El espejo enterrado

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Hace varios años, que suman décadas, el escritor mejicano Carlos Fuentes produjo una serie de programas televisivos con el nombre de El Espejo Enterrado, en los cuales hizo reflexión profunda sobre las claves culturales que estructuran la idiosincrasia de los pueblos latinoamericanos.
Allí con sabiduría, enjundia y análisis diacrónico expuso con nitidez los obstáculos básicos que nos mantienen constreñidos dentro de los rezagos civilizatorios. De todo lo explicado es oportuno recordar dos nociones esenciales sobre las que es menester actualizar reflexiones, nuestra incapacidad para asumirnos como “nosotros” y el “síndrome de lo inconcluso”. Y es que en verdad tenemos una imposibilidad cognitiva de ver las fallas propias como producto de la inviabilidad sistémica de los proyectos políticos que se intentan ejecutar desde el Estado. Por ello siempre la culpa es de “los otros”, de la “oposición” o de algún imperialismo perverso cuya única finalidad es tenernos fuñidos, olvidando que países como Inglaterra, Alemania y Japón luego de la Segunda Guerra Mundial quedaron como tierra arrasada y con trabajo y políticas acertadas hoy por hoy son potencias económicas de máximo nivel.
Otro impedimento que cruza nuestro horizonte de posibilidades es la manía recurrente y fatal de empezar proyectos y obras y dejarlas a la mitad. Pesa sobre nosotros el anatema contenido en el viejo refrán español que dice “Arrancada de caballo andaluz y frenada de burro manchego”. Ponemos la primera piedra, formamos una alharaca por prensa radio,televisión,cine y redes sociales y a los pocos meses, cuando no semanas, vemos como la obra iniciada con gran entusiasmo se encuentra paralizada y abandonada, sin que además la Opinión Publica reclame nada porque habituada a lo fallido se sumerge en la resignación pesimista del “así somos nosotros”.
Y no es que las obras paralizadas estén ocultas al ojo público. Por ejemplo en Barquisimeto tenemos ejemplos inmensos del mal de lo inconcluso: El terminal de pasajeros, el sistema de transporte colectivo, el boulevard de la avenida 20 y la planta de tratamiento del Turbio, la cual aunque convertida en secreto militar se puede observar estática desde la autopista centroccidental…y no hablemos de la Represa Yacambu para no llorar.
En el municipio Torres hay muchos ejemplos pero pongamos dos nada más, la Planta de Leche de la Lara-Zulia y el Acueducto para la Otra Banda ubicado en Rio Tocuyo, millones y millones de dólares que se invirtieron y que como infraestructuras abandonadas son emblema de lo inconcluso.
Ubicando obras iniciadas y luego paralizadas podríamos pasar un buen rato, pero es necesario referirnos también a las inauguradas pero inoperantes. Para estas últimas nada mejor que el Hospital Armando Velásquez Mago de Sarare. Este Hospital ha sido inaugurado varias veces, incluso en la primera oportunidad que el fallecido Presidente Hugo Chávez visitó el Municipio Simón Planas, estando en uso de la palabra Fermín Marín el pueblo le pidió a gritos al primer mandatario que culminara esta obra. Frente a este pedido colectivo que dejó balbuceante al burgomaestre local, Hugo Chávez dio instrucciones precisas y contundentes para que esta obra fuera culminada.
Esta vez sí, dijo la gente. La obra que tenía más de 20 años siendo solicitada seria concluida y puesta en servicio. Se invirtieron millones y millones de bolívares y luego de varios años de ser reinaugurado por cuarta o quinta vez lo que allí funcionan son algunos consultorios. Engañaron al Presidente Chávez, el propio Alcalde dio fe que todo había quedado a pedir de boca cuando en realidad es que los quirófanos no funcionan porque las instalaciones de gas y electricidad no sirven, los ductos de los aires acondicionados también fueron mal instalados y por ello no puede haber hospitalización, la planta eléctrica interna la colocaron al lado de la morgue y con el calor sancocharía a los cadáveres. En definitiva inauguraron una Obra muy grande que teóricamente serviría para atender una población como Acarigua y en realidad su funcionamiento no alcanza a cubrir las necesidades de un caserío
¿Quién es el responsable de todo esto? Según Carlos Fuentes son nuestros patrones culturales que impiden que asumamos responsabilidades y aceptemos que la política y la economía son dos caras de la misma moneda.

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