#OPINIÓN Cardenales y yo somos una historia de amor y dolor #7Dic

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Hasta el año 97 fui un fanático de esos que se lanzaba discusiones, lloraba, y maldecía cada vez que el equipo no llegaba hasta donde quería. Todos los años decía, “este es el año”. Al final nada pasaba.

Hoy mi amor por Cardenales sigue siendo igual, tal vez por eso que dicen “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Todas las noches escuchar los juegos por radio desde mi casa en Perú me digo, “como quiero yo a este equipo, vale”.

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Despertar hoy en esa Lima que me arropó que desde llegue y ver cientos de mensajes en redes sociales sobre la muerte de Luis Valbuena y José Castillo fue como perder a dos familiares. Porque de eso se trata Cardenales, una Familia (un hogar disfuncional donde los cabezas de familia son no son los mejores, pero familia al fin).

Lo primero que se me vino a mi mente fue la Nikon D5100, el micrófono y el taco con las siglas IMP. “Estaría yo ahorita corriendo pa’ la morgue, pal estadio y seguro para la Metropolitana”, fue lo primero que pensé. Porque ese es mi ser, informar. Informar desde mi casa, El Impulso.

Luis Valbuena fue uno de esos “fiebruos”, que siempre dejaron todo en el terreno. El caballo. No vi en vivo a José Castillo “El Hacha” con el uniforme de Cardenales. Cuando llegó al equipo, ya estaba aquí en Perú, lo vi hace unos meses en la final de la Lara Prospect League, siempre bromeando y masticando chimó.

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Ambos venezolanos, emprendedores, deportistas, padres de familia, se fueron por que a unos les dio la gana de que se fueran. Por esos venezolanos que piensan que, dañando al otro, serán exitosos y tendrán billetes. Como dijo mi amiga Ingrid Méndez lamentando también la perdida de los peloteros, “seguro esos nacieron y crecieron en la desgracia en la que se convirtió Venezuela”.

No fue un accidente como cualquiera, por casualidad. Esto fue un ASESINATO. Y este suceso recuerda mucho al asesinato de Mónica Spears y su esposo también en manos del hampa. Ese 6 de enero de hace unos años, todo el mundo se despertó con esa desgracia y todo el mundo también reprochó en lo que se habían convertido las carreteras del país, una guillotina al cuello de quien las transitaba.

Hoy se repite la historia y hay varios corresponsables de esto. El primero siempre será el estado, narcotraficante, dictador, malandro y putrefacto integrado por Maduro y su combo, gracias a ellos tenemos el país que tenemos, pero también hay otros. ¿Qué hará la Liga Venezolana de Beisbol Profesional hoy?, suspenderá la jornada por completo, supongo. Es lo mínimo. Hoy el beisbol y el deporte en general está de luto.

¿Seguirá la organización de la fulana Serie del Caribe? ¿Tendrán el valor los peloteros del extranjero de ir a jugar a Venezuela, que es una suerte de Mad Max? Creo que a pesar del billete que pueda dejar el torneo, el béisbol venezolano en general deberían poner las barbas en remojo. Ese billete seria como el billete que amasaba Pablo Emilio Escobar Gaviria en los años 80, SUCIO.

Hoy lamento no estar en mi Lara natal, para llorar con mi familia (Cardenales) la pérdida de unos tipos que vendrían siendo mis primos. Primos contemporáneos, que me dieron felicidades, cada vez que se montaban en la caja de bateo, cada vez que cogían la bola y hacían un out. El abuelo de esa familia, Don Alfonso Saer, me hizo llorar con cada una de sus palabras de su “Turno Final”. Así como él, la familia Cardenales de Lara, esta triste.

Ojalá la familia haga algo y de un golpe en la mesa por la muerte de Luis y José.
Harán falta y hoy, quien sabe hasta cuando, “la cosa no esta tan buena”, como decía Gregorio Valles.

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