TEORÍA POLÍTICA Y CONTEXTO EPOCAL

Esto no significa ponerle fin a las ideologías y a los vuelos de la imaginación que incita la ciencia política, mucho menos, el de pretender resguardarnos en un placentero empirismo al mejor estilo inglés. De lo que se trata, en todo caso, es del entendimiento y explicación del hecho político actual, sobre todo, el de algunos líderes gubernamentales, cuyos pensamientos y acciones, en pleno siglo XXI, se sustentan en teorías decimonónicas que contrastan con el contexto de cambios y de devenires que vive la humanidad.
En este lapso de la historia caracterizado por la entrada en escena del “Informacionalismo”, realidad que devela visiones del mundo en pugna con el sistema de ideas y con el inventario tecnológico que le dan sustento al saliente paradigma del “Industrialismo” y en donde se aprecian transformaciones sustantivas en las relaciones de producción y en el marco cultural de la ciudadanía que moldean nuevos modos de producción, los agentes políticos están obligados a mostrar una postura teórica abierta, deslastrada de amarres con los pretéritos enfoques del pensamiento político, de tal manera de poder interpretar este nuevo escenario para su debida comprensión y transformación. Bajo el amparo de herramientas conceptuales desfasadas de la realidad imperante, no se tendrá una visión de lo que nos rodea ajustada a su estricta dimensión y por lo tanto, nuestras decisiones y actos no estarán revestidas de la necesaria coherencia con las nuevas exigencias que demandan las actuales circunstancias de la sociedad.
Es incomprensible que en pleno cambio epocal, en donde la racionalidad del “Informacionalismo” se impone y arropa a la del “Industrialismo”, todavía existan pretensiones de imponer presupuestos teóricos que en nada ayudan a comprender a nuestro presente, complejo y cambiante, y mucho menos, a construir nuestro futuro bajo la premisa de la redefinición de nuestros fines y de los medios necesarios para alcanzarlos; pretender abordar un mundo “barnizado” de cuestionamientos en su visión de futuro, en sus morales y en su enfoque de desarrollo través de planteamientos que intentaron esclarecer diferencias y contradicciones en el accionar del hombre en contextos socio-políticos particulares del siglo antepasado, resulta, por decir lo menos, caricaturesco.
No existen, por lo tanto, las condiciones sociológicas que puedan justificar que en plena época del informacionalismo se abrasen y se confundan en un mismo planteamiento político, ideas apartadas de la lógica progresista que reclama este siglo XXI, como por ejemplo, las de Maquiavelo en relación al desarrollo de actividades que apuntan hacia “El Estado Autosuficiente”; las pregonadas por Hobbes, en su formulación de una “filosofía del Absolutismo”, cuya idea medular es la consolidación del Estado a través de un poder único y centralizador y las de Lutero, según las cuales, se justifica la persecución de todos aquellos que no comulgan con sus propios preceptos religiosos, estas últimas, por supuesto, transmutadas a la esfera de lo político.
Estado Autosuficiente, Filosofía del Absolutismo y Persecución del adversario como ideas centrales que adoban la teorización política en el transcurso de esta época, no puede tener otra razón en las mentes de quienes las pregonan, que la de seguir agitando el espectro que contra natura todavía pretende sobrevivir en el presente siglo: el totalitarismo.