Si nos detenemos a observar la parrilla de programación de los diferentes medios audiovisuales privados, regionales y nacionales, nos encontramos con un denominador común: la poca presencia de programas en “vivo” y la profusa cantidad de “enlatados”, en su mayoría extranjeros.
Toda esta situación viene dada por las limitaciones económicas a las cuales están siendo sometidos los medios de comunicación, producto de la baja producida en la adquisición de publicidad y el alto costo de la producción de programas, derivados del valor “hora-hombre” en la actualidad.
Es así como en la medida en que la economía va cayendo en aprietos, con una sensible disminución de la producción local y un excesivo nivel de importaciones, el cierre o quiebre de algunas empresas, esto ha ido de la mano con la concesión “ligera” de repetidos beneficios laborales decretados por el Ejecutivo Nacional.
Como consecuencia de todo esto los medios se han visto en la necesidad de reducir el monto de su nómina, ante el costo de los servicios básicos, así como de repotenciar y mantener operativos los equipos. Esto lleva a racionar el nivel de gastos y a la reducción a su mínima expresión de los programas en “vivo”, evitando contratar personal extra, lo cual se obvia con la compra de programas pregrabados.
Otra situación que ha incidido de manera negativa en la óptima operatividad de las televisoras tiene que ver con la poca inversión que le inyectan sus propietarios para actualizar el aspecto tecnológico, motivado quizás a que buena parte de ellas se encuentran con la concesión de uso vencida, desde hace cierto tiempo y sin respuesta.
Ahora bien, la aplicación de estas políticas puede haber contribuido a sincerar la ejecución presupuestaria de las estaciones televisivas, pero todo esto va en detrimento de la calidad de la programación y convierten las pantallas en una especie de vitrinas de novelas, series, micros y demás producciones televisivas, la mayoría importadas.
Por otra parte esta adquisición forzada de material importado trae consigo la posibilidad de mostrar a la audiencia usos, costumbres y culturas de otros pueblos, adicionalmente también se exhiben allí temáticas que a veces parecen apologías al delito, e influyen negativamente en la formación y conducta de nuestra sociedad.
Es oportuno hacer un esfuerzo por normalizar la situación existente, toda vez que la misma vulnera la brillante trayectoria de nuestros medios televisivos, reducen la posibilidad de oportunidades a nuestros talentos, obligándolos a emigrar a otros mercados, donde dada su calidad, seguramente tendrán una buena acogida.
Solo se trata de seguir a la espera, a que se conozcan algunas mediciones de audiencia realizadas por las más cotizadas encuestadoras del país, los medios televisivos se pronuncien al respecto, y entonces se enciendan las alarmas y se evalúen las posibles soluciones a esta grave crisis. Valor y pa’lante.
