EL DEBER DE LA VERDAD

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Todos los voceros responsables del país han respetado la condición de salud del Presidente de la República, aunque las informaciones recibidas han sido parciales y muy imprecisas. A pesar de ello, la propaganda oficial bombardea todo lo contrario en acusaciones y señalamientos descaradamente falsos por las televisoras, radioemisoras y periódicos del denominado sistema de medios públicos, así como por Twitter y Facebook en cuentas abiertas o encubiertas, pero ese no es el tema.

La semana pasada, el secuestro express fue la materia prima de las conversaciones cotidianas capitalinas, a causa de su escandalosa frecuencia. Ese tema difícilmente encuentra lugar en la agenda oficial. También la violencia por las secuelas del asesinato de la hija del Cónsul chileno en Maracaibo y la participación de efectivos del CICPC, un cuerpo policial profesional severamente lesionado por la manera de gobernar estos trece años y, más hacia el final, el ataque, con toda la apariencia de una ejecución del sicariato, al ex gobernador de Apure Aguilarte, forzada su renuncia por pública exigencia presidencial. Tanto le cuesta al Gobierno asumir esta materia, que el Ministro de Relaciones Interiores y Justicia omitió el número de homicidios cometidos en el año de la cuenta en su informe a la Asamblea. Fue una marca histórica, pero no le pareció relevante como para colocarla en su rendición de cuentas ante el Poder Legislativo. Pero ese es un tema, solo uno de un angustiante rosario que incluye la precariedad del empleo, el endeudamiento público, los precios altos y la falta de producción, la crisis de la vivienda, el deterioro inocultable de Pdvsa.
Es humanamente comprensible que para el señor Presidente y su familia, la curación de la enfermedad que lo aqueja sea la prioridad. Lo contrario no sería natural. Pero, ¿y el gobierno de este país? Las carencias de la gestión de estos trece años se han acentuado con las complicaciones en la salud presidencial, lo cual es lógico cuando el poder de decisión, y la legitimidad para explicar y defender lo que se hace o se deja de hacer, están tan concentrados en una persona. Ya el país ha pagado un alto precio por el centralismo, el estatismo y el personalismo concentrados, una combinación inoperante e inconcebible pasada la primera década del siglo XXI, pero sus males se agravan y sus consecuencias empeoran cuando la persona que concentra el mando no puede ejercerlo sino muy parcialmente.
El domingo pasado recibimos la noticia de un nuevo viaje presidencial a La Habana para someterse al tratamiento de radioterapia que la fue prescrito. La duración del tratamiento se estima, según la propia palabra del mandatario, en “cuatro o cinco semanas” por lo cual será requerido que esté “yendo y viniendo”, pero no descartó la opción de que alguna sesión de radioterapia sea en nuestro país.
El secretismo, la opacidad en el manejo de la información, han contrastado desfavorablemente con casos latinoamericanos recientes como Lula Da Silva y Dilma Russef en Brasil, quien además estaba en campaña electoral y optó por la verdad, y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. ¿Para qué ha servido ese misterio? Pues para alimentar rumores, conjeturas, versiones parcial o completamente imaginarias que acaban creando un ambiente de inestabilidad muy negativo para los venezolanos. La obvia consecuencia de no decir qué tipo de cáncer padece y dónde es que la gente piense que es algo peor de lo que se admite, y no es un secreto que todos los días circulan por Internet versiones al respecto.
El Presidente, además, es candidato a otro período constitucional de seis años. Lo que supone que debe estar en condiciones físicas y psicológicas de enfrentar la campaña por seis meses y los deberes del gobierno durante un sexenio. ¿No es lógico que se informe al país claramente para que los ciudadanos sepan a qué atenerse? ¿No es una obligación de quien está buscando que le den una responsabilidad de tal calibre demostrar que estará en condiciones de asumirla?
La Unidad y su candidato han repetido que se preparan para una candidatura del actual Presidente y que decidir otra cosa corresponde al Psuv. Ese no es el problema. Pero hay una cuestión de respeto hacia los venezolanos.
Creo que llega la hora en la cual la verdad es un deber imposible de soslayar.

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