El Karate, una de las artes marciales más antiguas, tiene origen en la isla de Okinawa, Japón, y su nombre significa “el camino de la mano vacía”, lo cual es una característica propia de él, ya que quienes lo practican no utilizan armas para luchar, tan solo sus propias manos y pies.
Aunque algunas personas tildan al Karate como agresivo, nada está más lejos de la verdad, las técnicas de este arte marcial se basan en tradiciones filosóficas y espirituales japonesas, que buscan la armonía entre el ser y su entorno.
Su entrenamiento disciplinario es completo porque demanda mucha coordinación, agilidad y habilidad mental, buscando la superación personal, y la estimulación personal a ir más allá de nuestras propias limitaciones y a alcanzar las metas que nos planteemos.
Cabe destacar que muchos lo ven solo como un método de defensa personal, que nos ayuda a golpear y patear, pero su práctica desarrolla los reflejos, la flexibilidad y las habilidades físicas, ayudando a combatir los malos hábitos y la obesidad.
Bien practicado desde la infancia aporta beneficios, físicos y mentales, que ayudan al mejor desenvolvimiento del individuo, porque enseña disciplina y valores, como el honor, la lealtad, la solidaridad y la empatía, desde la primera vez que se pisa un tatami.
