Ordenados cuatro diáconos transitorios

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Con motivo de la declaración del Año de la Fe por disposición de Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, y la ordenación de cuatro diáconos transitorios, fue celebrada una misa solemne en la Catedral de Barquisimeto por el arzobispo de la Arquidiócesis de Barquisimeto, monseñor Antonio José López Castillo.

Acompañaron al distinguido prelado en su sagrado oficio treinta y cinco sacerdotes de las parroquias de la ciudad, además de Coro, laicos estudiantes de la escuela de nuevos ministerios y la presencia del Seminario Divina Pastora y un grupo de diáconos permanentes, mientras la feligresía- fervorosa, entusiasta y jubilosa-, plenaba las naves de la imponente edificación religiosa, no obstante el calor que se sentía por los punzantes rayos solares que penetraban a través del techo cristalino.

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La ceremonia, que comenzó a las 9 de la mañana y concluyó a las 12 y media, tuvo lugar en el altar mayor sobre el cual pende el Cristo con los brazos abiertos.

Monseñor López Castillo pronunció emotivas palabras en torno a la personalidad de monseñor Eduardo Herrera Riera, Obispo Emérito de Carora, quien falleció ayer, pasadas las tres de la madrugada, en la capital del municipio Torres, después de estar varios meses enfermo.

Los nuevos diáconos son: Antonio Pérez Rivero, Jesús Alberto Ramírez, Jesús Eduardo Alejos y Carlos Adolfo Mendoza.

El diaconado es la etapa previa para la ordenación sacerdotal. En la Iglesia Católica el orden del sacerdocio se desarrolla en tres grados: el tecer grado es el de los diáconos que fue alcanzado por los mencionados seminaristas; el segundo, es el del sacerdote; y el primero, el de los obispos.

Al ser ordenados diáconos, ellos pueden servir al altar, distribuir la sagrada comunión, bautizar y ser ministros del sacramento del matrimonio.

Lo que no puede hacer es: ni consagrar, ni confesar, ni administrar el sacramento de la unción de los enfermos.
En el caso de los cuatro seminaristas mencionados el ministerio que recibieron es transitorio, porque ellos lo ejercerán hasta el día que sean ordenados sacerdotes.

Hay otros diáconos, los permanentes, que son personas casadas, quienes bajo un proceso de estudio, formación y discernimiento a través de los sacerdotes y el obispo, reciben el diaconado.

Para optar al diaconado transitorio, estos seminaritas realizaron sus estudios de filosofía y teología.

Después que terminan la parte formativa, el obispo con el Consejo de Orden de la Arquidiócesis estudia la voluntad y lo que ha sido el proceso de estos estudiantes para determinar si son idóneos y, una vez confirmada tal cualidad, aceptados para el ministerio del diaconado y, posteriormente, sacerdotal.

Los jóvenes estuvieron frente al altar, al lado de sus familiares, en el comienzo de la eucaristía.

Para la ordenación se cumplió el rito tradicional, cuya primera etapa comprendió la presentación de cada uno- tal como lo hicieron ante monseñor López Castillo- y la petición de ser admitidos, habiendo manifestado su juramento de fidelidad al magisterio a la Iglesia y la promesa de vivir con obediencia al obispo, la vivencia del celibato y la entrega al servicio del pueblo de Dios.

Después de ser realizada la homilía, se llevó a efecto la segunda parte, que constituyó la ordenación en si de los cuatro jóvenes.

Este es un proceso de profunda demostración de creencia en el ministerio, por cuanto los jóvenes permanecieron por largo tiempo en postración, de cuerpo entero y boca abajo en el piso, ante el altar mayor mientras monseñor López Castillo, de rodillas, oraba y se invocó la intercesión de los santos.

Una vez concluida la postración, se llevó a cabo el revestimiento con la dalomática propia del diácono y la estola cruzada que implica la realidad de ser servidores en medio de la comunidad.

En esta ocasión, fueron llamados los familiares de los jóvenes para que retiraran de la entrada de la nave principal de la Catedral, de una mesa, la vestimenta, para que en bandeja la llevaran a los elegidos, como se denomina a estos estudiantes del sacerdocio.

Luego vino la oración consagratoria que monseñor López Castillo hizo sobre ellos, para invocar el Espíritu Santo y consagrarlos como diáconos.

El arzobispo les colocó, por separado, sus manos sobre la cabeza mientras ellos permanecían de rodillas. Posteriormente recibieron el Evangelio.

Para culminar el rito, se realizó el saludo de monseñor y la agregación al Colegio Diacona, de parte de los diáconos presentes -ocho -, quienes se les acercaron y los saludaron con abrazos.

En ese momento ya pudieron sentarse junto a los otros religiososos que estaban acompañando al Arzobispo, quien había hecho hincapié en las responsabilidades que deben asumir estos diáconos a partir de ahora.

Fotos: Simón Alberto Orellana

 

 

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