«La máxima expresión de la empatía se encuentra en el aceptar sin juzgar» Carl Rogers (psicólogo).
Hace poco leí una frase que me encantó, dice:
«Cuando una persona se está ahogando no es el momento para enseñarlo a nadar»
(Desconozco el autor)
¡Que gran verdad!
Ese es el momento para tenderle la mano, no para regañarlo e intentar hundir más al que se está ahogando.
Existen personas que parece que están esperando el momento justo en que uno se equivoque, para señalarle todos los defectos.
Es decir, da la impresión que estaban ansiosos, esperando la ocasión para criticar, señalar y juzgar, con expresiones como:
—Yo, te lo dije—
—Y… ¿eso no era lo que tú querías?—
— Y ahora que piensas hacer?—
Esas expresiones casi siempre vienen de personas que no conocen la empatía.
Por favor
¡Pónganse aunque sea por un minuto en el lugar del otro!
En otras palabras ¡Pónganse en sus zapatos!
Como dijo Sófocles:
«Quien no haya sufrido lo que yo, que no me dé consejos»
(La frase más acertada, profunda e inteligente que he oído al respecto).
La empatía, esa capacidad intrínseca de comprender y compartir los sentimientos de los demás, ha sido durante mucho tiempo reconocida como un pilar fundamental de la interacción humana y la cohesión social.
Sin embargo, en los últimos años, la neurociencia ha desvelado fascinantes secretos sobre sus mecanismos cerebrales, redefiniendo nuestra comprensión de este fenómeno vital.
A medida que la sociedad evoluciona y la tecnología redefine nuestras interacciones, la empatía adquiere una relevancia aún mayor, actuando como un ancla esencial en un mar de conectividad digital.
Tradicionalmente, la empatía se ha dividido en dos componentes principales: la empatía cognitiva y la empatía afectiva.
La empatía cognitiva, también conocida como toma de perspectiva, se refiere a la habilidad de entender los pensamientos y sentimientos de otra persona de forma intelectual. Es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender su punto de vista.
La empatía afectiva, por otro lado, implica la resonancia emocional, es decir, sentir lo que la otra persona siente, ya sea alegría, tristeza, miedo o frustración.
Esta resonancia emocional no significa experimentar el mismo dolor o alegría con la misma intensidad, sino más bien sentir una conexión emocional que nos impulsa a la compasión y la acción.
Los nuevos hallazgos neurocientíficos han iluminado las redes neuronales específicas que subyacen a estos dos tipos de empatía.
Las investigaciones con resonancia magnética funcional (fMRI) han demostrado que la empatía cognitiva se asocia principalmente con la actividad en la corteza prefrontal media y el surco temporal superior, regiones cerebrales involucradas en la cognición social y la teoría de la mente (la capacidad de atribuir estados mentales a uno mismo y a los demás).
Estas áreas nos permiten procesar y decodificar las señales sociales, inferir intenciones y comprender las perspectivas ajenas.
Por otro lado, la empatía afectiva parece activar un conjunto diferente de regiones, incluyendo la ínsula anterior, la corteza cingulada anterior y el sistema de neuronas espejo.
La ínsula anterior, en particular, juega un papel crucial en la integración de la información interoceptiva (sensaciones internas del cuerpo) y exteroceptiva (información del entorno), lo que sugiere su implicación en la experiencia subjetiva de las emociones de los demás.
El sistema de neuronas espejo, descubierto por primera vez en monos y posteriormente observado en humanos, se activa tanto cuando realizamos una acción como cuando observamos a alguien realizar la misma acción.
Se postula que este sistema facilita la simulación interna de las experiencias de los demás, contribuyendo a la resonancia emocional y la comprensión intuitiva.
Estos descubrimientos no solo nos ofrecen una comprensión más profunda de la empatía a nivel biológico, sino que también sugieren que, si bien existen componentes innatos, la empatía es una habilidad maleable que puede ser cultivada y desarrollada.
La plasticidad cerebral permite que las redes neuronales asociadas con la empatía se fortalezcan a través de la práctica, la atención plena y la exposición a diversas perspectivas.
Natividad Castillo P. (Natty)
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