El Megaconcierto de El Sistema celebró la música y la medalla de oro de Venezuela

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La noche del miércoles 01 de agosto, en la Plaza de Toros de Valencia,  los carabobeños sentían el pecho inflado de orgullo. No sólo tenían ante sus ojos a su Sinfónica Juvenil de Carabobo tocando hombro con hombro con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, sino que, apenas unas horas antes del concierto, habían escuchado el Himno Nacional de Venezuela en las Olimpiadas de Londres 2012, gracias al triunfo del esgrimista  venezolano, Rubén Limardo, ganador de la medalla de oro.

Nadie se lo esperaba, pero una vez que dirigió la primera obra de la noche, la “Obertura” de la Ópera Carmen, de George Bizet, Dudamel no aguantó la tentación, tomó el micrófono y dijo: “Qué alegría estar aquí compartiendo la belleza de la música y la armonía en un día glorioso en el que Venezuela, a través de nuestro compatriota Rubén Limardo Gascón, tiene una medalla de oro en Londres 2012. Lo único que se puede decir es ¡Viva Venezuela!”.

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Bastó que el maestro Gustavo Dudamel mencionara este episodio en el escenario para que el concierto entrara en una atmósfera particularmente cargada de emoción que continuó con la Guía Orquestal, de Britten, la misma obra con la que los venezolanos inauguraron el London Festival en junio, para celebrar justamente las Olimpiadas Culturales.

El público aplaudió la música y también las buenas noticias: en el concierto se firmó un acuerdo entre la Alcaldía Bolivariana de Valencia, presidida por Edgardo Parra, y la Fundación Musical Simón Bolívar, órgano rector del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela -adscrita a la Presidencia de la República-, para el otorgamiento de becas a los miembros de la Sinfónica Juvenil de Carabobo, una orquesta que ya se ha convertido en una de las más importantes de Venezuela, con importantes proyectos de internacionalización. También aplaudieron que el Ensamble de Metales de Carabobo mostrará próximamente su arduo trabajo en Francia. Una de las ovaciones más sonoras se produjo cuando el alcalde Parra se unió a las voces que piden un Premio Nobel para el maestro Abreu.

Lo que sucedió en adelante fue una suerte de concierto íntimo, paradójicamente en una plaza de toros en la que entraron más 7.000 espectadores para escuchar un concierto de música sinfónica. Dudamel invitó al pódium al joven carabobeño Eduardo Salazar, quien además de ser un destacado violinista del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, ha asumido la batuta como otro reto en su carrera. Salazar dirigió la Marcha Eslava, que fue tremendamente aplaudida por el público. El novel director salía del escenario y entraba el maestro Dudamel y así sucesivamente en una suerte de concierto compartido, con el que una vez más el maestro Dudamel demuestra su apoyo a las generaciones de directores que le siguen. La noche anterior, en Aragua, lo hizo con el director Christian Vásquez, quien ya goza de una importante carrera internacional.

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Se escucharon, además, el cuarto movimiento de la Quinta Sinfonía de Tchaikovsky, el Danzón N° 2 de Arturo Márquez y también su Conga del fuego.  El público gozó con la jocosa interpretación de los Mambos de Pérez Prado y cantó con fervor el Alma Llanera, de Pedro Elías Gutiérrez, en una perfecta unión de lo académico con lo popular, sin prejuicios, vividos con la misma intensidad. Sonó el Mambo de Bernstein, que Dudamel tocó desde la fila de percusión.

En ese momento final del concierto, la atmósfera de alegría era indescriptible. Pero lo que se escuchó con más fuerza, con un coro inmenso conformado por las más de 7000 almas reunidas en esa circunferencia, fue la letra de un conmovedor himno nacional que unió las voces de todos sin distingo, ni diferencias. “Por nuestro atleta, por nuestra canción que nos pertenece a todos”, señaló Dudamel, palabras con las que se despidió de esta temporada en Venezuela, culminada justamente con dos megaconciertos tierra adentro, en dos ciudades del interior del país donde El Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela comenzó a echar raíces hace 37 años.

 

 

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