A 100 años de Hermann Garmendia

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Hermann Garmendia fue en vida uno de los periodistas más emblemáticos de Barquisimeto. Quienes lo conocieron no dudaron nunca sobre su profundo sentido de pertenencia de una ciudad que comenzaba en la segunda del siglo XX a insertarse en el mundo de la modernidad. Garmendia, quien hoy estuviera celebrando sus 100 años de haber nacido, era un personaje adelantado a su tiempo gracias al gran interés que mostró siempre por la universalidad de la vida.

Cuando se revisa su actividad periodística se conoce a un cronista comprometido con la región a tiempo completo. Para Hermann toda la historia de la capital larense estaba archivada en su prodigiosa mente, capaz de recordar fechas y hechos que marcaron de una manera determinante el carácter y vocación de sus pobladores, con sus luces y sus sombras, como es de suponer.

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El periodismo tiene diferentes maneras de manifestarse, va desde el tenaz reporterismo hasta la crónica especializada de grandes firmas como por ejemplo la de Mario Vargas Llosa que combina magistralmente la literatura con un periodismo de opinión que llega con una inusitada fuerza hasta el lector más desprevenido. Siempre tuve la sensación que Hermann Garmendia era un reportero en ejercicio sin personalizar el oficio, es decir no escribía la inmediatez, solía darle tiempo al tiempo y ofrecerle a quien leía sus crónicas una herramienta critica de primera mano.

Su “Camino y el Espejo” –así titulaba su crónica diaria- ofrecía la posibilidad de entender en pocas líneas los sucesos más importantes ocurridos en la capital y fuera de ella, sin perder, como decíamos antes, la universalidad de su pensamiento.

Hermann Garmendia era, sobre todo un lector excepcional. Su pequeña oficina de la calle 31 entre las carreras 18 y 19, estaba llena de libros y de una pequeña máquina de escribir que soportaba estoicamente la fuerza del golpe sobre aquellas valientes teclas. Era un fumador empedernido que intentaba reducir la nicotina del cigarrillo con una pitillera de plata. No era un personaje de paltó y corbata, prefería una vestimenta más tropical, como una guayabera con varios bolsillos donde podía guardar sus lápices y una libreta de anotaciones para recordar sus observaciones.

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Durante muchos años su rutina era la misma. Solía escribir en horas de la mañana después de una revisión completa de los diarios locales y capitalinos. A eso de las 11 de la mañana llegaba a la vieja casona de EL IMPULSO a entregar su Camino y el Espejo deteniéndose muchas veces a conversar con los reporteros sobre los últimos acontecimientos ocurridos en Venezuela y el Mundo.

En la tarde la tradicional siesta y en la hora vespertina la visita obligada a un viejo bar de la carrera 16 con la calle 31 donde espetaba la hora de ir al cine. Hermann era un cinéfilo impenitente y en sus crónicas nunca faltó la reseña cinematográfica con las recomendaciones críticas que orientaban al espectador. Eso le trajo algunos problemas con distribuidores que lo acusaron una vez de afectarles la taquilla por un comentario.

Dias más tarde aparecía una columna dedicada al mundo del espectáculo firmada por un tal Humberto Soria, quien no era otro que el propio Hermann Garmendia con quien tuve el honor de colaborar en ese espacio con apenas 17 años.

Garmendia fue designado en una oportunidad como Cronista de Barquisimeto, reemplazando a don Eligio Macías Mujica, quien fuera director de EI IMPULSO y amigo personal de Hermann con quien tenía grandes debates públicos y personales para satisfacción de los lectores de este diario. Desde los archivos de la municipalidad se recuperaron muchas historias sobre la fundación y el crecimiento de la ciudad fundada por el segoviano Juan de Villegas.

Hermann sostenía que esta capital debería llamarse “Nueva Segovia” como la bautizó originalmente el conquistador. Lo de Barquisimeto era una expresión indígena para identificar el río de aguas cenizas- que bañaba la vieja ciudad.

Hermann Garmendia tuvo varios hermanos, entre ellos el gran escritor Salvador Garmendia. Su otro hermano llamado Omar era, como él mismo lo decía, un cronista sin periódico, pero todos afirmaban que tenía un gran talento, aunque prefirió dedicarse al mundo de las finanzas, trabajando en el Banco de Venezuela como uno de sus ejecutivos.

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