Barquisimeto contabilizó más de 800 muertes por cólera en 1856 #25Dic

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Tras la agónica muerte de Josefa Ramos, el 17 de diciembre de 1855, la peste se declara en Barquisimeto. Era hermana de próceres de la guerra de Independencia, y esposa del comandante Perfecto Giménez. 

En 1854, una epidemia de viruela había atacado las poblaciones de Barquisimeto, Carora, Yaritagua y Cabudare, y para septiembre de ese mismo año el temido cólera morbus, originario de India, tocó tierra venezolana procedente de la isla de Trinidad. 

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La costa oriental del país entró en cuarentena y a pesar de ello, en agosto de 1855, el flagelo se extendió a La Guaira, Caracas, centro y occidente del país, sembrando la muerte a lo largo y ancho del territorio. 

Entre el 3 de noviembre de 1855 y el 23 de agosto de 1856, solamente en el cantón capital de la Provincia de Barquisimeto se registraron 807 decesos, de los cuales 633 ocurrieron en Barquisimeto y el resto Bobare con 17; Duaca 51; Santa Rosa 63; Veritas 26; Algaride 1; Cerritos Blancos 46. No obstante, en ese registro no estaban incluidas las muertes de otras poblaciones de la provincia.

Las autoridades del momento organizaron cuadrillas con presos y policías para trasladar los cuerpos de los fallecidos al sitio de Dividive o cementerio de los Colerientos, contiguo al antiguo camposanto de San José.

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“… pero al poco tiempo la ciudad entera se convirtió en un hospital y la muerte se cernía en todos los hogares haciendo presas sensibilísimas… desde el más rico hasta el más pobre, y atacando todas las gerarquías (sic), desde el gobernador, que sufrió la enfermedad, hasta el más humilde ciudadano” (Diario de Avisos, 1856). 

Apuntan Suárez y Bethencourt, que el 21de enero (1856), el gobernador de la Provincia envió médicos con medicinas y un pago mensual de 30 pesos a las ciudades de El Tocuyo, Quíbor y Carora, donde el cólera hacía estragos. 

Cabudare y Los Rastrojos se infectaron a mediados de diciembre de 1855 y en abril de 1856, la peste llegó a Siquisique, último pueblo en contraer la epidemia, propagándose a todo Centroccidente y los llanos, sin tocar la zona andina ni Maracaibo, porque en estas regiones se establecieron drásticas medidas preventivas, aislando a la población con cordones sanitarios.

El gobernador se pronunció

En 1851, el gobernador Aguinagalde, en su mensaje a la Diputación de Barquisimeto, sólo habló de una peste que afectó a mucha gente de Carora y Barquisimeto, llamada “no me iré sin verte”, transitoria y aunque mortal, curable con remedios caseros.

En 1853, aparte de Barquisimeto, hubo epidemias de fiebre amarilla y vómito prieto en algunas provincias del país, anota el cronista Querales.

En setiembre de 1854 empezó la alarma: Simón Planas, (cabudareño) ministro de Interior y Justicia, alertó a los gobernadores acerca de los estragos que estaba causando la epidemia en Estados Unidos y Trinidad, y de la necesidad de tomar medidas para evitarla, ya que, por la cercanía a aquella isla, Venezuela se hallaba “en inminente peligro”.

Todavía el virus se mantenía fuera del país, pero la viruela había invadido varios lugares de la Provincia de Barquisimeto y así lo informó el gobernador interino el 28 de septiembre, pidiendo ayuda al gobierno nacional: “… en la parroquia Muñoz, había hasta el 20 de ese mes, 54 afectados de ambos sexos y edades; en octubre la viruela no sólo afectaba a Carora, sino que había llegado a Yaritagua y Cabudare”.

Tal como lo había anunciado Planas, el cólera, finalmente invadió a Margarita, el 13 de septiembre de 1854, pasando a Güiria y se declaró en la Provincia de Cumaná, según el Despacho de Interior y Justicia que ordenaba a los gobernadores redoblar las medidas, no para impedir la epidemia, sino para minimizarla.

La Virgen detuvo la peste

Cuando la peste contagió a Caracas, fue sacada en procesión la imagen de Santa Rosalía, protectora de las epidemias, con una nutrida representación del clero y las cofradías. Frente a la imagen caminó -en dirección a la catedral-, el obispo Mariano de Talavera. Allí, la epidemia cobró miles de víctimas.

En Barquisimeto, ante la desesperación del pueblo que se veía diezmado por el cólera, el presbítero de la iglesia de la Concepción, José Macario Yépez, hombre público y querido por su encendido discurso en el Congreso Nacional como diputado en defensa del pueblo, convocó una rogativa para aplacar el mal.

En esa oportunidad, fueron traídas al sitio histórico de Tierritas Blancas, imágenes religiosas, entre ellas el Nazareno y la Divina Pastora de Santa Rosa del Cerrito, aquel 14 de enero de 1856, en procesión solemne desde el sitio de la Cruz Salvadora, hasta la iglesia parroquial de la Concepción.

Al finalizar su sermón, el Padre Yépez “movido por un celestial impulso, cayó de rodillas frente a la imagen, y con voz fuerte y trémula, entrecortada por sollozos, exclamó:

“Virgen Santísima, Divina Pastora, en aras de la Justicia Divina, por el bien y salvación de este pueblo te ofrezco mi vida… Te suplico Madre mía, que salves a este pueblo, que sea yo la última víctima del cólera”.

 Y así ocurrió, el padre falleció el 16 de junio de 1856, cinco meses después de la primera visita de la Divina Pastora a Barquisimeto, y con él desapareció cólera, llevándose, aproximadamente, a más de 20.000 almas.

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y escritor

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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