#opinión: Revuelta sangrienta en Siria por: José Fabio Oronoz

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¿Hay guerra en Siria? Sí. Los últimos acontecimientos violentos suscitados en dicha nación,
de unos contra otros y sus verdaderas causas, con registro o sin él, en los anales de la historia, impiden desconocerlo y/o ocultarlo. Los enfrentamientos del Estado contra bandos opositores al régimen, y los motivos que dicen enfrentar y defender, tipifican un estado de guerra general, que le ha costado a esta nación la impresionante cifra de 25.000 muertos, desde el comienzo de esta refriega en marzo de 2011.
Las noticias sobre los horrores de la guerra que se libra en Siria son cada vez más dolorosas. Los bandos se enfrentan a tiros a lo largo y ancho del país. Se dispara a todas horas, principalmente en la noche, a mansalva y contra lo que se mueva. Los bandos circulan por zonas, divididas las ciudades, algunas sitiadas por el enemigo, otras abandonadas y recuperadas, alternativamente, por fuerzas oficiales o por rebeldes que huyen.
La población civil atrapada, convertida en presa de criminales armados, que no respetan mujeres, niños, ni ancianos, quienes son sorprendidos con armamento en las calles; ya ni saben la razón de su lucha, ni tienen idea de lo que se debe hacer con el país. La anarquía de la mano del terror y el fanatismo, avanzan dejando una estela de sangre. Una ira incontenible los lleva a combatir hasta cuando se agotan las balas.
Las mujeres cuando pueden recogen las armas de sus esposos, hermanos o hijos caídos en combate, hasta que son abatidas por la artillería y los blindados. Los informes que se difunden sobre la suerte en los combates son poco confiables, cada quien pretende ganar la guerra mediante comunicados amañados. Por las fronteras porosas del país ingresan armas y combatientes, unos para derribar el gobierno y otros para apuntalarlo.
Los ataques con vehículos pesados los rebeldes responden con atentados terroristas. Eliminar al otro, destruir su hogar, las fuentes de trabajo y la infraestructura, casi sistemáticamente, es como una obsesión. Así no se gane la guerra la corriente de odio que sacude al país impulsa a los combatientes a no dejar piedra sobre piedra. Lo que parecía un intento de cambio y dar paso a la democracia participativa al estilo occidental se ha vuelto un caos. Las madres desesperadas devoran a sus hijos antes de que caigan en manos enemigas. Se convierte en despiadada guerra de exterminio, sin más reglas que las de la fuerza y el fusil.
Se respira la propia barbarie humana. Los combates se suceden uno a otro sin tregua, nadie se explica cómo han aparecido tantas armas, ni quien las suministra. Lo que se ha gastado en armas letales habría podido invertirse en sacar de la miseria a los sectores marginales y mendicantes de la población. Mientras los sirios incendian el país de extremo a extremo y el gobierno jura luchar hasta el último cartucho, las potencias intentan intervenir bajo el escudo de la ONU. Lo que no aceptan por ahora Rusia ni China, como otros países amigos.
Una vez más la desunión irracional de las naciones árabes los lleva a cavar su propia tumba. Quienes pensaron que los Estados Unidos y sus aliados podrían fomentar un nuevo amanecer democrático sobre el cadáver de agónicos regímenes de fuerza, militares o comunistas, ven cómo se desinflan sus esperanzas. Tras la guerra entre bandos religiosos o políticos, en uno y otro país de la región, asoman las masas de agrupaciones como los Hermanos Musulmanes sedientos de poder aupados por sus jefes religiosos. Por naturaleza son esquivas a la democracia, no les interesa el modelo occidental y tienden a la involución a favor de sus antiquísimos credos. Occidente se queda sin interlocutores, desaparecen los viejos caudillos con los que se podía negociar y emergen desde la clandestinidad nuevos amos del poder dispuestos al suicidio colectivo si las circunstancias lo exigen.
Se dice que las fuerzas leales al irreductible Bachar Al Assad acaban de arrasar la localidad de Tremseh; se denuncia la muerte de más de 300 personas. Se acusa a los que luchan por mantenerse en las ruinas de la ciudad de haber efectuado crímenes, por lo que los combaten los de la “Shabiha”, los más duros guerreros del régimen. En fin, Siria terminó convertida en el tablero de ajedrez en el que la geopolítica pesa más que muertos, heridos y desplazados. Un pulso en el que no sólo mueven fichas las potencias, sino países como Turquía, Israel y la comunidad de Naciones Árabes. La impotencia de la comunidad internacional se paga en vidas que se pierden minuto tras minuto. Son dantescas las escenas que se están registrando en Alepo, Damasco, Qadam, Midan, MazéTadamun, Shaar, Sajur, Salahedin,entre otras poblaciones, escenario de los más bárbaros combates y bombardeos en la última semana. Por ahora lo único cierto es que la guerra seguirá escalando. Ya no sólo preocupa la alarmante cifra de muertos, heridos y desplazados, sino una economía destruida y centenares de miles pasando hambre y las peores afugias. Se habla de torturas, encarcelamientos masivos y masacre de civiles. La nación, pues, se desangra ante la impotencia mundial.

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