Ante el desconcierto

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Hay desconcierto en el venezolano opositor, componente fundamental pero no exclusivo, del país mayoritario que ansía un cambio. Desconcierto comprensible. No en el mismo grado ni con las mismas características, ese ámbito más amplio y nacional también está confundido, mientras la crisis se ensancha y se profundiza y el gobierno no atina en dar el primer paso para enfrentarla, que es admitirla.

Desconcierto del pueblo opositor y confusión en el conjunto mayoritario del pueblo venezolano deben entenderse en su contexto. Vivimos en medio de una crisis larga que ahora ha alcanzado prácticamente todos los órdenes de la vida en casi toda la población. La economía que ya no es jerga ininteligible de expertos ni reclamo reiterado de voceros empresariales o académicos, sino alimentos y medicinas que no se consiguen, dinero sin valor, dificultades para trabajar, problemas en la producción y comercio con menos clientes. La gran duda es si es peor que la plata no alcance o que no se encuentre lo que se necesita. Decir inseguridad ya no basta para abarcar lo que pasa. Violencia indiscriminada, impunidad, sensación de indefensión ante el hampa, sospecha generalizada de que la corrupción en elementos uniformados es parte del problema.

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Todo esto ha generado un descontento masivo con la conducción política del país y una demanda de cambio. Por eso, seis de cada diez venezolanos votaron por una nueva Asamblea Nacional y ocho de cada diez veía el referendo revocatorio como una salida. La primera ha sido blanco de un ataque sistemático por parte de los demás poderes del Estado hasta esterilizarla, salvo como foro de debate de los problemas nacionales. El segundo fue bloqueado por los mismos actores, cerrando el camino electoral. La violencia institucional ejercida contra la Constitución ha borrado las reglas y dejado la contienda política a la intemperie. Grave problema. Gravísimo.

En la cultura venezolana está arraigada la idea de que el voto vale y sirve para cambiar lo que queremos cambiar. Por eso, vaciar la utilidad del voto es un daño mayor. Y por la ruta de las reglas, sentíamos los venezolanos la cercanía del cambio. Ahora todo aparece incierto, gaseoso y tal vez lejano. Las reglas ya no están claras o incluso no valen, y la cosa no se ve tan inminente. Eso es lo que pasa. No es poca cosa.

En el diálogo político con presencia internacional que sensatamente ha buscado la Unidad para desatar el doble nudo de la crisis y el bloqueo de su solución política, puede estar la respuesta al difícil acertijo. Pero es mucho el ciudadano que ve con desconfianza al gobierno. Tampoco faltan quienes no se fían de la oposición. No creo que eso sea justo y no lo comparto, pero obviamente existe.

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En este cuadro sin reglas, toca a todos un mayor esfuerzo. A los ciudadanos, de entender y a la MUD de explicar. Ahora, sabiendo que estamos en esta crisis y que la desconfianza es uno de sus signos, la Unidad, nuestra alternativa de esperanza, en esta que es su prueba más difícil hasta ahora, debe esmerarse en administrarnos dosis masivas de antídoto al desconcierto. Es decir, de concierto que en castellano significa “buen orden y disposición de las cosas”. Más unidad, mejor entendimiento, demostración de claridad estratégica, responsabilidad, seriedad al máximo, para transmitir seguridad y certeza en estos tiempos de incertidumbre. En resumen, los venezolanos necesitamos sentir que es verdad lo que creemos, que la lucha por el cambio en buenas manos.

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