Vivencias, a solicitud de un asiduo lector de esta página.
Si algún día lejano perdí la fe en encontrar certezas, hoy me mantiene viva la esperanza de salvar el alma, justo ahora que inicié un diálogo perenne con el único Padre Celestial que reconozco, que me ayuda a llenar los huecos de mi silencio y mis solitarios ponientes que como el sol se dispersan entre nubes y sombras al final del día, terminando en solo oscuridad.
Tal vez nunca pueda escribir mis memorias (cuesta mucho hacerlo). Allí podrían ver todo lo que fui, lo que aprendí, lo que viví etc. y lo que me faltó ser y disfrutar. Me quedaré con mis monólogos sublimes y también con los agrios, con mi música preferida y también con esa tierna música que duerme siempre entretelas del corazón.
Siempre me opuse a esa realidad que con frecuencia susurra al oído que la felicidad es frágil, tan frágil que basta una sola palabra para romperla, los sueños siempre han luchado y seguirán luchando hasta lograr la felicidad, las adversidades nunca han detenido los sueños. Jamás me he prohibido soñar porque sacando la cuenta en total eso es la vida un sueño y nada más…. En las páginas mustias de algún libro habrá algo dejado por esta mano que escribe, posiblemente una pluma de ave, una paloma de papel, una carta, una flor seca o un pedazo de hoja amarilla donde aún se pueda leer: “Sobre el cielo y también sobre el infierno dejé pisadas y dejé versos temblando, como tiemblan y se doblan a la orilla de la laguna los largos juncos ante el peso de una hermosa ave”.
A estas alturas a despecho de mi misma puedo reconocer que -soy yo sola en lo alto del instante, momento en el que mido y peso la adusta soledad que dejó el que se fue y los otros que se fueron y sola me dejaron… He aprendido que el llanto no cura nada, que la prisa no lleva a ninguna parte, que aunque la esperanza no sea vana, nunca termina dándonos lo que necesitamos. He aprendido que de tanto pensar y abrumarse tampoco queda nada. El tiempo sigue pasando aún sobre nosotros dueños apenas del vasto ayer, de la inmensa nada y de las cosas muertas. De la mano de los días nos toca recibir lo que nos traiga el viento, acumular la luz del cielo y guardar ese sabor de sombra que es mejor que el pavoroso olvido.
Desde el leve rescoldo de mi fe, hoy más que nunca pienso que posiblemente ya no haya tiempo para decidir hacia dónde ir con mis propias experiencias, filosofías, preferencias, sueños y egoísmos. Tal vez ya sea muy tarde hoy, el cariño dejó sus sueños inconclusos, los esquemas sin romper y el tiempo envejecido…
Desde el leve rescoldo de mi fe, después de tanto tiempo pasado no hay nada que rescatar, ya no somos brasas de ilusión, pero podemos sentir dentro del pecho cuánto misterio encierra un puñado de tierra en el corazón cuando todo está muerto y en medio de tanto silencio solo logremos escuchar entre las tumbas, el eterno zumbar del viento inalterado…
Amanda Niño P.