Ráfagas – Tiempo de plagios

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El docente, integrante del jurado, abrió el buscador Google y eligió una parte del texto del Ejemplar de la Tesis que aquel estudiante había presentado para ser revisada en forma preliminar, revisión que debía incluir los aspectos formales, ceñidos a la normativa fijada por el instituto, y principalmente, lo referente al fondo de la temática o tesis, que el alumno presentaba para optar al grado de profesional en esa rama específica del conocimiento. En síntesis, la valoración debía incluir tanto el ropaje como el corpus. Tecleó la parte del texto seleccionada y de inmediato, se abrió como un abanico lineal en el monitor de su  laptop: Wikipedia, la inmensa enciclopedia plurilingüe basada en la web, presentándole en segundos varias opciones con textos parecidos al buscado, pero de las cuales la primera reproducía textualmente con puntos y comas el texto escogido como sospechoso, y el cual ostensiblemente superaba el número de palabras que la normativa permitía a los alumnos incluir sin la exigencia de que fueran referenciadas, omitiendo la indicación expresa del autor, es decir, permitía que fueran copiadas como si fueran producto de su creación o ingenio. Tal como lo había sospechado, el docente confirmó así, que gran parte del trabajo había sido plagiado.
Por lo general, los días siguientes a la conclusión de las clases de pregrado en las diferentes carreras que ofrecen los distintos institutos superiores públicos y privados, se presentan los trabajos de grado para optar al título en determinada especialidad, que luego de ser discutidos, aprobados y calificado por un jurado ad hoc escogido por la universidad, permitirá luego al recién togado incursionar en el mercado de trabajo. Sin embargo, optando por el facilismo y ocurriendo a un procedimiento a todas luces deshonesto e imbuido de ostensible mala fe, no son pocos los que recurren a copiar los temas o parte de ellos, de  trabajos que han sido presentados en otras universidades tanto nacionales como del exterior, situación que de por sí constituye delito y como tal está penado por nuestras leyes, así como también por casi todas las legislaciones del mundo, ello en aras de la protección de los derechos de autor.
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua se entiende por plagio la acción de copiar obras ajenas, dándolas como propias. Desde tiempos inmemorables, ha existido el plagio tanto de obras artísticas como intelectuales.
Esopo nos fabula lo acontecido a la corneja, ave parecida al gorrión pero menos agraciada, y que para el presente artículo viene como anillo al dedo. Veamos: El Dios Zeus quería proclamar un rey entre las aves, y les señaló a tal efecto un día para que comparecieran ante él, pues iba a elegir a la más hermosa, a fin de que reinara entre ellas. Todas las aves se dirigieron a la orilla de un río para limpiarse. Entonces la corneja, viéndose más fea que las demás, se dedicó a recoger las plumas que abandonaban los otros pájaros, ajustándolas a su cuerpo. Así, compuesta con ropajes ajenos, resultó la más hermosa de las aves. Llegó el momento de la selección, y todos los pájaros se presentaron ante Zeus, sin faltar por supuesto la corneja con su esplendoroso plumaje. Y cuando ya estaba Zeus a punto de concederle la realeza a causa de tanta hermosura, los demás pájaros, indignados por el engaño, le arrancaron cada uno la pluma que le correspondía. Al fin, desplumada de lo ajeno, la corneja, simplemente corneja se quedó.
Pero si bien el plagio de obras ha existido desde tiempos de Matusalén nunca los plagiarios habían dispuesto de una herramienta tan cónsona para sus propósitos como la que ofrece la web, en virtud de la cual se elige un trabajo escrito que bien puede reproducirse textualmente, a gusto del plagiario, o bien extraer de él secciones que cortan y luego pegan al texto que llevan elaborado –cut and paste- para luego de esta forma complementar sus trabajos.
Recientemente copó las páginas de la prensa mundial y principalmente europea, el caso del ministro de Defensa Alemán Karl Theodor zu Guttemberg, abogado y político muy exitoso perteneciente a la aristocracia alemana, quien se vio obligado a dimitir a su cargo de ministro luego de graves acusaciones en varios blogs y reproducidas por la prensa donde se le acusaba de haber plagiado la tesis con la cual obtuvo el título de Doctor en leyes, con la distinción cum laude en la Universidad de Bayreuth en 2007. Tratándose de un aristócrata, la crítica lo zahirió dura e irónicamente, apodándolo “Barón Cut and Paste” y jugando con su apellido le acuñó el mote de “Zu Googleberg”. En mi condición de abogado prestado a la docencia he optado por repetirle a mis alumnos en leyes este lamentable episodio,  alertándolos así para que se cuiden de caer en la tentación del plagio en la oportunidad de elaborar sus obras, y no tengan que arrastrar de por vida la pena y el bochorno que ello implica, una vez desenmascarados.
Que yo sepa, la Ley sobre Derechos de Autor no regula la actitud de los políticos cuando se arrogan procederes, expresiones y hasta el léxico de otro, como es el caso de nuestro actual mandatario en relación al que se fue. Para él  mi advertencia, pues pudiera pasarle  lo que le pasó a la corneja de la fábula, cuya sabia moraleja es: Nunca hagas alarde de los bienes ajenos como si fueran propios, pues tarde o temprano se descubre el engaño.
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