#OPINIÓN Vanidad #15Mar

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Es una pieza musical cuyo autor es el compositor chileno Armando González Malbrán, que cantó Marco Antonio Muñiz, pero que mi hermano Asdrúbal Amaro la cantaba de manera hermosa. Recuerdo las palabras de nuestra anciana madre, sus expresiones de admiración y gozo por su talento. Se emocionaba cuando aquellas frases, de esa pieza musical, acompañadas con la armonía de los acordes de guitarra, salían de su boca. “Vanidad con las alas doradas yo pensaba reír y hoy me pongo a llorar”. Cada vez que la visitábamos en la casa materna, a menudo la encontrábamos tarareando una canción y dando gracias a Dios. ¡Era una mujer de fe!

Pero el término vanidad y su concepto van más allá de la simple definición como la conocemos. Normalmente asociamos el uso o la definición de esa palabra con arrogancia, presunción o envanecimiento y cuando queremos evaluar a una persona por lo que nos parece, le calificamos de vanidoso. La Real Academia la define de una manera corta y precisa: “Caducidad de las cosas de este mundo”. Traduce entonces que, todas las cosas que podamos obtener en esta vida, son pasajeras. Efímeras. Caducan rápidamente. Hoy están, mañana no. En el contexto de su exégesis en la Santa Biblia viene del Hebreo Hébel, «suspiro», «nada». Su significado original es «aliento» o «vapor». “¡Cuán transitoria es nuestra vida! Apenas se han desarrollado nuestras facultades físicas y mentales, cuando la muerte nos sorprende. Algo que existe ahorita, pero que igual, al rato puede desaparecer.

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Pero si alguien definió el concepto de una manera exacta fue el Rey Salomón. Quien, el final de sus días los vivió lleno de amargura y arrepentimiento, porque lo material lo apartó de su Creador. Y arrepentido nos deja una gran lección, que si lo siguiéramos, pudiéramos absorber un poco de esa sabiduría, tener paz y evitar la tormenta.

“Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa. También tuve posesión grande de vacas y ovejas, más que los que fueron antes de mí en Jerusalén. Allegué plata y oro, y tesoro preciado de reyes y provincias. Procuré cantores y cantoras, deleites humanos e instrumentos músicos de toda suerte. Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. … No negué a mis ojos ningún deseo, ni aparté mi corazón de placer alguno. … Miré luego todas las obras que había hecho, y el trabajo que tomé para hacerlas; y vi que todo era vanidad y correr tras el viento, sin provecho debajo del sol.” Ecl.2:7-11

Es evidente, que la enseñanza que nos dejan estas reflexiones, tienen que ver entonces, con las cosas que son fugaces, temporales, frente a aquellas que son eternas. Nos afanamos por lo material, algunos entregan su vida, su dignidad, honestidad y reputación. Dejan familias y amigos de toda la vida. Prefieren quedar solos por la riquezas, el poder y los deleitas del mundo, olvidando que todo pasa y se acaba. No es renunciar a los deleites y bendiciones que Dios nos da o nos quiere dar con trabajo honesto. Por ello el Rey concluyó “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad” Ecl.1:2. Y remata con esta frase. “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” ECl.12:13,14. ¿Cómo les parece?

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¡Hasta la próxima semana Dios mediante por la WEB!

William Amaro Gutiérrez

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