaneciendo estáticas sus piernas como un sonámbulo. Con todo, era un espectáculo visual por la energía que emanaba de su figura.

Se erige en la voz de la raza negra desde la esfera de su arte musical que supo asimilar y divulgar. Lo hace desde su condición de mestizo en un país profundamente marcado por las diferencias raciales. Un hombre bien parecido e inteligente de silueta europea que le viene por el padre, un español y el mestizo por la madre, una mexicana. Un auténtico shwoman más allá del convencional presentador y el llamado Míster Babalú por santero y defensor de la cultura afrocubana.

En Nueva York participa en las sesiones de jazz latino con su amigo Chano Cano. También destaca como vocalista  de la Sonora Matancera con la que graba 20 temas de colección. Además sentía un profundo respeto por el trabajo de los compositores a los que nombraba a manera de reconocimiento. Una forma de solidaridad artística y humana con el que es relegado a un segundo plano.

La cultura musical latinoamericana tiene en su persona a uno de sus máximos cultores. Un icono de los candentes ritmos afroantillanos. Su obra nos rememora la pluralidad cultural y étnica que hacen de las sociedades más avanzadas  una convergencia mestiza. 

Miguelito Valdés irrumpe en este mundo de los seres humanos el 12 de septiembre de 1912. Parte el 9 de noviembre de 1978 cuando amenizaba un baile en Bogotá, Colombia. Sus restos descansan en Nueva York a donde emigró.

Freddy Torrealba Z.

Twitter: @freddytorreal11

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