Familias campesinas de Crespo necesitan atención

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En el municipio Crespo, las comunidades rurales están en desventaja con el resto de la población. A pesar de ser una zona valiosa en la cual labran una de las mejores agriculturas de la región, no cuenta con el completo respaldo de las autoridades de esa vecina localidad, ubicada a unos 45 minutos de Barquisimeto.

El Mamey, un caserío de la parroquia Fréitez, es la prueba fidedigna de que las cosas no se están haciendo bien en cuanto a la gobernabilidad: su gente está más pobre cada día. En un recorrido por el sector, la miseria sale a la puerta para demostrar por sí misma lo carente que está de un presente mejor. Los servicios públicos los hay a medias.
María Mercedes Suárez Hernández, habitante, contó que los años pasan sin que ocurra el mínimo progreso en la comunidad. La electricidad que tienen en la humilde vivienda donde convive junto a su hija con discapacidad mental, es tomada de forma ilegal de los postes que se encuentran en la vía principal. La luz es robada, no escatimó en decir.
La consecuencia que deja el servicio eléctrico ilegal, además de los riesgos de manipular los cables, es la carga insuficiente que llega hasta las casas. “La electricidad que tenemos no alcanza para encender el televisor: los niños no tienen ninguna distracción, salvo, los juegos entre ellos dentro del campo”, comentó la señora de la tercera edad.

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¿Hijos de nadie?
Sólo la providencia divina sostiene a las familias de El Mamey. Miriam Salcedo, madre de tres niños, de tres y dos años, además del bebé que crece dentro de su vientre, es el segundo testimonio del drama social del municipio Crespo. Apenas una pequeña muestra de las tantas deficiencias que desmejoran la calidad de vida de los ciudadanos, de los larenses residenciados en municipios foráneos.
“Hace ocho meses presenté una carta en la Alcaldía de Crespo, con la esperanza de que me construyan una casa y no he recibido respuestas. Vivo con mis hijos y esposo en la casita de bahareque que, por desdicha, está cayéndose de lo vieja y debido a las lluvias recientes. Nadie se acuerda de nosotros, ni siquiera en época electoral”, sostuvo la joven madre.
En la casa de bahareque donde habita, las culebras y chipos, los mantienen angustiados. El barro y arcilla, materiales con los cuales hicieron la modesta residencia donde conviven cuatro personas, atrae a las alimañas propias de las zonas rurales. Una vivienda confortable, sin duda, traería tranquilidad a esta familia de la parroquia Fréitez, sólo que mientras más ponen la confianza en las autoridades, más dura es la decepción entre los habitantes.
Cuentan también que las pocas casas construidas con financiamiento del Gobierno nacional presentan “goteras” en los techos y filtraciones en las paredes. La situación, de igual forma, ha sido comunicada a los organismos correspondientes pero no acuden a supervisar y reparar los daños en las infraestructuras familiares.

Aislados
Asimismo solicitan un mayor números de unidades de transporte público, de unidades rústicas donde puedan trasladarse hasta los rincones del caserío emblemático de la parroquia Fréitez.
Los vehículos que actualmente trasladan a los usuarios, son insuficientes y tienen desperfectos en la tapicería, entre otras partes de los automotores, brindando inseguridad a las personas que los utilizan.
Explican que en fines de semana, la odisea para llegar hasta sus hogares es muy deprimente, debido a que caminan largos kilómetros para estar con los suyos: “No hay taxis ni camioneticas”.
En este sentido, piden la colaboración de la autoridad local, a fin de que solucione la situación.

Fotos: Ángel Zambrano

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