#OPINIÓN Por la puerta del sol -223-: Al mal tiempo… #17May

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Los malos tiempos no duran para siempre, pero los hombres valientes y de temple sí. Justo esos son los imprescindibles en un mundo donde nadie tiene fe ni siquiera en sí mismo.

En cualquier época llegan al mundo los momentos de pruebas económicas y de otra índole a las que hay que hacer frente. Precisamente fue en esta época de 1930 en la que ocurriera la primera Gran Recesión, crisis económica mundial que afectó todo, siendo el desempleo el que alcanzó cifras impresionantes. Esta situación golpeó a todos los niveles sociales. Aumentaban los problemas y las pérdidas, convirtiéndo todo en una verdadera pesadilla para los agricultores. 

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Fue un momento muy duro, para ningún agricultor fue fácil la lucha de sostener la vida con el producto de su esfuerzo destruido por el rudo invierno y la falta de dinero para comprar carbón. En momentos de tanta angustia y pérdidas, hacía falta la voz y ejemplo de alguien que incentivara el ánimo de los que no sabían qué hacer, abrumados ante semejante fatalidad. Apareció en escena un obrero que ahorraba todo lo que más podía para comprarse una granjita. Con el tiempo logró comprar una de 65 hectáreas. Sobrevino el gran hundimiento económico, viéndose obligado a aferrarse con todas sus fuerzas a las labores agrícolas de su finca esperando sobrevivir al cruel momento. En este desastre, escaseó el carbón y el dinero no alcanzaba. Mientras todo era un caos, este hombre se dedicó a recoger las mazorcas de maíz que dejaban los cerdos después de comerse los granos. Las mazorcas fueron utilizadas como combustible para la estufa y calentar otros lugares de la casa. 

La depresión asolaba al país y las lluvias de la primavera no llegaban. El poco maíz que aquel hombre había logrado salvar debería destinarse a la siembra o a la venta. “El que no arriesga no gana”. Sembró los granos de maíz y tazas de avena que le quedaban. Pasaron semanas sin que cayera una sola gota de agua sobre los sembrados. Se atestaron los templos implorando a Dios que se salvaran las siembras y sus tierras. Se secaron los ríos, los estanques, lagunas y manglares se convirtieron en fango donde los peces morían retorciéndose. El agua acumulada en el subsuelo apenas salvó algo del maíz. Recibió lo mismo de lo poco que había sembrado. ¿Qué hizo? Dar gracias a Dios de no haberlo perdido todo durante el año. “Gracias Dios tú me has devuelto mis semillas”.

El hombre pidió al banco un préstamo para recuperarse, el banco le prestó el dinero. Varios años después se inició en aquella región un tornado, situación que lo obligó a salvar a su familia y alejarse de allí. El tornado todo lo arrasó, hasta la casa cuya hipoteca estaba a punto de vencerse y de la que no quedaba nada. 26 años de arduo trabajo se perdieron en apenas diez minutos que duró el tornado…

Su fe era tan grande que se dedicó a reunir pedazos de lo dejado por el tornado para construir una nueva casa en la granja y lo logró. Al cabo de cinco años la hipoteca estaba saldada. Las mazorcas desde entonces fueron utilizadas por todos los granjeros como combustible, siendo el más osado entre ellos este granjero, reconocido como hombre de gran coraje, de fe en Dios y férrea persistencia.

Gracias a este hombre todos los granjeros recuperaron su fe, lucharon contra el pesimismo regresando a ellos las ilusiones de recuperar todo lo perdido…

Al mal tiempo, buena cara y mucha fe…

Amanda Niño P.

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