Este 25 de mayo, los venezolanos volvemos a tener una oportunidad. No es una simple elección más. Es una nueva ocasión para alzar la voz, para resistir, para reafirmar que seguimos de pie, que no nos rendimos, que queremos un cambio y estamos dispuestos a trabajar por él. Y aunque la vida en Venezuela no es fácil, ya que nos ha tocado aprender a sobrevivir con lo mínimo, a resolver sin recursos lo que debería ser garantizado por el Estado, aquí seguimos. Y eso, en sí mismo, es una forma de lucha. Así, en medio de estas dificultades, del cansancio acumulado y de la incertidumbre, nos enfrentamos nuevamente a una decisión crucial: elegir entre la resignación o la esperanza de cambio.
Lo que ocurrió en el último proceso electoral fue un golpe duro. Muchos pusieron su esperanza en esa jornada, soñaron con una transición democrática inmediata, con un giro de timón. No se dio, y eso caló hondo. Pero abandonar la lucha no es la respuesta. El régimen quiere que nos resignemos, que asumamos que nada cambiará, que nos entreguemos a la apatía. Porque saben que, si dejamos de participar, ellos ganan por inercia. Si les damos la espalda a los procesos, si les cedemos la cancha, tendrán vía libre para seguir atropellando al país sin rendir cuentas a nadie.
Por eso, este 25 de mayo es tan importante. Porque cada vez que los venezolanos salimos a ejercer nuestro derecho al voto, a expresarnos cívicamente, estamos enviando un mensaje claro: no nos han vencido. Seguimos creyendo que otra Venezuela es posible y estamos dispuestos a insistir hasta alcanzarla. Nada que vale la pena se logra en el primer intento. Nuestros libertadores no conquistaron la independencia con una sola batalla, fue una gesta de años, de retrocesos y avances, de sacrificios inmensos. Nuestros ídolos deportivos, como Miguel Cabrera, Yulimar Rojas, Juan Arango o Carl Herrera, tampoco nacieron campeones. Tuvieron que entrenar sin descanso, superar derrotas, reinventarse, esforzarse más que los demás. Lo que los convirtió en leyendas no fue el talento, fue la constancia.
Y es justamente eso lo que necesitamos hoy más que nunca: constancia. Porque la libertad, la justicia, el respeto a los derechos humanos, no se alcanzan por un solo acto, sino por una lucha firme, sostenida, persistente. Votar este 25 de mayo no es un acto aislado, es parte de un camino. De una ruta larga, sí, pero necesaria para que nuestras familias vivan con dignidad, para que nuestros hijos tengan futuro, para que podamos volver a confiar en un país que alguna vez fue sinónimo de progreso y oportunidades.
Rendirse es resignarse a seguir sin agua, sin luz, sin gas, sin seguridad. Rendirse es conformarse con un salario que no alcanza ni para un kilo de harina de maíz. Es seguir viendo cómo nuestros jóvenes emigran porque aquí no pueden soñar. No podemos aceptar eso. No podemos normalizar la miseria.
Este 25 de mayo tenemos una nueva oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con el cambio. Para recordarle al régimen que no podrán quebrarnos. Que cada vez que cierren una puerta, buscaremos otra. Que cada golpe nos hace más fuertes. Que por más altas que sean las murallas, encontraremos el modo de escalar. No estamos solos. Somos millones los que queremos una Venezuela distinta. Millones los que no nos rendimos.
Stalin González