En la lectura del Evangelio según San Juan (13, 1-15), se nos presenta una escena trascendental en los momentos previos a la celebración de la Pascua y la Pasión de Jesucristo. Consciente de que había llegado su «hora de pasar de este mundo al Padre», Jesús demostró un amor incondicional y «hasta el extremo» por sus discípulos durante la Última Cena.
El Padre Rubén Darío Hernández, al reflexionar sobre este pasaje, destaca el profundo significado del acto de Jesús de lavar los pies de sus discípulos. En un gesto de humildad sorprendente para su rol como Maestro y Señor, Jesús se despojó de su manto y tomó la labor de un siervo, lavando los pies de quienes lo seguían.
La reacción de Simón Pedro, quien inicialmente se resiste a que su Señor realice tal acto, subraya la radicalidad del ejemplo de Jesús. La respuesta de Jesús, «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde», invita a la reflexión sobre la importancia del servicio, incluso cuando su significado no es inmediatamente evidente. La insistencia de Jesús («Si no te lavo, no tienes parte conmigo») revela que este acto no es meramente simbólico, sino esencial para la relación con él.
Tras completar el lavatorio, Jesús explica el significado de su acción: «Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».
El Padre Hernández enfatiza cómo este pasaje del Evangelio del Jueves Santo nos entrega una enseñanza fundamental sobre el amor cristiano: un amor que se manifiesta concretamente en el servicio humilde y desinteresado hacia los demás. El acto de lavar los pies, en su contexto cultural, era una tarea reservada a los esclavos, y que Jesús, siendo quien era, lo realizara, constituye una lección poderosa sobre la verdadera grandeza que reside en el servicio.
Este pasaje evangélico nos invita, en este tiempo de reflexión de la Semana Santa, a emular el ejemplo de Jesús, practicando la humildad y el servicio en nuestras vidas cotidianas, fortaleciendo así los lazos de amor y fraternidad dentro de la comunidad cristiana y hacia el prójimo.