“La ciudad es como un enorme escenario que no tiene espacios en blanco ni vacíos, que puede considerarse como una obra abierta en permanente transformación, en constante ampliación dentro de la continuidad y superposición de discursos plásticos”.
Así comenzó, en julio del año pasado, la muy apreciada en el mundo cultural museógrafa Myriam Robles, una conferencia sobre arte en la ciudad dictada en EL IMPULSO.
Y aunque Robles ya se marchó de este mundo, su legado en el área cultural y especialmente sobre el tema de arte urbano, queda como punto de referencia obligatoria.
Ahora que nuevamente cobra importancia en la opinión pública el tema de la agresión al arte urbano, debido al reciente daño ocasionado a las orejitas de las ovejas que acompañan la escultura de la Divina Pastora en la redoma de Santa Rosa, merece la pena detener la marcha, escuchar lo que grita la ciudad y actuar en consecuencia.
En aquella conferencia de la exdirectora del Museo de Barquisimeto, se hizo referencia a la rapidez con la cual anda el ciudadano y la poca atención que presta a las obras que se cruzan en su camino.
La conducta no es necesariamente por apatía o descuido, sino porque no existe en Barquisimeto una política educativa, cultural y hasta turística que articule el lenguaje estético de las obras de la escena pública e invite la mirada de quien le rodea.
Sin embargo, sí son asunto de interés para quienes andan con una lata de aerosol en la mano (o un martillo), en la oscuridad de la noche buscando atacar.
Seguridad y educación
De entrada, valdría pensar que se trata de un problema de educación ciudadana.
El primer resultado al ver pintas en el Monumento al Sol Naciente, del maestro Carlos Cruz Diez; al mural Geometría y Color, de Esteban Castillo o daños en la estructura de las ovejas del Monumento La Pastora, es la falta de educación en el barquisimetano, que ataca sin apreciar el valor de lo artístico, de lo patrimonial.
Decía Myriam Robles en aquella conferencia que “con las obras de la ciudad hay que hacer un trabajo de curaduría, articularlas mediante recorridos y eventos bajo un criterio de relaciones. Que la gente las palpe, las conozca y en consecuencia, que las cuide”.
Para la profesora Claudia Rodríguez, directora de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela en nuestra ciudad, la agresión es sinónimo de vandalismo y de un profundo desconocimiento de lo que se tiene.
“No me extrañaría que mañana amanezcan rayados los murales de la avenida Ribereña o el de Villalón de la avenida Venezuela”, se lamenta.
Considera que tanto medios de comunicación como escuelas de arte, artistas y fundaciones, deben iniciar una campaña educativa sobre las obras desplegadas en la ciudad.
“Nadie valora lo que no conoce”, añade.
Por su parte, está la responsabilidad de las autoridades de seguridad, las cuales deben reforzar sus recorridos y estrategias de vigilancia a lo que también representa riqueza de la ciudad.
“Es tan agresiva una pinta en uno de los rayos del Monumento al Sol Naciente, como colocarle animalitos de Disney y Reyes Magos en época de Navidad. Esa obra no está concebida para adornarla con ningún elemento distinto a los que ya tiene”, decía Robles.
Identidad y pertenencia
Nadie se atreve a rayar la estatua de Simón Bolívar en la plaza del centro de la ciudad o hacerlo con una bandera de Venezuela. Son elementos que pertenecen a la identidad del ciudadano, lo cual debe suceder con sus edificaciones, obras de arte, entre otras.
Ahí vemos que respetamos más o menos el Obelisco. Aún estamos inmaduros en el tema de arte en la ciudad, sin embargo, debemos convocar a la gente de la Facultad de Humanidades de la UCLA para que tome las riendas. A la ciudadanía hay que educarla.
La responsabilidad, subrayó la directora de Arquitectura de la UCV, es de todos.
Fotos: Edickson Durán
