La muerte de Fidel Castro cierra un capítulo estelar en la historia de la humanidad. Es el último eslabón de la cadena de un proceso evolutivo mundial, que enfrentó a las dos superpotencias que se disputaban la supremacía universal. El mundo era un tablero de ajedrez en donde los intereses movían sus piezas. Uno de los juegos más extraordinarios del enfrentamiento ideológico fue la crisis de los misiles. Cohetes de alcance medio fueron instalados en Cuba con dirección a puntos estratégicos de los Estados Unidos. Al descubrirse el hecho la situación se tornó tan peligrosa que estuvo a punto de estallar la tercera guerra mundial. Afortunadamente John Fitzgerald Kennedy y el premier soviético Nikita Jrushchov pudieron resolver el asunto al comprometerse a desinstalar los cohetes dirigidos a Nueva York, y los que Estados Unidos mantenía en Turquía con dirección al Kremlin. Fidel Castro fue testigo de uno de los instantes más traumáticos del último tiempo. Todas aquellas figuras tienen a las lápidas como cerrojo del meandro de la muerte, sus pensamientos han sido depositados en un oscuro lugar en donde la luz del esclarecimiento, se asoma con timidez entre las telarañas de la lobreguez.
Un joven idealista atravesó la isla con la ilusión redentora que bajó de la Sierra Maestra. Las vías que conducían hasta La Habana estaban llenas de un pueblo que sintió que aquellos hombres de uniforme representaban sus sueños de un país mejor. Ubicándonos en el contexto histórico, Cuba estaba sometida al peor de los escarnios posibles. La dictadura de Fulgencio Batista había convertido a la mayor de las Antillas en un gigantesco prostíbulo. Treinta mil damiselas complacían a los clientes más exigentes, eran niñas arrancadas desde los ranchos de la necesidad. El hambre era un feroz enemigo que minaba a las grandes mayorías de la población, frente a las desigualdades sociales el mensaje revolucionario encendió la pradera. Lamentablemente el caos, lejos de amainar, se incrementó. Esta vez con la égida del comunismo como estandarte del interés soviético en la región. Los sueños de aquellos seres en la vera del camino fueron olvidados. El gobierno que nació de la lucha en las montañas orientales traicionó al pueblo. Una tiranía espantosa convirtió a Cuba, en un presidio en donde se cometen las peores aberraciones en nombre de un proceso desquiciado. Su gestión la llenó de sangre inocente, fueron miles los desaparecidos por pensar de manera distinta. Fue la imagen misma de la crueldad sin límites que cegó oportunidades a muchos ciudadanos.
Resistió diez presidentes norteamericanos. Cincuenta años de administraciones surgidas del voto ciudadano, tuvieron su antepecho en el secuestro totalitario de un vecino energúmeno. Desde noventa millas náuticas el totalitarismo observaba al imperio con el ímpetu del sarampión revolucionario. Como reptil prehistórico pudo soportar la caída del muro de Berlín y el aniquilamiento de la URSS, como zarpazo fundamental en el derrumbe del comunismo universal. Hace sesenta y cinco millones de años un gigantesco meteorito destruyó parte de la tierra acabando con los imponentes dinosaurios. El amplio abanico de rocas con una extensión de 500.000 kilómetros en la meseta de Decán en la India, exterioriza la fuerza del fenómeno que irrumpió arrasando con estos portentosos animales. Por el contrario Fidel Castro logró vencer la hecatombe del totalitarismo para mantenerse en el poder durante dieciséis años más. Muerto el comunismo en el planeta este logró seguir existiendo a pesar de las durísimas condiciones. Superó el deshielo para cobijarse entre macizos blancos del ecosistema exótico, un raro espécimen que resistió los duros embates políticos; para quedar como un extraño animal en el safari de las ideas carbonizadas. Desgraciadamente su inmenso talento lo desvió hacia el mal. Convirtió a Cuba en un horror en donde se conculcaron todos los derechos. Un pueblo sometido sufrió en carne propia las arremetidas de una dictadura feroz…
[email protected]
twitter @alecambero
