El 9 de setiembre de 1854 un buque de la armada venezolana llamado “Integridad”, procedente de la isla de Trinidad con 17 enfermos de cólera a bordo, atracó en Barrancas. Ese fue el foco desde donde la epidemia se extendió por casi toda Venezuela pues sólo se libraron las provincias de Mérida, Trujillo, Táchira y Maracaibo.
El primer caso mortal de cólera se dio en el cuartel de la ciudad de Barquisimeto el 1° de diciembre de 1855 día casi convertido en fecha inicial de una tragedia epidémica que causó solamente en Barquisimeto hasta el 23 de agosto de 1856, 633 víctimas.
Un estudio sobre esta epidemia fue publicado por el médico yaracuyano Plácido Domingo Rodríguez Rivero en 1929, editado por Parra León Hermanos, Caracas, titulado Historia de la Epidemia de Cólera en Venezuela, 1854–1856 que es una relación, en 172 páginas, bastante completa sobre este terrible padecimiento.
El relato sobre el cólera en Barquisimeto, por motivaciones meramente religiosas, se ha centrado en el 14 de enero cuando fue traída desde Santa Rosa la Divina Pastora a lo cual se refiere el Padre Renzo Begni (q.e.p.d) en su artículo publicado en este diario el 9 de marzo de 1993:
“Leyendas y piadosas tradiciones se han mezclado con datos históricos por lo cual es difícil separarlos y determinar lo que es histórico y lo que no lo es…”
La enfermedad se prolongó, como ya se dijo, entre el 1° de diciembre de 1855 hasta los primeros meses de 1857, cesando “tan bruscamente como había comenzado” al decir de Rodríguez Rivero.
Así que en verdad no podría señalarse un día, sino un período luctuoso de aproximadamente unos 16 meses durante los cuales la ciudad de Barquisimeto, los cantones provinciales y otras provincias venezolanas menos las mencionadas arriba, sufrieron día tras día la pavorosa presencia de la muerte.
Existe una correspondencia de un grupo de ciudadanos dirigida al gobernador de ese momento Zambulon Valverde, que registra la situación crítica que se padecía uno de esos días, el 12 de enero de 1856:
“Señor Gobernador de la Provincia.
“Los vecinos de esta consternada ciudad, que suscribimos, impedidos por el terrible derecho de la Necesidad, arrastramos el temor de la súplica en obsequio de esta desgraciada población, representando respetuosamente ante US. Acaso ignoráis, Señor, la lamentable situación del virtuoso pueblo de Barquisimeto; pues de otro modo nos es inexplicable la falta absoluta de medidas gubernativas! El pueblo de Barquisimeto perece, Señor, y ¡perece de Necesidad! La terrible epidemia nos está azotando con una fuerza espantosa; y la falta de medidas sanitarias hará (¡Dios no lo permita!) aun más pesado su férreo cetro. Los cadáveres, casi insepultos, exhalan emanaciones mortíferas, cuya aspiración ha causado en esta mañana la repentina muerte de tres sepulteros; y dentro del cementerio público se han encontrado varios cadáveres botados… ¡Dentro de poco no tendremos ni quien cubra de tierra nuestros venenosos cadáveres! El pueblo ha hecho aun más de lo que ha podido. Toca al gobierno subsanar sus faltas… siguiera por decoro. (Diario de Avisos, 1856)
Aunque en esta carta se siente un tufillo fuertemente antigubernamental contra un representante del gobierno liberal del General Monagas, en general la descripción de la mortífera acción colérica, sobresale en su contenido.
¡1° de diciembre de 1855, día siniestro en la historia barquisimetana cuando comenzó la mortal epidemia de cólera del siglo XIX!
