#OPINIÓN Por la puerta del sol (173): Del canto de la aurora al rugido del ocaso… #19Ago

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En aquel tiempo todo crecía, todo se veía fantástico sin preocupaciones ni agites, todo era tranquilidad, verdor, alegría, el mundo estaba  lleno de ilusiones, de algodón de azúcar, de amor, se veía el porvenir brillar con gran esplendor, era grato el amor y gratas las plegarias, nos creíamos poetas de todo lo bello y rico, compartimos ideas, sueños, leímos los clásicos, cada uno opinó sobre Vargas Vila, Julio Flórez, Asunción Silva, Cesar Vallejo,  Rubén Darío, Guillermo Valencia, Víctor Hugo, etc. No imaginábamos siquiera que el tiempo desgasta, que cada uno llevaría sobre sí el resultado de tantas equivocaciones, de tantos sufrimientos, de tantos egoísmos, de tantos cansancios y desaciertos. Discutimos sobre la filosofía, sobre el amontonamiento de los días y el opacar de los años, hablábamos sobre la fatiga que van dejando los calendarios y el instante en que nuestros sueños se disgregan.

Posiblemente  algunos tuvieron temor ante aproximamiento de los años, con la esperanza de que el silencioso tiempo del espejo se desviara y no nos resquebrajara tan pronto el rostro que inexorablemente nos iba cambiando. Hubo tiempo para atisbar los caminos hasta que poco a poco fueron llegando las realidades gira que gira alrededor del hogar dulce hogar, la casa que dejamos para siempre un día cualquiera, sin pensarlo dos veces, sin pena ni gloria…

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Rezagados se quedaron en el tiempo aquellos momento en los que siendo niños, calentábamos el invierno con el sol de la alegría bajo el cuidado de un ángel que nos cobijaba y protegía del frio en medio de la noche. Con sus manos santas apartaba la soledad y los miedos de nuestro camino, soledad y miedos que más tarde llegarían como cosa natural a n nuestras vidas. Sin decirlo y sin planearlo ella nos dio y entregó su amor y cuidados a manos llenas hasta que nos crecieron las alas y dijimos adiós… Así es la vida, pasando el tiempo y momento de todo aquello que fue bueno y sencillo, en el que el azul del cielo derramaba sobre el corazón nimbos blancos de alegría y calma, dijimos adiós al agua plácida, al aroma de jazmines y de sueños perfectos. Y así fueron pasando los años hasta que llegó el momento en que la nieve se fue resbalando de las hojas hasta cubrirnos el camino, llegó el momento de cruzar el puente que lleva al ocaso…

Somos golondrinas pasajeras que por mucho que intentemos elevarnos, el calendario se encarga de bajarnos de esa nube en la que creemos estar, razón más que suficiente para avanzar firmes y no rendirnos ante ninguna batalla, esas que libramos de Lunes a Domingo, de año a año, aunque tal vez todo ese luchar de nada sirva, y así como lo expresara García Márquez porque “cuando nos guarden dentro de esa maleta, infelizmente estaremos muertos”.

Borges, siempre Borges nos sale al paso con sus razones valederas de que para escribir el libro de la vida, de nuestra vida se requieren la aurora y el poniente. La aurora se nos fue quedando atrás y el ocaso nos llegó cargados aun de amor, de ganas, de ilusiones y de mucha poesía Esperaremos que este lejos el cortejo, lejos el llanto, el luto y el olvido. Llena de sueños y esperanzas sigue la aljaba de la vida invitándonos a vivir contentos y felices hasta el final…

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Hoy somos canto de aurora, mañana rugido de ocaso…

Amanda Niño P.

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