#OPINIÓN Solo hay un objetivo: votar en contra #10Abr

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“…No se le buscan al gato tres patas y tampoco cinco, es perder el tiempo.”

Jorge Puigbó

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Días atrás leímos un interesante artículo de Fernando Mires en “Polis: Política y Cultura”, titulado “Fervor Mesiánico y Razón Política”, en el cual establece su posición acerca de cómo debe desarrollarse y concluirse las conversaciones dentro de la oposición para lograr un candidato de consenso que garantice el triunfo en las elecciones en Venezuela, debido a la negativa del gobierno de aceptar el resultado de unas elecciones primarias. Mires, es un respetable historiador y politólogo chileno, fue militante del partido comunista y del MIR en su país y a quien se le reconoce honestidad en su proceso personal de revisión ideológica, hoy preconiza lo que él denomina “Democracia Social” contraponiéndolo a una “Social Democracia” que asegura devenida a menos. Muy lógico y profundo en sus escritos, algunas veces cae en elucubraciones y especula cuando enjuicia situaciones que ocurren con frecuencia en el mundo de la política. En el mencionado escrito utiliza un término creado por él: “Idolatría Populista”. Quizá hubiera sido más acorde hablar de idolatría popular, referido a ese lógico sentimiento que el líder busca generar en las masas y sin el cual no pudiera obtenerse el poder político el cual se genera únicamente por un consenso mayoritario que, como sabemos, es el principio vital de la Democracia y de su legitimidad. El populismo es un término que cada día se hace más confuso y por tanto difícil de definir, lo que sí está claro es que atiende más a una dudosa oferta proveniente de los líderes y no al revés. El articulista afirma que: “En cierto sentido es una razón parecida a la religiosa, aunque dirigida no a una deidad divina sino a un sustituto idolátrico”, en este caso se trata de una líder. Una descalificación implícita. Habla de la: “predisposición popular a buscar un objeto de adoración, vale decir, alguien a quien se conceden atributos, si no mágicos, superiores, un ente cuya palabra no es cuestionable y cuyas decisiones son órdenes a ser seguidas sin chistar…”, así define lo que él considera que piensan los tres millones de venezolanos que votaron por María Corina Machado y los que la siguen: son unos irracionales. Una evidente digresión intencionada con la cual trata de menospreciar la cualidad del líder, sin mencionar la ilegalidad de su inhabilitación. 

Esa idea él la suma a la del mesianismo, la creencia de que una persona, con determinadas facultades especiales, es la única capaz de arreglar las cosas, y a la del fervor popular, lo cual, en todo caso, nada tienen que ver con el líder por tratarse de sentimientos, aplicables únicamente a sus seguidores, es otra forma indirecta de descalificación. No aporta nada nuevo manifestar la ambigua racionalidad o irracionalidad de las masas cuando eligen a un líder, eso ha sido materia de un debate perenne. Escogencias tan disimiles como las de Churchill, Castro, Putin, Stalin, Allende, Cristo, Bolívar, Mahoma, Napoleón, Hitler. Mao o Trump, son ejemplos claros de que son los resultados los que exaltan o condenan, si son buenos el pueblo es una maravilla y si no, son unos irracionales y poco inteligentes. Toda elección comporta una decisión personal previa, una escogencia, un sentimiento claramente interesado en que con ella se obtendrá algo positivo, nadie elige un camino que signifique su destrucción como individuo o como sociedad, a menos que sea impulsado por el engaño o la manipulación, por tanto, no es en su génesis que la elección pudiera ser catalogada como racional o irracional, sino es “a posteriori”, cuando dependiendo de los resultados, se produce el juzgamiento. El pueblo actúa de buena fe y cree en un mensaje del líder, en una promesa, y es esa certeza la que induce la decisión, es así que entonces la cuestión radica en los resultados de una gestión cuya responsabilidad recae solamente en el comportamiento del líder, su capacidad de conducción, las circunstancias y en sus valores éticos, o por lo contrario, en su capacidad de manipulación o de engaño, inmoralidad y ceguera, lo cual solo lo podremos saber una vez desarrolle su actuación al frente del poder y la concluya, esto es lo determinante, son los resultados los que interesan y no las especulaciones y descalificaciones previas.

El articulista afirma: “…Haremos lo que María Corina decida”, dicen hoy sus seguidores, y no precisamente los más ignorantes…”, indudablemente que, ella es la que ha demostrado hasta la saciedad el coraje y la voluntad de un cambio de dirección y sus partidarios están de acuerdo con sus planteamientos, no como una decisión caprichosa, ni inspirada en su figura y carisma, todo lo contrario. Han sido años de trabajo político llevando un mensaje consistente y sin ceder.

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La posición política del escrito se contradice con la afirmación simplista de que la única solución pasaría por la renuncia de María Corina Machado al mandato popular, olvidando que ya ella cedió aceptando dos candidatos y es el gobierno quien no acepta. Estamos conscientes, la mayoría de los venezolanos de que, el objetivo es derrotar al gobierno en las elecciones y que ella está inhabilitada de forma fraudulenta, pero la lucha se plantea en buscar una fórmula que satisfaga las exigencias de la mayoría de la población y no una acomodaticia. Al final se votará en contra del régimen. Las ideologías dejan sus huellas imborrables y por tanto condicionan de alguna forma las opiniones, las cuales en muchas oportunidades pretenden oponerse al sentimiento popular mayoritario, es la política. En ninguna parte del artículo se mencionan las innumerables acciones ilegales de un gobierno que por todos los medios quiere impedir la llegada de María Corina Machado y no solo es porque representa la salida del poder, sino que sería un cambio ideológico profundo, ese es el meollo.  

Se expone textualmente en el escrito leído: “Chávez, Guaidó y María Corina, para seguir ejemplificando con el caso venezolano (podríamos hablar también de Perón, Evita, Cristina y Milei en el caso argentino) son personas-objetos de una líbido que bloquea a la razón política…”, insiste en una explicación freudiana que califica de eunucos políticos a los votantes, pero que en la práctica no resuelve nada, ni aporta solución alguna, solo trata de explicar, utilizando una generalización inaceptable, las razones por las cuales un pueblo elige a un líder carismático: se “enamora” y pensamos que esta explicación referida a un pueblo oprimido, empobrecido, víctima de una represión brutal, cuya única salida ha sido emigrar por millones, no se compadece con la verdad, la  razón es muy simple: ellos no buscan a una persona por sus atributos personales sino porque encarna un mensaje de esperanza, un futuro diferente después de 25 años de oprobios. El artículo se desvía de su propósito, atiende más a lo freudiano y lo antepone a las razones valederas que tiene nuestro pueblo, las cuales son muy simples, sin tantos enredos: la búsqueda de algo o alguien que les solucione y satisfaga en libertad sus necesidades primarias. La frustraciones políticas de los pueblos que motivan los cambios en el poder, no provienen de desamores, ni de la “líbido” no satisfecha, proviene de algo más prosaico, menos filosófico, menos estilizado, simplemente se trata de hambre y libertad, de persecución y ruina, de incumplimientos totales, de la corrupción y enriquecimientos, si no pregúntenselo a los ocho millones de habitantes que se fueron del país y le aseguro que ninguno le va a decir que lo hizo por desamor al chavismo, le dirán que su familia está muerta de hambre y que sienten el engaño y el incumplimiento de todas las expectativas, de todas las promesas, es algo más vital, más real, más constatable. Y los que se quedaron en el país, sienten lo mismo, quieren una solución que garantice un cambio. No se le buscan al gato tres patas y tampoco cinco, es perder el tiempo. 

Jorge Puigbó

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