#COLUMNA Soliloquios de café: «La ignorancia» #19Nov

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“La esclavitud es la hija de las tinieblas:

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Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción.”

Simón Bolívar

La educación pertenece a la clase de los derechos humanos fundamentales, que son inalienables, su dominio o posesión no se puede enajenar o transferir, porque son sustanciales, principales, necesarios e inherentes y no se pueden separar de la persona, porque están unidos a ella por naturaleza. La educación pertenece a la clase de los derechos colectivos, cuyo fin es asegurar la calidad de vida y el bienestar social de las personas que no son otra cosa que un medio para realizar una vida humana digna, lo cual quiere decir que el reconocimiento del derecho a la vida, lleva implícito la necesidad de asegurar los medios para realizarla; el reconocimiento de los derechos sociales, económicos y culturales conforman la llamada democracia social, complemento indispensable y sostén a la vez de la democracia política. 

Es la ignorancia peso muerto en el camino de los pueblos y de los individuos hacia el desenvolvimiento de sus propias esencias. Estos caracteres constituyen su fisonomía propia, su sello específico y exclusivo. Los pueblos que han logrado, merced a una sabia dirección, los desarrollos de sus esencias creadoras han dejado una cultura más o menos duradera. Aquellos en los que el desenvolvimiento de los caracteres negativos ha superado a los positivos han sido, a través de la historia, presas de conquista y víctimas irremediables de otros conglomerados superiores. De la mente y de la mano en íntima y estrecha colaboración han nacido la civilización y la cultura. La mano sola sin la idea ejemplar que le proporciona el entendimiento, jamás podría ser matriz de la civilización. La mente sola sin el auxilio de la mano nunca podría producir una cultura. Por eso ha forjado una civilización y creado una cultura. Para realizar y actualizar esas esencias positivas los pueblos necesitan energía, capacidad, empuje, voluntad de dominio. Cualidades que jamás han nacido ni prosperado en los estériles predios de la ignorancia.

La ignorancia es una de las peores calamidades sociales.

“Un pueblo ignorante, decía Bolívar, es instrumento ciego de su propia destrucción”.

Los pueblos ignorantes llevan en su propia entraña el germen maligno que terminará por aniquilarlos. Con masas analfabetas los pueblos marchan hacia presidios y hospitales. La ignorancia conduce irremisiblemente al crimen y a la degeneración moral y física. “A la sombra de la ignorancia trabaja el crimen”, frase marmórea del Libertador. Estaba plenamente persuadido de que la educación es fundamento de toda grandeza individual, social, política y nacional. “La instrucción es la felicidad de la vida”, dijo en carta dirigida desde Lima el 25 de abril de 1825 a su hermana María Antonia; y el ignorante está próximo a revolverse en el lodo de la corrupción; se precipita luego infaliblemente en el lodo de las tinieblas y de la servidumbre”. He aquí marcadas con estigmas de fuego las secuelas de tan terrible mal: tinieblas, corrupción y servidumbre. El Libertador consideraba la instrucción como complemento esencial del individuo. “Un hombre sin estudios es un ser incompleto”, añade en la carta citada, a su hermana María Antonia. “La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del congreso”, exclamó en su inmortal discurso de Angostura. “Moral y luces son los dos polos de la República. Moral y luces son nuestras primeras necesidades”. Y en su decreto de 20 de junio de 1820 sobre patronato y dirección de colegios, fechado en Bogotá, añade: “… la educación literaria y civil de la juventud es uno de los primeros y más paternales cuidados del gobierno”. Bajo el punto de vista político la educación era para Bolívar condición indispensable para ejercer derechos políticos de tanta importancia como el de elector. Una de las condiciones para ser ciudadano activo, según el discurso de Angostura, era saber leer y escribir y profesar alguna ciencia, o tener algún grado científico”. Y en su discurso al congreso constituyente de Bolivia, 25 de mayo de 1826, en el que expone su teoría sobre los cuatro poderes políticos, al explicar su sistema electoral exige capacidad de parte de los electores: “No se exigen sino capacidades, ni se necesita de poseer bienes, para representar la augusta función del soberano; mas debe saber escribir sus votaciones; firmar su nombre y leer las leyes. Ha de profesar una ciencia o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le ponen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad y de la ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio del poder público”.

Ya en su admirable Manifiesto de Cartagena, una de las bases en que apoya su argumentación contra el régimen federal es la falta de preparación de sus ciudadanos para el libre y absoluto ejercicio de sus facultades. “Las elecciones populares hechas por los rústicos del campo y por los intrigantes moradores de la ciudad añaden un obstáculo más a la práctica de la federación entre nosotros; porque los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente; y los otros tan ambiciosos que todo lo convierten en facción; por lo que jamás se vio en Venezuela votación libre y acertada”. Sin el basamento de la educación no hay grandeza nacional posible. Bolívar lo expresó en frases lapidarias: “La nación será sabia, virtuosa, guerrera, si los principios de su educación son sabios, virtuosos y militares: ella será imbécil, supersticiosa, afeminada y fanática, si se cría en la escuela de los errores”. (Vicente Lecuna: Proclama. y Discursos del Libertador.)

FUENTES: https://www.noticieroficial.com/ – ARMANDO ROJAS.

Es mi criterio que, mientras los venezolanos no reconozcamos nuestra realidad, no podremos reclamar acertadamente nuestros derechos y los logros alcanzados seguirán siendo mancillados cíclicamente.

Si bien es cierto que es un Derecho Humano la remuneración al trabajo, no es menos cierto que los precios de lo que producimos no se pueden imponer, a menos que sea provisional y temporalmente, menos aún cuando nuestros costos de producción, por las políticas económicas erradas impuestas, están muy por encima de los precios internacionales de lo mismo que producimos y de mejor calidad.

Certeramente, supongo que ahí está el problema, en la relación costos de producción y precios. Mientras no se realicen estrategias reales y se estabilice la economía del país, seguiremos viendo cómo se destruye al sistema productivo nacional.

Maximiliano Pérez Apóstol

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