Raúl Rivero tenía una gran sorpresa. Vaya tamaño el de su sensacional regalo para la afición guara. Tres tramos perfectos, cuatro sin hits y cinco y dos tercios sin carreras. Tuvo su noche inolvidable con un armamento muy variado. Slider, recta cortada, cambio y un control que pareció extraerlo de un coraje singular.
Sólo una conexión fuerte, la de Endy Chávez en el sexto, y un dominio primoroso ante la recia toletería navegante. Amarrado en dos imparables hasta el noveno, Magallanes logró desatarse ante Víctor Moreno con dos cuadrangulares de Andrus y Sandoval, pero el daño estaba hecho. Fueron dieciocho entradas en blanco para los marinos, cuyo ataque sufre un letargo peligroso. Rómulo Sánchez ahora se especializa en apagar el fuego con un solo chorro.
Heredó de Rivero dos en bases en el sexto, sacó a Sandoval con una recta pegada y conjuró la única amenaza de los visitantes en el encuentro. Los relevistas se repartieron a placer los innings que les dejó Rivero para complementar la gran tarea. Castillo fusiló a Alfonzo y Giménez, retirando por la vía expedita el séptimo. César Jiménez no estuvo menos impresionante con rectas y cambios en el octavo, encarando apenas a tres rivales, y Moreno se sobrepuso a las descargas de Andrus y Sandoval para abatir a Alfonzo y Giménez. Otra vez, los bomberos realizaron un trabajo descollante. Lo que no estaba en el programa era la formidable y prolongada apertura de Rivero.
El béisbol propina frecuentes cachetadas a quienes pronosticamos. Anticipamos una serie para bateadores y hasta ahora los brazos marcan la pauta. El club más ofensivo del torneo no ha tenido un desempeño brillante con los maderos, pero sus tiradores han presentado labores de altos quilates. Magallanes sólo ha fabricado siete carreras en tres encuentros. Mejía y Retherford no han ligado un solo imparable en veintitrés turnos, pero Lara se las ha arreglado para generar lo suficiente en su artillería.
No hay mejor fórmula que pegar rápido y primero. A Sergio Pérez no lo dejaron ni acomodarse en la lomita. Cohetes de Solarte, Orlando y Jiménez proporcionaron dos anotaciones que resultaron gigantes por la manera en la cual trabajaría Rivero. Ciertamente, Cardenales, anotando una en el cuarto y otra en el quinto, desperdició claras oportunidades para sentenciar la confrontación. En el quinto y en el sexto dejó tres en las almohadillas, muriendo los ataques en los bates de Mejía y Retherford, precisamente.
Tantas dudas en el pitcheo abridor parecieran incentivar la garra y el empeño de los larenses. Los tiradores de apertura son anunciados pocas horas antes y anoche el piloto Pedro Grifol ni siquiera proporcionó el nombre del serpentinero que hoy se montará en la lomita para el cuarto careo.
Los ánimos crepusculares están por los cielos. Más de quince mil personas pagaron para disfrutar la segunda conquista, despertando ansias por darle un rostro auténticamente cardenal a la definición del torneo. Las especulaciones sobre la segunda sustitución que hará Cardenales han resultado hasta divertidas, pero sabemos que el alto mando mueve cielo y tierra para obtener un brazo más, requerido con urgencia en estos momentos. Luis Valbuena, mientras despiertan sus compañeros en el corazón del ataque, sigue desarrollando una temporada de ensueño. Ayer despachó sendos dobletes y empujó con un boleto una muy necesaria cuarta rayita para la tropa alada.
La cita es a las seis, como reza la canción de “Panchito” Riset. Citando una frase del comentarista Fernando Guédez, los Cardenales tienen ahora alas de acero. Por eso, en el béisbol lo que uno presume es a veces exactamente diferente a lo que ocurre. Al frente está un rival al que no se le deben dar concesiones. Suena la campana para el cuarto asalto.
