Mucho se ha escrito sobre el historiador y expresidente de la República José Gil Fortoul, nacido en Barquisimeto, en la calle Libertador Nro. 71 (hoy Carrera 19 entre 22 y 23), el 29 de noviembre de 1861, uno de los intelectuales más deslumbrantes del siglo XX. Erudito del derecho, las letras, y la filosofía; un periodista agudo, un político y diplomático brillante.
La diplomacia como carrera inició temprana ejerciendo los cargos de cónsul de Venezuela en varias oportunidades, así como secretario de la legación venezolana, encargado de negocios y ministro plenipotenciario en Francia, Inglaterra, Suiza, Alemania y México.
Como hombre público, figuró en la administración del poder político durante el mandato del dictador tachirense Juan Vicente Gómez, desempeñándose como ministro de Instrucción Pública, senador, presidente del Congreso Nacional, presidente de la República entre 1913 y 1914, y director de El Nuevo Diario en 1931.
Fue además miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia y miembro fundador de la Academia de Ciencias Políticas de Venezuela.
Antes de concluir el siglo XIX, ya Gil Fortoul había escrito 15 obras fundamentales que le otorgaron acreditada reputación, entre la más sonada Historia Constitucional de Venezuela, una de sus obras más importantes, la cual comenzó a publicar en 1906, por encargo del gobierno del presidente Ignacio Andrade (1898–1899).
Pero es poco conocido que nuestro biografiado era aficionado a algunas actividades deportivas como la equitación y la esgrima, posiciones que derivarían de sus días juveniles en la comarca larense.
La afinidad por los caballos era una actividad que conservaba desde su época de niñez en la hacienda Hato Arriba en Barbacoas, estado Lara, propiedad de su padre, José Espiritusanto Gil ´el pelón Gil´, héroe de la Guerra Federal, expresidente del estado Lara, diputado al Congreso Nacional, diputado al parlamento regional, doctorado en derecho en la Universidad de Caracas, y periodista.
En 1892 publicó un libro titulado La Esgrima Moderna. Notas de un aficionado en Liverpool, Inglaterra, en donde precisa sus extensos y agudos conocimientos técnicos, desde los tipos y usos del florete y la espada, armas de fuego, así como sus dimensiones y pesos, modos de manejar tales armas, la elección de las mismas y muchos otros aspectos como los movimientos, guardias, envites, marchas y retrocesos, choque y ataques, estrategias, faltas, así como también el buen juicio, flexibilidad y la ejecución elegante y correcta de los ataques y, por supuesto, el valor personal, entre otros.
El lance fue por honor
Entre la copiosa correspondencia de Gil Fortoul se halla una respuesta de este intelectual larense, escrita en la capitalina ciudad alemana de Berlín a su viejo amigo Rodríguez López: «En el duelo con Carrillo recibí un rasguño en el antebrazo derecho, lo que no me impidió en la mañana siguiente montar a caballo como de costumbre».
No obstante, sería en 1908 cuando Gil Fortoul desafiaría en París al célebre escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, “con fama de consumado esgrimista, y quien había conseguido disuadir a Gumersindo Rivas, director de “El Constitucional”, influyente amigo del general Cipriano Castro, presidente de Venezuela, para que nombrara cónsul en una ciudad portuaria de Alemania a un comerciante de apellido Brook.
Así lo refiere el desaparecido cronista Omar Garmendia en su artículo José Gil Fortoul era un diestro espadachín, acotando el nombramiento no fue del agrado de Gil Fortoul, quien, como miembro del tren ministerial para ese entonces, se negó a solicitar el exequatur al susodicho, pues se sospechaba que había de por medio algunos intereses de negocios sucios detrás de esa designación. Gómez Carrillo intentó disuadir a Gil Fortoul, que, entre discusiones subidas de tono acompañadas de agresiones verbales de parte y parte, decidieron ambos pasar a los hechos y batirse a duelo.
El duelo se efectuó en un sitio apartado del Bois du Boulogne en París, escribe el cronista Garmendia, precisando que antes se nombraron los padrinos de ambos contendores para luego determinar el predio donde debía efectuarse el lance de honor, de acuerdo con las normas establecidas para los duelos.
En pocos minutos se resolvió el envite con dos heridas asestadas por Gil Fortoul a Gómez Carrillo, una en el pecho, propinada con extraordinario conocimiento y pericia con un “puntazo” calculado para que no pasara de la dermis y otra herida de advertencia en el hombro, demostrando con esto superioridad técnica.
Apunta Garmendia que, en un cambio de posición de Gil Fortoul, este se colocó de frente al sol, quedando cegado momentáneamente por el reflejo de sus lentes, ocasión aprovechada por su rival para herirlo en el antebrazo derecho, que, de acuerdo con el doctor Lisandro Alvarado, se cataloga como golpe “sucio”, por los conocedores del arte de la espada.
De la intensa y escalofriante jornada, dominada por la superioridad técnica de Gil Fortoul, ambos salieron heridos, “pero Gil Fortoul precisó mejor la estocada y resultó vencedor, sin necesidad de quitarle la vida a su contendor. Como vemos, este larense histórico no sólo es el autor de la Historia Constitucional de Venezuela sino un personaje de película”, recalca el historiador Rafael Arráiz Lucca.
Dando por terminado el combate por parte de los padrinos, los duelistas se alejaron uno del otro sin saludarse y nunca más volvieron a dirigirse la palabra. Cuando Gil Fortoul protagonizó este duelo de 1908 recién había cumplido 47 años de edad.
Fama de cascarrabias
Gil Fortoul era dominado constantemente por su comportamiento huraño, volátil con episodios que lo llevaba a destruir objetos que le rodeaban cuando disentían de sus ideas. Lo precedía una fama de cascarrabias, por lo que, cierto día de la primavera de 1918, luego de permanecer largo rato esperando la llegada del ascensor del edificio de la Legación en París, por fin se abrió la puerta del elevador que lo llevaría hasta el piso de su oficina, pero cuando se disponía hacer uso del ascensor, dos sujetos obstaculizaron su paso para que un militar, cuya casaca exhibía numerosas condecoraciones, entrara primero.
Gil Fortoul se molestó sobremanera en forma violenta y sosteniendo la puerta, replicó que él tenía prioridad de paso porque había llegado primero al sitio y además tenía largo rato esperando.
El hombre uniformado era el mariscal Joseph Jacques Césaire Joffre, oficial francés y héroe de la Batalla del Marne en 1914 durante la Primera Guerra Mundial, quien no respondió de inmediato a la airada increpación de Gil Fortoul, por el contrario, abandonó el ascensor y se dirigió a las escaleras escoltado de sus dos ayudantes.
Pasadas unas horas, al despacho de Gil Fortoul se presentaron dos caballeros franceses, de impecables atuendos, con una misiva que los acreditaba como los padrinos del duelo. Los acontecimientos no pasaron a mayores consecuencias, a pesar de que Gil Fortoul había aceptado el reto, toda vez que algunos amigos persuadieron a nuestro personaje a que se retractara y rectificara su errático proceder, “pues el impasse pudiera escalar y convertirse en un conflicto diplomático entre el gobierno de Francia y Venezuela”, le explicaron. Luego de ello, Gil Fortoul, con las debidas disculpas, invitó al mariscal Joffre a compartir un almuerzo, lo que concluyó en una amistad que se mantuvo hasta el final de sus días.
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
IG/TW: @LuisPerozoPadua