Entre canallas no hay honor

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El máximo líder del primer embate de barbarie organizada contra la incipiente Venezuelafue el bestial Lope de Aguirre: Consu colectivo criminalde“marañones”se alzófrente a la autoridad en 1561. Atravesaron el río Amazonas desde el Perúal Atlántico, y cayeron como lobos hambrientos sobre la indefensa Isla Margarita. Pasaron luego a Tierra Firme donde Aguirre fuetraicionado yacorralado en la naciente Barquisimeto. Terminó rematado por la bala de un secuaz que así pretendióquisoatenuarlas tropelías detoda la pandilla.

Durante la Independencia, apareció otro caudillo criminalllamado José Tomás Bobes, que levantó un salvaje contingente encruenta guerra de razas y clases, emulando la atroz experiencia sufrida por aquellos tiempos en la aúndesventurada república de Haití.Aquel desalmado murió en Urica, atravesado de una lanza que salió desde su propio colectivo.

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Medio siglo después saltó otro despiadado facineroso – el traficante esclavista Ezequiel Zamora – que con pandillas desalmadasdevastó al país en atroz Guerra Federal, saqueando, quemando y matando a cuanto ser humano supiese leer y escribir. Uno de sus propios forajidos lo paró en seco con una bala por la espaldaen la batalla de Santa Inés.

Décadas más tarde apareció el terrible Cabito Castro que se apoderó del país con un rústico y brutal colectivo de “chácharos”, instaurando un delirante y servil culto a la personalidad que terminó en la inesperada traición del más leal de sus compadres.

Para 1945 asaltó el poder unentonces radical grupo revolucionariomontado enel músculo de una logia militar (“plus çachange”), la misma que tres años más tardeterminó echándoles del país; y una década despuésfue suplantada por otrosoficiales del propiorégimen. La historia poco recuerda a los coroneles Casanova, Romero Villate, Araque y Quevedo.

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Sucede que para cortar cabezastiránicashay que estar muy cerca de ellas. A la hora de las chiquitas, cuando todas las presiones se juntan, el golpe de gracia a muchas dictaduras aparece dentro de su propio entorno. ¿Por qué? Sencillamente, por la deleznable calidad humana de aquellos que forman sus filas.

Ante semejante caterva cualquier razón sirve a la hora del “sálvese quien pueda”, cuando sus tarugos dejan de sentirse guapos y apoyados. Lo de la fiscal venezolana no es más que la punta de un forúnculo que apenas comienza a brotar el pus de suprecario entramado de complicidad, cobardía, amenazas y chantajes.Saltarán muchos más a medida que suban las presiones: Entre canallas no hayvalor, honor, ni lealtad que perdure.

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