#OPINIÓN Carora: Las luces del gomecismo (1908-1935) Parte II #16Ene

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El psiquiatra Ricardo Álvarez

Siendo estudiante de medicina, el joven caroreño Ricardo Álvarez dirige la Sociedad de Estudiantes de Medicina, y en 1924 cuando cursaba el Quinto año de Ciencias Médicas, asiste por primera vez al Asilo de Enajenados de Caracas (siendo Director el doctor José Francisco Torrealba 1924 – 1927). El Dr. Gustavo Andrade refiere que “durante dos años de trabajo en el Asilo mostró Álvarez gran interés por el enfermo mental y fruto de esa primera experiencia fue su tesis doctoral”. Culmina sus estudios en 1926, en la Universidad Central de Venezuela, presentando una magnífica Tesis Doctoral en 1927, intitulada “La Demencia Precoz. Contribución al estudio de la Enajenación Mental en Venezuela”, mereciendo elogios de un magnífico Jurado examinador compuesto por los doctores Diego Carbonell, Emilio Conde Flores y Miguel Jiménez. Se le ha considerado uno de los fundadores de la psiquiatría en Venezuela. Escribió La psiquiatría en Venezuela desde la época precolombina hasta nuestros días, 1942. 

Rafael Domingo Silva Uzcátegui

Un joven bachiller curarigueño, autodidacta médico, Rafael Domingo Silva Uzcátegui (1887-1980), escribirá dos libros que merecen ser recordados: Historia crítica de la literatura modernista castellana, en 1925, obra con la cual gana premio de la Academia de la Lengua en España en 1927. El otro será Psicopatología del soñador, 1931. En ellos adelanta una crítica literaria desde la ciencia natural y la Psiquiatría, basándose en la obra de Max Nordau titulada Degenerados (1892) y la psiquiatría francesa del siglo XX, herramientas con las que condena ferozmente por degenerados a Edgard Allan Poe, Lautréamont, Mallarmé, Verlaine, Whitman, Baudelaire, y a los latinoamericanos Rubén Darío y Leopoldo Lugones, quienes han creado una literatura desequilibrada, afeminada, anormal, psiquiátrica completamente antiamericana.  Silva Uzcátegui es el autor de la célebre y reconocida Enciclopedia Larense (1948) 

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Tres años luego de la muerte del Dr. Rafael Tobías Marquís, una de sus alumnas, la señorita Carmen Elena Montesdeoca, junto al Dr. Ramón Pompilio Oropeza y el general Roberto Riera, fundan el 5 de julio de 1925 la Escuela General Pedro León Torres, nombre del héroe epónimo del Distrito, destinada a satisfacer la demanda educativa de los sectores humildes de la ciudad. Fue desde sus inicios un plantel educacionista para niñas y funcionó en la casa de familia de su fundadora con unas 80 niñas humildes.

Historial genealógico de familias caroreñas

En la Tipografía Arte de Caracas verá la luz en 1933 una portentosa obra historiográfica en dos volúmenes: Historial genealógico de familias caroreñas, una minuciosa y cuidada investigación adelantada por un joven médico egresado de la Universidad de Caracas, Ambrosio Perera Meléndez (1904-1977). Contará con la colaboración de Cecilio Chío Zubillaga en las biografías anexas. Entre sus obras más notable tenemos Historia orgánica de Venezuela (1943) e Historia de la organización de los pueblos antiguos de Venezuela, en 3 volúmenes (1964). Fue diputado, embajador e Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia. 

Esta monumental obra de Perera, reditada en 1967, contribuyó de manera notable a quien escribe a comprender la singularidad histórica de los “patricios caroreños”, clase social que se asemeja a una casta y que ha ejercido una notable hegemonía cultural en Carora desde hace varias centurias.

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Don Ismael Silva Montañés, prócer de la cultura

 En 1934, cuando llegaba a su fin la oscurantista dictadura de Juan Vicente Gómez Chacón, un caroreño enamorado de la cultura y el saber publicó lo que llamó “Unidad, revista mensual de cultura larense”. Era ese hombre Ismael Silva Montañés, quien era dueño de la Tipografía El Arte, que tenía sus talleres en Carora, la “ciudad levítica” de Venezuela. El propósito de la Revista era el de “poner a disposición de los hombres de letras en la región larense una publicación que se preste a conservar para lo porvenir el fruto de sus capacidades intelectuales”. En otro lado dice que “su carácter es exclusivamente científico-literario, dejando las otras actividades de la prensa a los periódicos de diferente índole”. Antes de la Revista Unidad había fundado Don Ismael el periódico “Unidad” que circuló entre 1931 y 1935; en 1933 editó un opúsculo: “Imprentas y periódicos caroreños”, y fue además un defensor de las ideas de la Democracia cristiana, inspirado en las Encíclicas papales Rerum Novarum de León XIII, así como el derecho a la mujer a incursionar en el mundo intelectual y a liberarlas de ese mal latinoamericano, el machismo. Al final de su vida se dedicó a la empresa más ambiciosa: “Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano”, publicada en cuatro tomos por la Academia Nacional de la Historia en 1983.

 El magisterio socrático de Chío Zubillaga en Carora

Cosa maravillosa ocurrió alrededor de la figura socrática de Cecilio “Chío” Zubillaga Perera (1887-1948), un pensador de hamaca y zaguán, a cuya habitación concurrían los muchachos ávidos de cultura en la Carora que salía de la noche gomecista. Se trata de un auténtico intermediario cultural (Michel Vovelle) que convirtió su casa solariega en una verdadera universidad popular. Para escuchar al Maestro se daban cita allí Luis Beltrán Guerrero, Alí Lameda, Guillermo Morón, Elisio Jiménez Sierra, Alirio Díaz Leal, Ambrosio Oropeza, Héctor Mujica, Rodrigo Riera, Juan Oropesa (sic), Eddie Morales Crespo, José Herrera Oropeza, Francisco Manuel Mármol, Lino Coronel, Federico Álvarez, Antonio Herrera Oropeza, el Catire Timaure. De formación autodidacta, como la de Rafael Domingo Silva Uzcátegui, enfrentó a su clase social, los godos o patricios de Carora, desde el periódico de denuncia y combate del latifundismo: Cantaclaro. Lo he considerado un adelantado o precursor de la Teología de la Liberación latinoamericana de la década de 1960, pues en su corazón había lugar para Jesucristo y también para Lenin, líder de la Revolución Bolchevique. Su jesuscristismo, palabra que él acuñó, se basó en la iglesia social de su hermano presbítero doctor Carlos Zubillaga, el padre Lisímaco Gutiérrez y la Encíclica Reum Novarum del papa León XIII.  Es de destacar que los brillantes discípulos de Chío Zubillaga no siguieron en su totalidad las ideas que hoy llamaríamos de izquierda, lo que lo enaltece al propiciar el pensamiento plural y divergente: Luis Beltrán Guerrero, Guillermo Morón y Juan Oropesa serían ellos. Otros abrazarán el marxismo soviético y sufrirán cárcel y exilio, tal como aconteció amargamente a su discípulo preferido, el poeta Alí Lameda en las lejanas y gélidas mazmorras de Corea del Norte. Su cuarto-biblioteca no era de modo alguno cárcel de pensamiento, pues propició el pensamiento plural

El béisbol es una suerte de segunda religión entre los caroreños. En 1932 iniciará actividades el equipo Buenos Airres BBC, en el popular sector Barrio Nuevo, donde se instala una casa como su sede, dotada de biblioteca, se enseñaba a leer a los jugadores analfabetos. Esta iniciativa es digna de destacar pues brotará de los sectores que no hunden sus raíces en el patriciado caroreño. Es la cultura popular que comienza a organizarse al calor del deporte de las cuatro esquinas. 

La educación para la mujer tuvo en el Dr. Ramón Pompilio Oropeza un defensor decidido y entusiasta. En 1931 egresaron del Colegio Federal Carora que este viejo Maestro dirigía desde su fundación en 1890, las primeras flamantes bachilleras: María Luisa Rodríguez, Eva Teresa Acosta, Emérita Acosta, Sacramento Suárez y Leoncia Castañeda. Queda de tal manera vencido el prejuicio de que la mujer tiene como destino único los oficios del hogar y el cuidado de los infantes, en aquella sociedad patriarcal y católica en extremo que ha sido Carora. 

Un año antes del deceso del presidente Gómez, un grupo de caroreños liderados por Chío Zubillaga fundan la Biblioteca Pública Dr. Ildefonso Riera Aguinagalde. Se conoció, a través de investigaciones realizadas por el profesor Freddy Angulo, que el primer director de la biblioteca fue Rafael Oropeza. Le sucedieron Antonio Oropeza, Chío Zubillaga Perera, Dr. Pablo Álvarez Yépez, Agustín Oropeza, el historiador Dr. Ambrosio Perera y Antonio Crespo Meléndez, personas que como denotan sus apellidos, pertenecían al patriciado caroreño. Esta Biblioteca abre sucursales en distintos barrios y sectores de la ciudad. 

El Archivo Zubillaga, lugar de la memoria

Dice Francisco Zambrano Gómez que este Archivo comenzó a ser una realidad a finales del siglo XVIII. Más adelante agrega que “En 1924 cuando Antonio María Zubillaga Perera muere, revisaron los papeles que dejó y encontraron esta carta para Chío Zubillaga Perera dentro del baúl del viejo Agustín. Cuando a Chío le entregan esta carta se negó a abrirla y comenzó a sufrir por primera vez del corazón. No quiso saber nada de la carta ni del Archivo Zubillaga durante los siguientes siete años, hasta que por amor a los papeles viejos acepta la custodia del arca vasca. El problema es que cada vez que Chío veía la carta se le disparaba la tensión arterial y tenía que salir huyendo para su finca El Fraile, por allá por los lados de Jabón, bien lejos del Archivo y de la carta. Por más que escondía la carta, el día menos esperado aparecía sobre la mesa, en la hamaca, dentro de un libro o en cualquier rincón. Cuando el 25 de julio de 1948 Chío se decidió a abrir la carta, su corazón no soportó la emoción y estalló. Su hermana Carolina lo encontró muerto con la carta estrujada en una de sus manos; tomó la misiva y la guardó dentro del viejo arcón. Muchos familiares e investigadores han encontrado la carta, pero por respeto, se han negado a abrirla. Me da miedo ser yo la que rompa el sello que la protege, pero se me ocurre que tu si puedes tener valor para hacerlo.”

Este extraordinario Archivo, lugar de la memoria (Pierre Nora), ha sido ordenado y digitalizado en este año 2022 por iniciativa del ingeniero Cruz Mario Zubillaga y del Cantón Carora. Ocupa unos salones de la Diócesis de Carora, una gentileza del Obispo Dr. Carlos Curiel, una persona amante de la cultura. Está este magnífico repositorio documental abierto a los investigadores. Su celadora es nuestra exalumna abogada e historiadora por la Universidad de Los Andes Danny Gómez Timaure. Hemos dicho que nuevos aspectos de la historia de Carora y de Venezuela saldrán a la luz entonces.

El Dr. Pastor Oropeza Riera

El medico con estudios doctorales en Francia, Pastor Oropeza, escribe en Carora una obra cardinal de la ciencia en Venezuela: El Niño,1935, obra con la cual se fundan los estudios de Pediatría en Venezuela. Durante 10 años será médico pediatra en su ciudad natal. Esta experiencia in situ le permitirá obtener una visión concreta de las terribles condiciones de salud de los neonatos en el semiárido occidental venezolano. En 1935, año de la muerte de Gómez, publica El Niño, un libro señero en la medicina venezolana y que llamará la atención del médico y político Dr. Enrique Tejera, Ministro de Sanidad del gobierno del general Eleazar López Contreras, quien deslumbrado por lo que lee allí, lo invita a incorporarse al recién creado despacho. Nace de esta manera y con esta oportuna publicación el que será llamado Padre de la Pediatría en Venezuela.

Consideraciones finales

Como hemos notado, son los sectores dominantes caroreños los que exhiben un protagonismo en los asuntos de la cultura. Se trata del traslado y continuación al siglo XX de una hegemonía ideológica y cultural (Antonio Gramsci) ejercida por los godos o patricios de Carora desde finales del siglo XVIII colonial, y que quien escribe destaca en sus investigaciones la manera de cómo se manifiesta tal hegemonía a finales del siglo XIX y comienzos del XX (Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937). Será esta clase social con rasgos de casta, los patricios caroreños quienes fundan las instituciones educativas, los periódicos y revistas, los clubes y asociaciones, dominan los asuntos del altar, cuando ya predominan en el activo comercio local y son los dueños territoriales, fincas y haciendas, del extenso Distrito Torres. A lo que habría que agregar que estos sectores dominantes sostienen firme alianza con la dictadura gomecista.

Tras la muerte de Gómez, con sus sucesores, el general Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, asistimos a un renacimiento cívico, una recuperación venezolana, se elimina la odiosa censura de prensa, se legaliza los partidos políticos, fundará López Contreras el Pedagógico Nacional con ayuda de la Misión Chilena que trajo al país Mariano Picón Salas. El analfabetismo se redujo en un 50%, 250.000 alumnos asistirán a las escuelas y se fundan 24 escuelas normalistas durante el gobierno de Medina Angarita. Después de 1945, con el ascenso de Acción Democrática al poder, otra época de la cultura nacerá en Venezuela. La educación se hará popular con las ideas pedagógicas de Luis Beltrán Prieto Figueroa, los salarios de los educadores son significativamente mejorados, es reabierta la Universidad del Zulia, un novelista laureado como Rómulo Gallegos será presidente de Venezuela en 1948. 

Luis Eduardo Cortés Riera 

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