La ciudad de París es famosa por su condición de meca del arte en sus variadas expresiones, entre estas la pintura, música, teatro, cine y arquitectura. Una ermita del humanismo compuesto por historia, arte y cultura humana.
Una urbe de arraigada tradición teatral donde diariamente el público puede disfrutar de la puesta en escena de varias obras. Mientras que en las artes plásticas constituye una escuela mundial formadora de artistas.
Esas condiciones la han hecho sede del Museo del Louvre, una invención de la Modernidad al calor de la Revolución Industrial que trajo progreso a la humanidad. Un símbolo del arte y turismo universal.
El mismo alberga la célebre pintura figurativa de la Mona Lisa o Gioconda del italiano Leonardo da Vinci en el siglo XVI. Es la obra más visitada por el público que anualmente se suma por varios millones.
Un hecho que a lo largo del tiempo ha generado congestionamiento diario por las numerosas personas de todo el mundo que acuden a observarla.
Una solución al problema ha sido la propuesta de trasladar la pintura a otro lugar. Es la Gioconda como problema.
El lunes 16 de junio hizo crisis la situación al declararse en huelga su personal por agotamiento debido a la sobrecarga laboral. Ello más las condiciones adversas en las cuales trabajan por el desgaste de la infraestructura que lo hacen inadecuado por el masivo tráfico humano.
Lo cierto es que cuatro intelectuales larenses han pasado por sus espacios en distintas épocas.
En 1925 lo visita el pensador y periodista caroreño Cecilio Zubillaga Perera, comentarista de arte en los periódicos de esos tiempos en la región. Precisamente, una de las obras que observa embelesado es La Mona Lisa que lo deslumbra. Su identificación con la misma es total.
Entonces, en Europa bullían las nuevas expresiones del arte, entre otras la pintura con sus ismos. Ante lo cual Don Chìo reafirma su inclinación por el arte figurativo cuando afirma: “Me quedo con la Mona Lisa”. A su regreso a Carora escribiría una serie de crónicas sobre sus vivencias en el Louvre.
Luego en 1967, los pintores larenses Esteban Castillo, Servideo López y César Andrade se instalan en la capital gala por motivos de estudio.
Los tres también disfrutan esa maravillosa experiencia de apreciar en caliente esta obra de arte concebida en el Renacimiento Europeo. La grata convergencia de dos tiempos en la historia del hombre por medio del arte y la cultura.
Un testimonio visual de cuando el artista luchaba por alcanzar la libertad de creación. Derecho negado por la vieja y dogmática caparazón de la Edad Media con su demoledora maquinaria de la Inquisición, impuesta por el Papa Caraffa, Pablo IV, el terrible.