“Los principios correctos son como brújulas; siempre señalan el camino”.
Stephen Covey, autor de Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva
En el mundo del emprendimiento y el desarrollo personal, es común escuchar frases motivacionales que invitan a soñar en grande y a no conformarse con metas pequeñas. Sin embargo, en esa búsqueda de grandes objetivos se esconden ciertos peligros cuando no se han puesto en orden las bases de la vida. Dos de los más significativos son, primero, alcanzar el objetivo pero que este no sea duradero —como construir castillos sobre la arena—, y segundo, lograr aquello que se buscaba sin experimentar un verdadero sentimiento de plenitud o satisfacción.
Construir sin bases sólidas implica correr el riesgo de que cualquier avance se derrumbe al primer contratiempo. Esto significa que si un emprendedor construye su vida y sus metas sobre valores superficiales —como la necesidad de reconocimiento inmediato o las recompensas rápidas—, es probable que logre resultados, pero estos carecerán de estabilidad y no perdurarán en el tiempo.
Un ejemplo claro es el de empresarios que crecen rápidamente, pero, al no haber trabajado en sus hábitos financieros, emocionales o de liderazgo, terminan perdiendo lo alcanzado. Según Jim Collins, en su investigación Empresas que sobresalen, el verdadero éxito se logra cuando se construye sobre fundamentos sólidos, no cuando se corre tras la próxima oportunidad sin orden ni disciplina.
El otro gran riesgo es alcanzar el objetivo y no sentir satisfacción real. Esto ocurre porque muchas veces los objetivos se definen desde expectativas externas —lo que la sociedad espera, lo que “da estatus” o lo que otros consideran valioso— y no desde una conexión auténtica con los propios valores. El psicólogo Victor Frankl, en su obra El hombre en busca de sentido, explica que la verdadera plenitud surge del propósito, no de los logros externos.
Un emprendedor puede crear una empresa exitosa y aun así sentirse vacío si en el proceso no alineó su vida con lo que le da sentido. Este fenómeno es cada vez más común en el mundo de los negocios modernos, donde el “síndrome del éxito vacío” afecta a líderes que alcanzan sus metas, pero experimentan agotamiento, soledad o falta de propósito.
Ambos peligros apuntan a una misma conclusión: antes de perseguir grandes objetivos, es indispensable trabajar en la construcción de una base sólida. Esto incluye hábitos saludables, claridad de valores, equilibrio entre vida personal y profesional, y una visión que vaya más allá de lo material.
El coach Tony Robbins señala que “el éxito sin plenitud es el mayor fracaso de todos”. Y precisamente, el coaching puede jugar un papel decisivo en este proceso, pues ayuda a los emprendedores a identificar cuáles son sus verdaderos motivadores internos y a desarrollar estrategias para sostener los logros en el tiempo.
Definitivamente, perseguir grandes objetivos es necesario para crecer, pero hacerlo sin bases sólidas conduce a riesgos significativos: logros efímeros o la incapacidad de disfrutar lo alcanzado. Para evitar construir castillos sobre la arena, es vital tomar tiempo para ordenar la vida, alinear los objetivos con valores profundos y desarrollar hábitos firmes. Solo así, el éxito será duradero y estará acompañado de la plenitud que realmente lo convierte en algo valioso.
Continuará…
Italo Olivo
www.iolivo.com