Drones e indios

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Lo que sucede en nuestro caribeño país es único en el mundo; como ejemplo tenemos la prohibición por casi 10 días de los vuelos en jet particulares y drones. Ahora la pregunta que despierta curiosidad es: ¿Por qué?

Recordemos, en la prensa nacional comienzan tímidamente a surgir dos noticias, una de ellas del domingo 21 de agosto. Es la peregrinación de un solitario y joven sacerdote vestido con una sencilla sotana amarrada a la cintura con una cabuya que resalta su delgada figura. Es el párroco de la Iglesia Nuestra Señora de La Soledad, que sale de la ciudad de El Tigre situada en el Estado Anzoátegui, rumbo a Caracas.

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Días después, el miércoles 24 de agosto rompe el celofán, como dicen en los medios, la segunda noticia: una marcha de unos cuantos indígenas venezolanos semidesnudos y en sus cuellos colgando collares multicolores elaborados con materiales artesanales, tal como siglos antes de ser colonizados. Recorrerán más de 700 kilómetros desde el estado Amazonas hasta Caracas, dispuestos a superar cualquier contratiempo, como la falta de transporte público y la ausencia de facilidades para viajar; sin embargo esto no les impedirá su movilización para reclamar por su gentilicio humillado. Guarulla, gobernador de la entidad, recordó que el TSJ impidió la investidura de tres diputados indígenas, electos en diciembre pasado y que aún no hay respuesta sobre este tema.

Jamás pudimos pensar que estos dos hechos aparentemente de poco peso político, ocasionarían una respuesta tan desproporcionada en los cuerpos de seguridad del estado y tan descabellada como la prohibición de vuelos particulares y oh, ¡insólito! igualmente de drones, desde el 26 de agosto hasta el 5 de septiembre.
Cuando leo la noticia inmediatamente veo que la fecha coincidía con la Toma de Caracas y la movilización despreciada por el régimen, de los indios y el sacerdote que levantaron una desbordada pasión no prevista y sorprendente, obligándolos a impedir que los sobrevuele un Dron para ser vistos por el mundo.
Entonces recordé un refrán popular lleno de sabiduría: “Nunca se sabe por dónde va a brincar la liebre”.

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