“…Y el pobre en su choza, libertad pidió”

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Dictamen
Cuando la opresión se dosifica puede pasar desapercibida para un sector de la población que poco a poco se va acostumbrando a ella sin advertir la perdida de sus derechos fundamentales y la libertad misma. Es hora de hablar de este tema para denunciar la tiranía de Chávez y estimular el cambio ciudadano y democrático que concretaremos el próximo 7 de octubre.
La última vez que ganó Chávez una elección presidencial (2006) hubo consecuencias en este sentido. Su triunfo sirvió de impulso para sacar del aire al primer canal de televisión venezolano que contaba para la época con mayor audiencia. El cierre de RCTV no fue una agresión contra unos empresarios, sino contra todo un pueblo que perdió en ese momento el derecho a elegir y decidir por si mismo. La sustitución de RCTV por una televisora estatal socialista, simplemente le quito opciones de entretenimiento, información y participación a la gente que cada vez más está siendo sometida por eso que llaman la hegemonía comunicacional con fines ideológicos, donde el pensamiento critico y la denuncia ciudadana desaparecen. Fue sin duda un atentado contra la pluralidad, la libertad de expresión e información y la democracia misma. Ahí está por cierto hoy Tves prohibiéndole al resto de los canales la difusión de cualquier imagen de las olimpiadas. Lo mismo pasó en las radios hoy autocensuradas luego del cierre de más de treinta de ellas a nivel nacional.
Igualmente debemos recordar que a partir de esa última elección arreció también la persecución política. Chávez se dio el lujo de mandar a poner preso en cadena nacional a quien fuera su contrincante electoral, quien además acababa de ganar unas elecciones para convertirse en alcalde por voluntad popular. Nos referimos a Manuel Rosales hoy exiliado político. También vimos como el presidente “condenó” a cadena perpetua a una jueza que tomó una decisión autónoma en el marco procesal. Esto y mucho más ha pasado en estos años, conformándose un cuadro de indefensión del ciudadano y de monopolio de un Estado militarista opresor que ejerce el poder sin controles. No se trata de agresiones individuales, todos esos abusos son en definitiva contra el pueblo que va perdiendo poco a poco la libertad.
Pero en el marco de esta campaña también le hemos visto el rostro a la tiranía, lo que sin duda debe servir de advertencia sobre el futuro inmediato en caso de otra reelección del emperador. La multa a Gobovisión y la persecución militar que se intentó dar en contra de las tres millones de personas que votamos en las primarias, son suficientemente elocuentes sobre el talante del gobierno. Pero recientemente llegaron aún más lejos, amenazando con la cárcel al candidato presidencial opositor en plena campaña electoral, algo nunca visto. Un mensaje vía twitter fue suficiente para que todo el aparato propagandístico encabezado por Chávez en sus cadenas, comenzara un campaña para condenar a Capriles por supuesto forjamiento de un documento militar. Dirigentes del PSUV, de Diosdado Cabello para abajo, solicitaron una investigación penal en fiscalía debido a un “tweet” de un candidato presidencial; increíble. Y en el plano local, no puedo dejar de mencionar y condenar la reciente suspensión de los espacios televisivos de dos excelentes periodistas como son Alfonso Avendaño y Norberto Herrera, quienes por orden directa del candidato a gobernador del PSUV tuvieron que abandonar sus tribunas en Telecentro que habían construido con tanta dedicación. Así estamos.
Pero que no crean los incautos que la represión es sólo contra los medios de comunicación y la dirigencia política. El pueblo es quien en definitiva ha perdido más libertad y dignidad durante este régimen militarista inspirado en el castro-comunismo. Hoy en día el pueblo tiene que hacer mercado un día específico a la semana según su cédula de identidad para comprar lo que haya y con raciones impuestas. Igualmente debe hacer una cola de tres días y dormir en la calle para poder comprar una lavadora o un televisor. Y si se trata de obtener un derecho constitucional como una vivienda o una pensión, debe ponerse la camisa roja y militar en el partido de gobierno. Todo esto es apropósito y responde a una pretensión de control social donde todos dependamos del gobierno para que este mantenga el poder perpetuamente.
Hasta la gasolina está siendo ya objeto de racionamiento con el dispositivo conocido como el Chip. ¿Por qué en vez de controlar el contrabando, se prefiere someter a la población inocente a un racionamiento? El mismo Chávez en un brote de sinceridad dijo que esa era la manera de rendir la gasolina barata y combatir el “derroche” de combustible. O sea, no es el contrabando sino el consumo lo que se pretende controlar. Si ese esquema aplica para lo único que producimos, imagínense lo que pasará con el resto de productos que debemos importar de otros países. La cartilla o libreta de racionamiento cubana ya llegó y no nos dimos cuenta. Todo esto es parte del sometimiento y la opresión a un pueblo, que va conformando poco a poco una dictadura totalitaria. Hace poco una dirigente de base del PSUV agradeció por VTV al gobierno por haber llevado la feria del asfalto a Barcelona con estas palabras espeluznantes: “Aquí no tenemos agua, luz ni asfalto, pero gracias a Chávez ya tenemos el asfalto”. Y esto pasa luego de catorce años en el poder y con el precio del petróleo sobre los cien dólares. Ni hablar de la delincuencia desbordada que también somete a la población que vive bajo secuestro permanente, sin que el gobierno se ocupe de la situación y proteja la vida de la gente. ¿Cuan independencia? ¿Cuál democracia?
No podemos cambiar nuestra libertad por un ticket canjeable por una nevera, pensión o vivienda. Vamos a construir juntos un país de oportunidades para todos. Escuchemos bien nuestro himno nacional: “Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó la ley respetando la virtud y honor. Abajo cadenas gritaba el señor, y el pobre en su choza libertad pidió. Gritemos con brío, muera la opresión”. Este 7 de octubre: “¡Arriba Venezuela!”.
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