La sal ha tenido en la historia de la humanidad un valor que no es solo económico o alimentario, sino que está dotada de extraordinarios valores simbólicos y espirituales. Este metal no ferroso, conocido milenariamente como “oro blanco”, recurso estratégico que conectó comunidades muy alejadas entre sí, y se constituye en un factor primordial de civilización y cultura en todos los pueblos de la Tierra. La sal es un componente primordial para la vida en general. En la dieta humana es imprescindible para mantener el equilibrio de los fluidos corporales, también es un elemento central en la metalurgia, las curtiembres, la conservación de alimentos, y ha sido usada como medicamento en los sistemas médicos tanto en el presente, como en la antigüedad, nos dice Lilian Arvelo.
- La sal en el viejo mundo
La humilde sal, la única roca comestible por los seres humanos, ha sido desde tiempos muy remotos un factor de primer orden en la comunicación y contacto de los pueblos. Está presente en todas las gastronomías del mundo: como condimento y como efectivo conservante de pescados y carnes. Ha tenido este mineral enorme poder simbólico pues de ella deriva la palabra salario, y el uso frecuente que se le da en los textos sagrados, tanto de oriente como de occidente: significa pureza, santidad, sabiduría, fidelidad. “Yo soy la sal de la vida”, decía Jesucristo. El profeta Mahoma aconsejaba iniciar y terminar las comidas con la sal. A menudo las rutas de la seda y la sal coincidían y se complementaban.
Se conocen desde el neolítico las salinas cercanas a Barcelona en España. Ella da nombre a Salzburgo en Austria, nombre que significa “ciudad de la sal”. Los romanos tomaron de los celtas la extracción y el uso del mineral, a tal punto que la mayoría de las ciudades del Imperio se edificaron en las cercanías de las salinas. La agregaban a diversos vegetales y verduras, por lo que de allí deriva la palabra ensalada. El griego Estrabón, padre de la geografía, escribe que la sal más apreciada en Roma procedía de Borgoña, Francia.
La primera mención escrita del uso de la sal viene de China, zona de Zhongba, durante el año 2000 antes de nuestra era, empleada en la fermentación de alimentos. En Egipto antiguo se ha encontrado evidencia desde 3000 antes de nuestra era de su uso en salazones para conservar restos humanos y producir jamones. En la Edad Media europea dos ciudades monopolizaron la venta y tráfico de ella: Venecia y Génova. El famoso jamón serrano español y el de Bayona, Francia, el embutido salami italiano y húngaro, los distintos quesos curados, manchego, parmesano, gouda, auténticas joyas de la gastronomía, vienen de esta época.
Benvenuto Cellini se hizo famoso al diseñar saleros en oro durante el Renacimiento. El roguszys de los países del Este europeo es una deidad que provoca el encurtido con sal de las verduras. Debemos a la “Pérfida Albión” las suculentas anchoas en salazón que acompañan pizzas y cervezas gélidas, así como el kétchup salado que hogaño se consume casi dulce con el agregado de tomates americanos. La Revolucion Francesa de 1789 elimina “por odioso” el impuesto de la sal, La Gabelle, origen de frecuentes motines en el país. Fue un español, Bernardino Gómez de Miedes quien escribe un colosal tratado sobre la sal en tres volúmenes: Comentarios acerca de la sal, 1579. La casa de Austria la monopolizó en el inmenso imperio español de entonces. Napoleón Bonaparte restituyó el impuesto a la sal que la Revolución había abolido por odiosa. Necesitaba dinero para sus guerras.
La sal en América precolombina
Los antiguos Mayas hacían largos recorridos para extraerla de las costas del actual Belice. La ciudad-estado de Tikal consumía 130 mil kilogramos por año. La sociedad militarista de los aztecas la asociaban al prestigio y cortaban a menudo su suministro a pueblos que se les resistían, como los Tlaxaltecas. La sal y el jade eran parte esencial de su cosmovisión. La empleaban como primitiva moneda para exigir tributos imperiales a los pueblos sometidos. En los Andes peruanos y ecuatorianos era símbolo de estatus social y se usaba en ceremonias religiosas pues se la consideraba una excrecencia de los dioses. Las salineras del Cusco eran el epicentro productivo del vasto imperio Inca. Las minas de sal de Zipaquirá eran esenciales para la economía de los Chibchas en Colombia.
Las rutas de la sal en Venezuela anteriores a Cristóbal Colón
Antes de adentrarnos en las rutas de la sal en nuestro territorio, debemos hablar de la Teoría H. Ella fue planteada en 1943 por el antropólogo estadounidense Cornelius Osgood y sostiene que en Venezuela penetraron diversos pueblos, los arawacos y los caribes. Dos ejes migratorios poblaron a Venezuela precolombina, el occidental de los arawacos en el trazo izquierdo de la H, y el oriental de los caribes en el trazo derecho de la H. La barra horizontal de la H indica las interrelaciones y los contactos culturales entre ambos ejes migratorios.
De modo pues, que no nos extrañe que las rutas de la sal precolombinas siguieran las trayectorias de esta letra, es decir desde la costa del Mar Caribe o de Las Antillas hasta penetrar muy hondo en la masa continental suramericana. Dos importantes centros salitreros observamos en la costa caribeña: las salinas de Araya en el oriente del país, y las salinas de la península de Paraguaná, Guaranao, Los Taques y Coro al occidente.
Luis Eduardo Cortés Riera