#OPINIÓN Luis Laguna, maestro de la crónica musical gastronómica #26Feb

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Son muchos los compositores que a lo largo de la historia han echado mano de la gastronomía para dar forma a maravillosas piezas musicales en las que describen en detalle algún alimento, personaje o costumbre gastronómica de su entorno inmediato, recetas detalladas cadenciosamente musicalizadas, ideas o recuerdos de su infancia, lugares vinculados a la actividad gastronómica o, simplemente, las usan como metáforas que hacen más coloridos algunos aspectos de la vida cotidiana. El repertorio musical popular venezolano está cargado de claros ejemplos de ello. Sin ir más lejos, basta con revisar los catálogos de Luis Mariano Rivera (El Sancocho, Cerecita, Guácara); Armando Molero (El cocotero, Todo eléctrico, El limonero); Adelis Freitez (Acidito, El pastelero, Cacho e`vaca) para percatarse de la riqueza en referencias gastronómicas de nuestro cancionero nacional.

Uno de estos personajes fundamentales en la literatura musical gastronómica nacional es el maestro Luis Laguna, carabobeño por nacimiento pero ilustre aragüeño por adopción, a quien le debemos verdaderas joyas de musicales de nuestro repertorio popular. Perteneciente a una familia de comprobada tradición musical, en la que muchos de sus miembros ejecutaban algún instrumento o poseían aptitudes para el canto, se desarrolló como un compositor de inagotable creatividad, con un estilo aferrado a los ritmos tradicionales, de melodías sencillas pero con atrevidos giros armónicos. Sus letras reflejan el estilo de vida de su tiempo y la influencia que en él tuvo el género romántico representado por poetas como Rubén Darío.

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En su natal Guacara, Luis Laguna y su hermano Carlos se iniciaron en el mundo de la música desde temprana edad interpretando a dúo melodías venezolanas en los diversos actos culturales del colegio o en las frecuentes reuniones familiares. Su espíritu “serenatero” despertó con la llegada de las primeras ilusiones amorosas y fue perfilando su vena romántica de la que surgieron hermosos temas como Serenata, Creo que te quiero, Usted, Tu jardín, Nuestra realidad, entre otras. 

Sin embargo, con el paso de los años Laguna desarrolló en paralelo un interés particular por relatar a través de sus canciones diversos hechos de la vida cotidiana, estampas del día a día que para cualquier otro compositor pudieran resultar un tanto lejanas a los intereses poéticos. No pudiera precisar desde cuándo y la razón por la cual el tema alimentario llegara a interesar de tal manera al maestro Laguna para que dedicara un significativo número de sus composiciones a relatar o describir escenas vinculadas a la gastronomía. Lo cierto es que nos legó una cuantas canciones que se han convertido en referentes importantes para quienes nos dedicamos a indagar en la historia y cultura de nuestra cocina a través de la música. Es por ello que revisaremos cinco temas que abordan directamente lo gastronómico y mencionaré una par más que tangencialmente lo utilizan como excusa para recrear hermosas imágenes poéticas.

El uso frecuente de figuras retóricas como la metáfora y el símil es una de las características fundamentales en las letras de las canciones de Luis Laguna, usando para ello elementos culinarios familiares para quien las escucha. En su conocido merengue Criollísima se vale de frutas como la manzana y la piña, semillas como la del café o las colmenas de las abejas melíferas para describir a la figura femenina a quien alude el tema:

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Lucen como dos panales de miel,

tus labios en tu piel morena mujer,

fresca como una manzana vas

luciendo tu elegante andar.

Tu pelo libre como el viento se ve,

luce igual al color del café.

Hueles a piña madura, aroma exquisito 

que las frutas nuestras dan”

Una hermosa metáfora, también referida a la miel, está incluida en el vals Creo que te quiero (“Yo quisiera mirarme en tus ojos, libar de tus labios gotitas de miel”) mientras que en el merengue titulado Mi merengue incluye un símil que nos traslada a los viejos caserones de principios del siglo XX en donde el agua de tinajas refrescaba a los sedientos en días calurosos: “Suave lentamente, muy dulcemente se va colando como agua fresca de tinajero que por su piedra viene estilando”.

Si de personajes gastronómicos se trata, Luis Laguna nos hereda el retrato musical de dos de ellos. Por tratarse de una dama, comenzaremos con la Comae Joaquina, una espléndida cocinera que ofrecía un variado menú para complacer a su clientela. En ritmo de merengue, nos adentramos en el fogón de esta habilidosa dama de donde salían por igual un tradicional asado negro, el ya casi desaparecido Tere-tere o las apetitosas arepitas fritas.

Te invito, compae, a desayunarnos casa e’ Joaquina,

tiene un tere-tere sabroso, chorizo y cochino.

Un asado negro con su puntito de papelón,

arepas calenticas, las hay de queso y de chicharrón.

El maíz pila’o y el fuego de leña anima el budare

le dan el sabor sabrosito que abre el apetito.

Plátanos, jojotos, allí los asan con concha y to’,

dame otro guarapazo, compae, sirva pa’ los dos

Ese suero bueno y queso muy fresco pa’ saborear

y después de esto otra guarapita pa’ bien sentar.

No perdamos tiempo, compae, hay que convenir

la comae Joaquina sí sabe freír.

En las calles de antaño, en cualquiera de nuestras ciudades o grandes poblados, resonaba con fuerza el tintinar de las campanas de los heladeros ambulantes, quienes con su cava al hombro o arrastrando su carrito refrigerado ofrecían a chicos y grandes los más variados sabores. Uno de los merengues más conocidos de Luis Laguna, Un heladero con clase, se inspira justamente en uno de estos personajes, quizás uno de los tantos inmigrantes caribeños que patearon nuestras calles para ganarse el sustento diario y brindar un pedacito de felicidad en barquillas o paletas. 

Feliz canta el heladero:

“la crema en barquilla doy por un real,

de fruta son los sabores les digo,

y el de mantecado que es algo especial”.

Feliz, me hacen los muchachos

que todos gritando van:

«A mí me lo das de coco cremoso

y el de mantecado, exquisito, que es pa’ mi mamá»

Chévere me dicen que yo soy

porque contento yo siempre estoy

dicen que soy distinto a los otros

gané su confianza por eso me esperan.

No se mueva de ahí compadrito

voy por otro realito volando

quiero probar la crema exquisita

en esos sabores, que anuncias cantando.

“De piña, guayaba y coco,

durazno y mango pintón,

parchita y de tamarindo, le digo,

pruebe un ligadito que es la sensación.”

Somos conscientes de que la “modernidad” ha golpeado muy fuertemente a nuestra granjería tradicional. Muchos de los dulces criollos que ofrecían los vendedores ambulantes o pequeños negocios especializados, han desaparecido casi por completo, conservándose tan solo en la memoria de los mayores o en algunas cocinas caseras en donde la tradición y costumbre han impedido su completa extinción. A esas Golosinas criollas le cantó también Luis Laguna, una de sus piezas más versionadas por artistas y agrupaciones nacionales. A la par de los heladeros ambulantes, también teníamos nuestro vendedor o vendedora de dulces que ofrecían los desaparecidos alfondoques, alfeñiques, naiboas y el cambur pasado, además de las conservas de coco y catalinas que afortunadamente han logrado trascender hasta la época actual.

El Alfondoque, dulce de lechosa,

el alfeñique, Carato e’maiz

conserva e’coco, dulce de toronja,

la naiboa sabrosa y el cambur pasao

Los pregonaban por todito el pueblo

y en azafates iban a vender

en plazas cines, de acuerdo a su gusto

y de un gran surtido podía usted escoger

Luis Laguna también le cantó a muchas de las tradiciones y costumbres de sus abuelos, de sus padres, especialmente las vinculadas a festividades religiosas como la Navidad o la Semana santa. La comida formaba parte importante de esas celebraciones por lo que en un aguinaldo titulado Bellas tradiciones nos recuerda preparaciones como el arroz con coco, la mala rabia, el chigüire, el funche aliñado que formaban parte de la “dieta de los abuelos en la pasión”

Un particular merengue “protesta” forma parte del repertorio de este ejemplar compositor venezolano, quien no solo se preocupó por reseñar a los aspectos más gratos de la gastronomía sino que también mostró gran sensibilidad social en relación al acceso a los productos de la cesta alimentaria básica. Leyendo el texto de esta canción nos invade esa inquietante sensación de que la historia se repite y que lo que para entonces era una preocupante situación hoy resulta una latente realidad que golpea con mayor fuerza al venezolano. 

Señores quiero decirles algo que deben saber

el problema que yo tengo para darles de comer.

En el mercado no hay nada que se pueda ya comprar

por mucha plata que lleves no traerás que cocinar

El queso que tanto gusta ya no se puede adquirir

pues te dicen si lo comes de cáncer puedes morir.

Las frutas, las hortalizas dicen están contaminás

por el riego, pesticidas y los precios, ¡que cará!

El tomate cuesta un ojo, otro igual cebolla y ajo,

la carne cuesta una bola, esto el petróleo nos trajo,

sólo comen los burgueses por plata y categoría

pero el pueblo con un cable, come de noche y de día

Hasta que no llegue el cáncer, señores de sanidad

nuestro pueblo muere de hambre, eso sí es enfermedad.

Enfermedad que se cura con buena papa en verdad

ese sí que es un remedio y que cura en realidad.

Si quieren un pueblo sano, que coma con calidad

y verán como esa anemia se les va para el cará.

No importa suban los sueldos y todo bien caro está

si compran un kilo de carne no tendrán con que aliñá

Luis Alfredo Laguna murió el 1 de agosto de 1984, a la edad de 58 años, pero su legado traspasa el ámbito meramente musical para convertirse en una valiosa fuente de información acerca de las costumbres gastronómicas de una época ofrecida a través de la más elegante poesía y los más cadenciosos de los ritmos tradicionales. En cierta ocasión, e l maestro Antonio Estévez, el autor de La cantata criolla, dijo: “Luis Laguna, además de excelente ejecutante, es un compositor nato, dotado de una invención melódica y armónica excepcional, cualidades éstas que le imprimen al conjunto la distintiva fuerza de su personalidad”.

Miguel Peña Samuel

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