Acuerdos del día después

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Es muy extendida la opinión según la cual en la etapa posterior al 30 de julio no hay posibilidades de construir un acuerdo negociado entre Gobierno y oposición en la perspectiva de una visión de coexistencia entre las partes. Como argumento se menciona el grado elevado de la confrontación de las últimas semanas. Ahora bien, la experiencia histórica muestra que a pesar de circunstancias como la señalada, siempre es posible trabajar en función de mecanismos de entendimiento a pesar de que la tensión no se haya detenido.

En opinión de la oposición el evento electoral de la constituyente no fue concurrido, no vale y no es legal. Por su parte el sector gubernamental considera que sí fue concurrido, que sí vale y que sí es legal. Se dan argumentos antitéticos y contrapuestos sobre lo acontecido. De modo que hay un conflicto que continúa y que se prolongará por un tiempo imprevisible. Pero también continúa vigente la opción de su resolución pacífica por medio de negociaciones. El mundo no se acabó el 30 de julio y se debe continuar en la búsqueda de entendimientos.

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El dato nuevo es la existencia de una Asamblea Nacional Constituyente, es decir, de una nueva pieza en el tablero del ajedrez venezolano, independientemente de la valoración que se haga de ella. Al convertirse en un hecho de la realidad, pudiera ser una pieza que se mueva en una u otra dirección: bien sea a favor de la superación del conflicto o, al contrario, como un elemento de su profundización.

Para que la Constituyente apunte en la dirección de una solución basada en la convivencia de los factores en pugna, se debe llamar desde un primer momento a un proceso de negociaciones en el que participen delegaciones designadas por los dos sectores, con el acompañamiento de una mediación internacional ampliada. Estas conversaciones pueden realizarse simultáneamente con las actividades de la Constituyente.

Las bases del acuerdo al que se arribe pudieran incluso constitucionalizarse de mutuo acuerdo y someterse a una consulta consensual antes de la elección presidencial. De producirse en esos comicios una alternancia, esta se daría en un marco de garantías de coexistencia que permitan a ambas fuerzas hacer parte y ser pilares del sistema. No habría capitulación de ninguna de las partes, ni transición entendida como caída y mesa limpia.

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Sería un acuerdo al que se llegaría porque ni la oposición ni el Gobierno están en condiciones de proponerse como meta a corto o mediano plazo la aplicación de un programa de gobierno que exprese sus ideales máximos, como tampoco se podrá alcanzar la estabilidad del país sobre la base de la concentración de las instituciones del Estado en las manos de uno u otro factor.

Un escenario de convivencia, en el que la vida económica y política transcurra al interior de parámetros establecidos en una negociación y sin que se produzcan rupturas con los lineamientos establecidos.

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