#PulsoEmpresarial Miguel Jaime: “Soy promotor cultural de nuestros valores regionales”

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“Creo y trabajo en la recuperación de nuestras tradiciones, apoyo la promoción de la artesanía, por eso mis seis bodegones, además de las bebidas, están llenos del arte popular larense, tejidos, maderas, alfarerías, cerámicas, talabartería. Es una muestra muy amplia. Soy promotor cultural de nuestros valores regionales. No soy un vendedor de cocuy, como algunos quieren etiquetarme”.

Su nombre verdadero es Jaime Vásquez, pero la marca de sus bebidas lo llevó a ser conocido como Miguel Jaime, nombre que en 16 años en el mercado lo ha popularizado, factor que atribuye a su constancia, la atención al público, la calidad de sus productos y la transparencia. Además, hay una promoción eficiente de la marca.

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Profesor jubilado de física y matemáticas, Vásquez recuerda que cuando empezó a traer cocuy de penca de Siquisique, donde ejercía la docencia, comenzaron a criticarlo por traer a Barquisimeto una bebida para “sancocheros”, consumida por las clases bajas de la población. “Había un tabú hacia nuestra ancestral bebida”. Las críticas no lo desanimaron y por el contrario, insistió y comenzó a instalar sus tiendas.

La memoria artesanal

Propone la creación de la Escuela Técnica Artesanal en cada municipio, con sus particularidades, según la tradición local. En Urdaneta, dice, debemos recuperar los tejidos de dispopo, hamacas de elevada calidad que estamos perdiendo porque los grandes maestros van desapareciendo y con ellos la tradición de elaborar tejidos con estas fibras. Hay que recuperar esas valiosas memorias.

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Afortunadamente no ocurre lo mismo con los productores de cocuy, quienes se mantienen en esta tarea y suplen las exigencias del mercado, pero hay que llamar la atención para controlar la calidad. Se está ofreciendo como cocuy de penca unas bebidas que son de caña de azúcar, otras son mezclas de dudosa calidad, ofrecidas como cocuy que no es cocuy.

Vásquez cuenta sus primeros tiempos en el negocio y recuerda las exclusiones del cocuy por quienes lo consideraban una bebida de borrachones y hoy hallaron sus fortalezas, “descubrieron” sus ventajas, su calidad. Encontraron su bouquet, su aroma y se convirtieron al agave. Se acabó el tabú, no lo habían proyectado.

Lo mismo ocurre con nuestra música. Voy a seguir apoyando a nuestros músicos y compositores. Se hace una generalización de la música y la nuestra debe ser mejor proyectada. Algunos productores acusan a los dueños de las emisoras de la falta de promoción de nuestra música. Según ellos, les dicen que lo nuestro no es comercial. Es tiempo de hacer cambios. Seguimos con el paradigma tradicional y convencional. Esa corriente nos arrastra.

Una marca reconocida

Uno de los principales promotores de darle valor al cocuy de penca es Vásquez, quien de docente en Siquisique, tierra cocuyera, allá conoció las virtudes del zumo de Agave y ya jubilado instaló seis bodegones en Barquisimeto donde además del “clarito”, el “gota a gota” o el “barril”, expenden más de 60 combinaciones con frutas y yerbas para variedad de consumos.

Además del cocuy y sus combinaciones, los bodegones son muestrario de la artesanía larense. “Me considero defensor de lo nuestro, en Lara somos íconos en música, el arte y el arte es cultura y el cocuy es cultura autóctona, valor ancestral”.

La calidad de su cocuy lo llevó a crear la marca Miguel Jaime, símbolo actual de un producto orgullo de la región, solicitado ahora en muchas otras ciudades del país. “Mi idea sigue siendo, darle valor al Agave de penca y allí está, Cocuy de penca de Siquisique, en el puesto de honor de los bodegones”.

Bebida ancestral

Desde tiempos muy remotos, en territorios venezolanos ubicados al sur del estado Falcón y norte de Lara, tierra de nuestros antepasados gayones, ayamanes, caquetíos y axaguas, ellos aprovechaban las bondades y virtudes de una planta conocida como Agave cocui y la utilizaban con fines medicinales, alimenticios, religiosos y artesanales. El Agave tiene más de 200 especies de este género de la familia del mismo nombre ubicadas desde México hasta el norte de Venezuela y Colombia, de gran diversidad en tamaños, colores y vida.

Testimonios orales y crónicas de viajeros dan cuenta de la existencia de una bebida que nuestros antepasados lograban unos 500 años a.C. mediante labor artesanal con el arte de la fermentación natural del líquido extraído de la “cabeza” de la planta para la celebración de rituales y ceremonias festivas, además de azúcares, sustancias jabonosas y una fibra muy fina para tejido de hamacas, bolsos y alpargatas.

El trabajo artesanal logrado al cocinar en huecos abiertos en la tierra para producir cocuy llamó la atención de los conquistadores, quienes se sumaron a su consumo e incorporaron un cambio técnico a la faena con el alambique. Según el conquistador español, Gonzalo Fernández de Oviedo, “el cocuy es útil y buena hierba, porque se hacen de ella muchas cosas: hilo, cuerdas y sogas. En tiempos de necesidad, a falta de maíz y casabe, es manjar para suplir el hambre y no tiene mal sabor”. El cronista italiano Galeotto Cey contó que “los cogollos del cocuy los dejan cocer y estofar, después los sacan y los comen; les sirve de pan y agua”.

El cocuy de penca, como se le conoce, por varios siglos fue consumido en la región hasta que se le comenzó a perseguir. Según el desaparecido cronista de Iribarren, Ramón Querales, “comenzó una campaña de descrédito contra el cocuy. Se decía que los campesinos se volvían locos y cometían crímenes. Era peor hacer cocuy que ser ladrón. Era para potenciar y favorecer la fabricación de rones”. El zumo de Agave pasó a la clandestinidad y sus productores perseguidos y castigados,

El 15 de agosto de 2005 la Asamblea Nacional declaró al Agave cocui Patrimonio Natural, Ancestral y Cultural de la nación y ahora, con los elevados costos de los licores importados se ha desarrollado su degustación colectiva y hasta locales que sólo vendían su primo el tequila mexicano, ahora lo sumaron a su lista de ofertas.

De donde sale el cocuy, de Luis Hernández, Carota Ñema y Tajá

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