#OPINIÓN Paz de todos, en todos y para todos #20Sep

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El domingo 21 de septiembre es el Día Mundial de la Paz, así lo celebra desde 1982 la Organización de las Naciones Unidas. Posteriormente, en 1999, su Asamblea General aprobó la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, la cual se entiende fundada en valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida, basados en el respeto a la vida, la soberanía, los derechos humanos, el derecho al desarrollo, a la igualdad entre hombres y mujeres, a la libertad de expresión, opinión e información y la adhesión a los principios de libertad, justicia, tolerancia, solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendimiento a todos los niveles de la sociedad y entre las naciones.

El programa de acción incluye medidas de promoción de la paz desde la educación, del desarrollo económico y social sostenible, el respeto a los derechos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres, la participación democrática, la promoción de comprensión, tolerancia y solidaridad, la comunicación y libre circulación de información y conocimiento, y la promoción de la paz y la seguridad internacionales.

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La paz es una aspiración humana tan válida como antigua y frustrada. En 1961 San Juan XXIII, publicó su encíclica Pacem in Terris o Paz en la Tierra, sobre la paz entre todos los pueblos, que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. La sabiduría del “Papa Bueno” como se llamara al pontífice Roncalli, lombardo de origen, atinaba en la puntería, porque si la paz tiene enemigos, ellos son la mentira, la injusticia, el odio y la opresión o la esclavitud.

Comienza la carta, como es lógico por el fundamento de la convivencia humana que es la dignidad de la persona humana natural y trascendente, dotada de derechos y deberes. Unos derechos y deberes naturales han de ser respetados y promovidos en esa realidad “principalmente espiritual” que es convivir.

Dicho lo principal, habla la encíclica de las relaciones entre los poderes públicos y el ciudadano. El bien común es la razón de ser de la autoridad, lo cual comporta para ésta deberes como promover y respetar los derechos y facilitar el cumplimiento de los deberes, armonizar con equilibrio derechos y deberes, contribuir a un ambiente social que favorezca el ejercicio y cumplimiento de derechos y deberes, promover el equilibrio entre desarrollo económico y la justicia social, evitar privilegios y no ahogar la iniciativa privada, ordenación jurídica del Estado orientada al bien común, estímulo a la participación libre de los ciudadanos en un marco constitucional de derechos humanos, estructura y funcionamiento de los poderes públicos y la relación de éstos con los ciudadanos.

En cuanto a la separación de poderes que considera muy conveniente por garantizar y proteger al ciudadano, especifica: “El poder legislativo debe atender a la moral y a la realidad del momento; el ejecutivo debe aplicar la ley con sentido realista; el judicial debe proceder con independencia. El ciudadano y las entidades intermedias deben tener tutela eficaz”.

En el plano de las relaciones entre los Estados, recordemos que el mundo está en plena “guerra fría”, les recuerda que son sujetos de derechos y deberes y que “Sus relaciones están sometidas al orden moral”. Es decir que no vale todo.

Aboga por relaciones internacionales basadas en la verdad, la justicia –zanjar las diferencias no por la fuerza sino con soluciones equitativas de mutuo acuerdo-, en la solidaridad, mediante la colaboración y la asociación, y en la libertad, ninguna nación debe oprimir a las otras. El camino es el derecho. “La guerra no es ya un medio para resarcir el derecho violado.”

Partidario, como Maritain, del establecimiento de una autoridad mundial, porque “La interdependencia de los Estados en todos los campos es hoy un hecho y una necesidad ineludible…” La ONU que ha comenzado con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre puede ser un primer paso.

Encuentro a Paz en la Tierra de Juan XXIII, precursora de la Declaración de la ONU de 1999. En este mundo nuestro, marcado por conflictos, acosado por diversas formas de violencia y armamentismo, que el Día Mundial de la Paz sea de reflexión tan sincera como profunda y nos anime a acciones concretas para buscar la paz, empezando dentro de nosotros mismos, si de verdad queremos promoverla en el país y en la humanidad toda.

Ramón Guillermo Aveledo

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