Venezuela en la OPEP: de Pérez Alfonso a Rafael Ramírez

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Hasta la fundación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo en septiembre de 1960, ninguno de los países exportadores había participado en la fijación de los precios de venta en el mercado internacional.

Esta tarea competía a las corporaciones internacionales, que además controlaban los mercados y establecían las cuotas de producción.

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Desde esa fecha en Bagdad, hasta el pasado 27 de noviembre en Viena, según datos del Instituto Francés del Petróleo, la
OPEP ha intervenido unas cincuenta veces en el mercado para ajustar los precios.

Ello ha sido posible gracias al peso adquirido en las decisiones que condicionan la determinación de los precios en los mercados, rol que fue previsto por los fundadores de la organización: el venezolano Juan Pablo Pérez Alfonso y el iraquí Al-Tariki.

El petróleo ha sido centro de debate y confrontación, no sólo es inflamable por sus peculiares características, sino también por sus derivaciones geopolíticas. Los precios reflejan el conflicto de intereses en el seno de la OPEP, en los grandes consumidores y en las corporaciones petroleras. Estos factores privaron en la estrategia elaborada por Pérez
Alfonso en las negociaciones que culminaron con la fundación de la organización.

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Los acontecimientos acaecidos en 1973 (embargo petrolero árabe) y 1979 (Revolución islámica iraní) contribuyeron a un alza significativa de los precios, traduciéndose en una mayor participación y control del negocio petrolero por parte de la organización.

A partir de 1987 acordaron la asignación de cuotas para los países miembros. Estas eran ajustadas periódicamente en función de los volúmenes de producción. Los posteriores acontecimientos en Medio Oriente (guerra Irak-Irán entre 1980-1988, invasión iraquí de Kuwait en 1990) repercutieron sobre los precios, agudizando las contradicciones
internas.

En abril de 1999acordaron rebajar la producción, decisión que impulsó la cotización por arriba de 30 dólares, no lograda desde 1986. A partir del 2000, las políticas concertadas de la OPEP junto con el crecimiento de la demanda proveniente de China, India y otros países emergentes, elevaron los precios por encima de los 100 dólares el barril
(mantenidos desde el año 2008).

Este aumento estimuló procesos productivos que no habían sido rentables por sus altos costos. La explotación de arenas bituminosas en Canadá y técnicas de fracturación hidráulicas en Dakota, Texas y otras
regiones de Estados Unidos, se hicieron posibles, dándole un fuerte impulso a la producción
en América del Norte.

Los aumentos de los volúmenes de producción en otros países no OPEP, como
Rusia, China, México,Brasil, y Noruega, terminaron generado una sobreoferta en el mercado petrolero.

Simultáneamente, la demanda mundial se ha contraído por la disminución del crecimiento en los países emergentes
y la recesión europea, presionado los precios hacia la baja.

En este escenario, Arabia Saudita se ha erigido como el árbitro en el complejo negocio del petróleo; su alto volumen de producción, cuantiosas reservas, ventaja en costos de extracción y enormes disponibilidades financieras,
le aseguran una fortaleza competitiva no igualada por ningún otro productor.

Este peso específico ha sido puesto de manifiesto en la reciente reunión de la OPEP, donde la política del reino y sus aliados del Golfo Pérsico privaron sobre las propuestas de aquellos miembros que presionaban por una disminución de la producción. Los saudíes se manifestaron dispuestos en el corto plazo a mantener sus cuotas de mercado y
a enfrentar una batalla de precios contra los productores de esquisto. Aramco, su estatal
petrolera, ha ofrecido descuentos de hasta dos dólares para las ventas de enero. Esperan con estas decisiones que el mercado termine regulando el nivel de las cotizaciones.
Venezuela, que representa 8% de la producción OPEP, ha apostado al recorte de la producción, buscando mantener precios altos que permitan equilibrar su presupuesto. En este sentido ha centrado buena parte de su
política exterior con el canciller Rafael Ramírez como vocero, pero no ha podido imponer sus criterios, entre otras razones porque su importancia económica y política ha mermado dentro de la organización, a consecuencia
de la manifiesta incapacidad para crear políticas distintas a las fundamentadas en el modelo rentista petrolero, y a la práctica de expropiaciones y destrucción del aparato productivo nacional. Ello ha impedido atraer nuevas inversiones, revertir la obsolescencia tecnológica en equipos y procesos, y crear una economía productiva y diversificada. Es
decir, generar riqueza más allá del petróleo.
La mayoría de los pronósticos sobre las perspectivas de evolución del escenario energético mundial prevén un ajuste de la oferta global, para evitar un deterioro más pronunciado en los precios. Pero un nuevo repunte de los mismos no será posible en el corto plazo. Los países con déficits fiscales, como Venezuela, tendrían que ajustar sus políticas
y racionalizar el gasto público. No olvidemos que menores precios representan menores ingresos, y del petróleo recibimos 95% de nuestros ingresos por exportaciones.

Son otros los escenarios y otros los protagonistas: La Venezuela de Pérez Alfonso, el “padre de la OPEP”, es historia. Hoy vivimos la Venezuela de Rafael Ramírez.

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