Las voces de Penélope Palabras (2)

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Decíamos en la columna anterior que Orwell en su novela 1984 satiriza el lenguaje del Poder en su función de vía de control social. El oldspeak o viejabla y el newspeak o nuevabla son los dos códigos lingüísticos usados por los dirigentes de Oceanía, quienes imponen la “novabla”, código elemental inventado por el Estado para impedir todo discurso crítico. Para poder hacerlo se requiere de un mecanismo mental sutil e inconsciente, el “bizpensar” que les permitiría pasar de una verdad a una mentira, sostener simultáneamente opiniones contradictorias, usar la lógica contra la lógica para aceptar que el Partido era el guardián de la democracia… recordar y olvidar casi simultáneamente. En fin, más que las ideas importaba aplicar el procedimiento indefinidamente: “Esa era la suprema sutileza: inducir conscientemente la inconsciencia, y entonces, una vez más, hacerse consciente del acto de hipnosis que acababa uno de llevar a cabo. Hasta entender del todo que la palabra “bizpensar” implicaba el uso del “bizpensar”.
Diga usted, amigo lector si el “bizpensar” no se nos vuelve peligrosamente cercano, familiar y cotidiano en los tiempos que corren. Como el uso del lenguaje como medio de controlar la realidad, al crear una especie de mundo paralelo en el cual se nombran las cosas sin evocar sus imágenes mentales.
La lógica de la novabla imponía reeescribir el diccionario, eliminando ciertas palabras y los sentidos “indeseables” de las otras. Esto producía dos efectos opuestos y contradictorios entre sí: o empobrecía el pensamiento o transformaba ciertas palabras al incluir significados que pertenecían a las palabras eliminadas. La historia se reescribía y la gente olvidaba su propia experiencia.
Si lo traemos a nuestro presente venezolano y razón de inquietud de esta reflexión, podemos ver igual operación cuando el régimen chavista separa y excluye a quienes lo adversan, p.e., eliminando, imponiendo o eludiendo aspectos en relación a la justicia. Lo constitucional sólo tiene la interpretación que le conviene al gobierno, se expulsan significados esenciales en la interpretación de los artículosy se le “añaden”, en una operación de escamoteo y sustitución lingüística, elementos de interpretación acordes a necesidades gubernamentales. Así el TSJ legisla en relación al derecho de la protesta o reinterpreta la Constitución y las leyes afirmando que no aplican en la libertad de expresión, información y derecho a protesta cuando se trate de venezolanos opositores.Como si la ciudadanía no fuera una condición per se de todos, sino una atribución del gobierno y sus partidarios. En consecuencia, los derechos civiles son ignorados en un curioso juego que más allá del cinismo de los dirigentes, en sus seguidores es más una apropiación psíquica, que les impide advertirla distancia entre verdad y mentira, la hegemonía comunicacional gubernamental y la ausencia de igualdad jurídica, paz y respeto a la vida. (cont)

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