El espíritu humano es esa parte de nosotros que va más allá de lo físico, lo que nos impulsa a buscar el significado, la conexión, la creatividad y la trascendencia.
Es lo que nos hace seres conscientes, con la capacidad de amar, crear, soñar y reflexionar sobre nuestra propia existencia.
En el maravilloso mundo de la existencia humana, hay también hilos de dolor y pérdida que se entrelazan en algún momento en la vida.
Me disculpa el lector, si en algún fragmento de este artículo, toco alguna herida abierta o si me asomo sin permiso a los dinteles de su alma.
Mi intención no es hurgar la herida, pero existen personas que por miedo o vergüenza no expresan sus sentimientos, no sabiendo que al ocultarlo ensanchan la herida y retardan su sanación.
Hay quienes enfrentan tragedias que parecen imposibles de superar: hay dolores que nos destruyen, que nos acaban como lo es la pérdida de un ser querido, que ya sabemos cuán dolorosa es.
En la vida, estamos expuesto a dolores y decepciones que nos detienen, paralizan; y nos destrozan el corazón. La pena es mayor cuando la decepción la produce la ingratitud de un hijo. Decepción que DESGARRA EL ALMA, porque: ¡¡No hay puñal más certero que el que lleva el nombre de hijo!!
—No hay día en el que no nos sintamos desesperado. Las lágrimas no se acaban y los gemidos de dolor tampoco. Es como si el tiempo se hubiera detenido y nuestro cuerpo se moviera, pero el alma estuviese estancada en el fondo de un abismo—
Es un sufrimiento tan profundo que parece no tener fin. Sin embargo, lo que realmente nos define no es la caída al abismo, sino la capacidad asombrosa de levantarnos.
La Resiliencia
Que importante es la resiliencia humana, un testimonio de la fortaleza que emerge de las cenizas de la adversidad… y nos levantamos con el cuello erguido como la flor de loto y, emergemos de las profundidades del abismo.
La inevitable travesía del dolor
El dolor es una experiencia universal, una parte inherente de la vida. Nos lleva a un infierno cuando menos lo esperamos, ya sea a través de la muerte de un hijo, madre, padre, hermano; o alguien a quien amamos, el final de una relación que prometía ser eterna o el fracaso de un sueño en el que pusimos toda nuestra fe.
En esos momentos, el mundo se vuelve gris, y la esperanza parece un lujo inalcanzable.
El sufrimiento puede ser una carga tan pesada que sentimos que nos aplastará. Nos hace cuestionar todo lo que creíamos saber sobre la vida, el amor y el destino.
Es un laberinto emocional donde cada esquina nos lleva a un nuevo callejón sin salida de tristeza y desesperación. Pero incluso en la oscuridad más profunda, hay una pequeña chispa de luz que se niega a ser extinguida.
La resiliencia no es la ausencia de dolor, sino la capacidad de enfrentarlo de y seguir adelante. No es un interruptor que se enciende de la noche a la mañana, sino un proceso gradual de sanación y adaptación.
Las personas que logran levantarse después de un gran sufrimiento no lo hacen porque son inmunes al dolor; lo hacen porque eligen transformar su dolor en una fuente de fuerza.
Poco a poco, la persona comienza a reconstruir su mundo, no para que sea igual que antes, sino para que sea más fuerte y más significativo.
El regreso a la luz
Levantarse de las cenizas de la adversidad no significa olvidar lo que se perdió. Por el contrario, significa honrar esa pérdida y dejar que moldee a la persona en un ser más compasivo, empático y sabio.
Es reconocer que el dolor es parte de la historia, pero no la historia completa. Es encontrar un nuevo propósito, una nueva razón para vivir y una nueva forma de amar.
La historia de cada persona que ha resurgido es ÚNICA, es reflexiva, (además digna de ser escrita, plasmada en en libro) porque todas comparten un hilo común: la convicción de que son más fuertes de lo que pensaban.
Son el ejemplo vivo de que el corazón humano tiene una capacidad infinita para sanar y que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay un camino hacia la luz.
Su valentía nos recuerda que, a pesar de las cicatrices, la vida sigue siendo una aventura digna de ser vivida.
Natividad Castillo P. (Natty)
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