La reciente reunión en la Casa Blanca parece poner punto final a las especulaciones – bien o mal intencionadas – sobre una eventual escisión entre la OTAN, Gran Bretaña y Estados Unidos sobre el tema de Ucrania.
Cada mandatario allí reunido tiene su estilo personal, más o menos agradable para unos y otros. Pero al reunirse directa y colectivamente – sin filtros mediáticos ni intermediarios – han funcionado como una orquesta bien coordinada en defensa de sus intereses compartidos.
La reunión – que reconoce la primacía de Estados Unidos – también desbanca la leyenda urbana sobre la sumisión del mandatario norteamericano a los designios de Putin. De entrada se comprometió claramente a defender la integridad de Ucrania y a involucrar sus propias fuerzas armadas y de seguridad en la defensa de aquella lejana nación.
Es conocida la enorme vanidad del señor Trump y su crudo estilo de promotor inmobiliario que proyecta todo de un modo exclusivamente transaccional y sin escrúpulos puritanos – pero quizás con clara visión del mundo real en que vivimos
El tema de Rusia no es ideológico: El supuesto “comunismo” allí dejó de existir hace décadas. Tampoco es tema exclusivamente de Putin: La actitud rusa hacia Ucrania –respaldada por gran parte de aquella sociedad – no es muy distinta a la que asumirían los zares si estuviesen reinando.
El oso ruso poco sabe de democracia –un sistema para ellos exótico. No se le deben pedir peras al olmo.
Pero esta guerra de desgaste ya lleva más de tres años y presenta una situación trancada que no beneficia a nadie. Para todos los dirigentes reunidos en Washington – y para el propio Putin – lo fundamental siempre va a ser cómo quedan ellos ante la opinión pública de sus propios países.
Porque hasta dictadores como Putin tienen que contentar a sus bases ante la extrema habilidad de los medios de encontrar cualquier punto – real o imaginario – con el cual armar escándalo y aumentar su audiencia.
En el mundo real el perfeccionismo no funciona y en situaciones como la de Ucrania el secreto de los dialogantes será ceder sin que parezca que están cediendo.
Reunida tal cantidad de políticos experimentados sobre un mismo tema existen mayores posibilidades de diseñar una solución creativa que de una vez ponga fin a este cruento y estéril episodio.
Quienes conciben el enfrentamiento por el futuro de Ucrania con visiones contrastantes entre el cinismo de Maquiavelo y la hipocresía de Savonarola pueden contar con que cualquier solución efectiva al actual impasse estará mucho más en línea con el primero que con el segundo.
Antonio A. Herrera-Vaillant