#OPINIÓN Tío Orlando #15Ene

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El último día de 2021 despedimos en Caracas a Orlando Orozco Meleán, barquisimetano de ancestro cabudareño, ingeniero civil de profesión y político de vocación. Vivió noventa y cuatro años de una vida plena, repleta de realizaciones como persona y en el servicio a los demás, en unas y otras se apoyó en su catolicismo sentido, desarrollado de la mano de maestros de la categoría del inolvidable Hermano Gaudencio Eloy. Entre sus logros no figura haber hecho dinero, dio testimonio de austeridad hasta el final, en un epílogo signado por las limitaciones. Era mi tío por parte de madre, mi padrino de bautizo y siempre tuve en él un ejemplo en los planos personal, familiar, ético y cívico.

A partir de cuarto grado trabó, como otros de su generación, leal amistad con Luis Herrera Campíns quien había llegado al Colegio desde Acarigua y breve pasantía seminarista. “Era muy inteligente y simpático” y eso, me contó un día, le llamó la atención de quien ejercería en él un liderazgo vitalicio. Desde UNE militó en las filas socialcristianas.

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Trabajó en la construcción de importantes obras públicas, pero su inquietud principal la dedicó a la vivienda. Que más familias venezolanas tuvieran un techo para albergar su hogar y progresar con seguridad. Secretario General del Banco Obrero durante el gobierno de coalición presidido por Betancourt y su Director Gerente durante los años iniciales del primero de Caldera, en cuyo programa de “Cien Mil Casas por Año” había sido factor fundamental desde la Secretaría Nacional de Asesoría Técnica del partido al lado de Oberto. Presidió la Asociación Mundial de la Vivienda Rural. Con Herrera Campíns fue Ministro del Desarrollo Urbano, hasta su designación como Embajador en Roma.

Diputado por Lara electo en 1963, lo vi trabajar con responsable asiduidad en la representación de nuestra región. Como legislador su mayor satisfacción fue la Ley del Sistema Nacional de Ahorro y Préstamo que posibilitó a tantos hacer realidad la aspiración de vivienda propia. En 1968 fue primer Vicepresidente de la Cámara de Diputados.

Me siento honrado de haber continuado la tradición de mis tíos maternos al representar a Lara en el Congreso. Germán en los cuarentas, miembro de la Comisión de Hacienda; Orlando en los sesentas, miembro de la de Administración y Servicios y quien escribe en los ochentas y noventas, principalmente en Política Exterior y Legislativa.

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Lector acucioso era este tío que me regalaba libros. Hombre informado que soportaba con paciencia mis interrogatorios precoces sobre la política de aquí y de afuera. Consejero sereno en los momentos difíciles.

Esposo fiel de Mireya por seis décadas y pico, padre de tres hijas y un hijo, abuelo y bisabuelo “clueco”, tío permanentemente atento a nuestras vidas, su familia era su mayor orgullo.

“Me queda poco” me dijo el 23 de diciembre. La cabeza Meleán lúcida no era acompañada por el cuerpo que acumulaba fragilidades. Supe que tenía razón pero no creí, sin embargo que sólo faltaba una semana para que se marchara y le bromeé, “Todavía nos queda mucho queso de chivo por comernos”. Si hay cabras en el cielo que debe haber, estará disfrutando allí de buenos trozos, con los suculentos desayunos de su Mamaíta, de quien era “toñeco”, rodeado de la prisa permanente de Germán, su hermano mayor y padrino, el bondadoso buen humor de Enriquetica y el puntual sentido del deber de Adelita, la que le era más cercana.

Pidió expresamente que al final de la misa de cuerpo presente, se escuchara su canción favorita “A mi manera”, la de Sinatra en español popularizada por la versión de Vicente Fernández. Así fue.

Ramón Guillermo Aveledo

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